jueves, 9 de julio de 2015

TEOLOGÍA DE LA ORGANIZACIÓN DE LA IGLESIA Y SACRAMENTOS

TEMA 25: DIMENSIÓN JERÁRQUICA DE LA IGLESIA

25.1 Pedro y los demás Apóstoles.
25.2 La sucesión apostólica.
25.3 La sacramentalidad del Episcopado.
25.4 El Primado del Papa.
25.5 El Colegio de los Obispos.
25.6 Potestad y servicio en la Iglesia: la triple función de enseñar, santificar y gobernar.

A) DESARROLLO

25.1 Pedro y los demás apóstoles

El mismo Cristo es la fuente del ministerio en la Iglesia. Él lo ha instituido, le ha dado autoridad y misión, orientación y finalidad[270].

Elección de los Apóstoles con Pedro a la Cabeza:El Señor Jesús, después de haber hecho oración al Padre, llamando a sí a los que Él quiso, eligió a doce para que viviesen con Él y para enviarlos a predicar el reino de Dios; a estos Apóstoles los instituyó a modo de colegio, es decir, de grupo, estable, al frente del cual puso a Pedro, elegido de entre ellos mismos[271]. Así, vemos que por voluntad de Cristo la Iglesia quedó jerárquicamente estructurada en el misterio apostólico, y, al mismo tiempo, en un principio de unidad estable, Pedro, que, como Cabeza, gobierne y mantenga unido el cuerpo social.

Misión de los Apóstoles: Cristo los envió primeramente a los hijos de Israel, y después a todas las gentes, para que, participando de su potestad, hiciesen discípulos de Él a todos los pueblos y los santificasen y gobernasen, y así propagasen la Iglesia y la apacentasen, sirviéndola bajo la dirección del Señor, todos los días hasta la consumación de los siglos[272].

Confirmación plena de la misión: En esta misión fueron confirmados plenamente el día de Pentecostés, según la promesa del Señor: Recibiréis la virtud del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos así en Jerusalén como en toda la Judea y Samaria y hasta el último confín de la tierra[273].

25.2 La sucesión apostólica

La divina misión confiada por Cristo a los Apóstoles ha de durar hasta el fin del mundo, puesto que el evangelio que ellos deben propagar es en todo tiempo el principio de toda la vida para la Iglesia. Por esto los Apóstoles cuidaron de establecer sucesores en esta sociedad jerárquicamente organizada[274].

Los Obispos, sucesores de los Apóstoles: Los Apóstoles, no sólo tuvieron diversos colaboradores en el ministerio, sino que, a fin de que la misión a ellos confiada se continuase después de su muerte, dejaron a modo de testamento a sus colaboradores inmediatos el encargo de acabar y consolidar la obra comenzada por ellos. Les dieron además, a estos colaboradores, la orden de que, al morir ellos, otros varones probados se hicieran cargo de su ministerio. Entre los varios ministerios que desde los primeros tiempos se vienen ejerciendo en la Iglesia, según el testimonio de la tradición, ocupa el primer lugar el oficio de aquellos que, ordenados Obispos por una sucesión que se remonta a los mismos orígenes, conservan la semilla apostólica. Así, por medio de los Obispos se manifiesta y conserva hasta nosotros la tradición apostólica en todo el mundo[275].

Oficio de los Obispos: Los Obispos recibieron el ministerio de la comunidad con sus colaboradores, los presbíteros y diáconos, presidiendo en nombre de Dios la grey, de la que son pastores, como maestros de doctrina, sacerdotes del culto sagrado y ministros de gobierno[276].

Permanencia del oficio de los Obispos: Así como permanece el oficio que Dios concedió personalmente a Pedro, príncipe de los Apóstoles, para que fuera transmitido a sus sucesores, así también perdura el oficio de los Apóstoles de apacentar la Iglesia, que debe ejercer de forma permanente el orden sagrado de los Obispos (LG 20).

Autoridad de los Obispos: Los Obispos han sucedido, por institución divina, a los Apóstoles como pastores de la Iglesia, de modo que quien los escucha, escucha a Cristo, y quien los desprecia, desprecia a Cristo[277].

Importancia ecuménica: En el orden ecuménico, la sucesión apostólica tiene una importancia relevante; tanto la Iglesia católica como la Ortodoxa hablan de sucesión; en cambio, las Iglesias Protestantes no aceptan la sucesión del Papa ni de los obispos, solamente el primado de Pedro: piensan que con la muerte del Apóstol Pedro terminaría la sucesión, no aceptan la sucesión apostólica porque no está, de manera explícita, expresada en la Escritura.

25.3 La sacramentalidad del Episcopado

Cristo se hace presente en medio de sus fieles en la persona de los Obispos, y, a través de ellos, lleva a cabo: la predicación de la palabra de Dios a todas las gentes, administra continuamente los sacramentos de la fe a los creyentes, por medio de su oficio paternal va congregando nuevos miembros a su Cuerpo y por medio de su sabiduría y prudencia dirige y ordena al Pueblo del Nuevo Testamento en su peregrinar hacia la eterna felicidad[278].

Para realizar estos oficios, los Apóstoles fueron enriquecidos con una efusión especial del Espíritu Santo, que descendió sobre ellos, y ellos, a su vez, por la imposición de las manos, transmitieron a sus colaboradores este don espiritual, que ha llegado hasta nosotros en la consagración episcopal[279].

Distinción dogmática entre obispo y presbítero:En la Iglesia se ha tenido siempre la idea de que la autoridad deriva o tiene su raíz en lo sacramental; se distinguen algunas relaciones y diferencias entre el obispo y el presbítero, que aclaran la naturaleza del Episcopado:
1) El obispo sacramentalmente está destinado a ser cabeza de la Iglesia.
2) El presbítero sacramentalmente está destinado a ser cooperador del obispo[280].
3) Lo que materialmente pueda hacer o no hacer el presbítero depende del obispo[281].
4) Ambas son participaciones del mismo sacerdocio de Cristo pero de distintos modos; por lo tanto, no se da una distinción material sino formal sacramental.

Algunas características de la consagración episcopal: El Concilio Vaticano II enseña, con respecto a la consagración episcopal, que:
1) Es sacramento que confiere la plenitud del sacramento del orden[282].
2) Confiere junto con el oficio de santificar, también los oficios de enseñar y de regir. La ordenación episcopal confiere la sacra potestas, tanto la potestad de orden como la de autoridad. Esta potestad, que desempeñan personalmente en nombre de Cristo, es propia, ordinaria e inmediata[283].
3) Estos oficios sólo se pueden ejercer estando en comunión jerárquica con la Cabeza y los miembros del Colegio[284]. Pero no se debe considerar a los obispos como vicarios del Papa, cuya autoridad ordinaria e inmediata no anula la de ellos, sino que, al contrario, la confirma y tutela[285].
4) Es verdadero sacramento, en el cual por la imposición de las manos y las palabras de la consagración se confiere la gracia del Espíritu Santo y se imprime carácter[286].
5) Por esta consagración, los Obispos, de modo visible y eminente, hacen las veces del mismo Cristo y actúan en lugar suyo. Cada uno de los obispos es el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares[287].

25.4 El Primado del Papa

Así como, por disposición del Señor, San Pedro y los demás apóstoles forman un único Colegio apostólico, por análogas razones están unidos entre sí el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los obispos, sucesores de los apóstoles (CEC 880; cf LG 22; cf CIC 330).

Cimiento de la Iglesia: El Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente a él, la piedra de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella; lo instituyó pastor de todo el rebaño. Está claro que también el Colegio de los apóstoles, unido a su Cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro. Este oficio pastoral de Pedro y de los demás apóstoles pertenece al cimiento de la Iglesia. Se continúa por los obispos bajo el primado del Papa (cf CEC 881).

Finalidad y potestad del Papa: El Papa, obispo de Roma y sucesor de San Pedro, es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles. El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad (cf CEC 882).

El carisma de la infalibilidad: El Romano Pontífice, Cabeza del Colegio episcopal, goza del carisma de la infalibilidad en virtud de su ministerio cuando, como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma en la fe a sus hermanos, proclama por un acto definitivo la doctrina en cuestiones de fe y moral. Esta infalibilidad abarca todo el depósito de la Revelación divina[288].

25.5 El Colegio de los Obispos

El Concilio Vaticano II, completando la doctrina establecida en el Vaticano I sobre el Papa, propone y declara ante todos la doctrina acerca de los obispos, sucesores de los Apóstoles, que dirigen junto con el sucesor de Pedro, vicario de Cristo y Cabeza visible de toda la Iglesia, la casa del Dios vivo[289]. Antes de tratar la doctrina sobre el Colegio conviene hacer una clarificación de este término.

El término Colegio no se entiende en sentido estrictamente jurídico, es decir, como una asamblea de iguales que delegan su potestad en su propio presidente, sino como una asamblea estable, cuya estructura y autoridad deben deducirse de la Revelación[290].

Naturaleza del Colegio: Algunos puntos importantes que, a partir del Concilio Vaticano II, el Magisterio de la Iglesia ha aclarado sobre la naturaleza del Colegio de los obispos son los siguientes:
1) Este Colegio, en cuanto compuesto de muchos, expresa la variedad y universalidad del Pueblo de Dios; y en cuanto agrupado bajo una sola Cabeza, la unidad de la grey de Cristo[291].
2) Uno es constituido miembro del Cuerpo episcopal en virtud de la consagración sacramental y por la comunión jerárquica con la Cabeza y con los miembros del Colegio[292]. Pertenece a los Obispos incorporar, por medio del sacramento del orden, nuevos elegidos al Cuerpo episcopal[293].
3) La comunión jerárquica con la Cabeza y el resto de los miembros no se refiere a un afecto indefinido, sino que se está hablando de una realidad orgánica que exige forma jurídica y que está animada por la caridad[294].
4) La unión colegial se manifiesta también en las mútuas relaciones de cada Obispo con las Iglesias particulares y con la Iglesia universal. Deben todos los Obispos promover y defender la unidad de la fe y la disciplina común de toda la Iglesia.
Potestad del Colegio: El Señor estableció solamente a Simón como roca y portador de las llaves de la Iglesia y le constituyó Pastor de toda su grey; pero el oficio de atar y desatar dado a Pedro consta que fue dado también al Colegio de los Apóstoles unido a su Cabeza[295]. Algunas enseñanzas importantes, del 

Concilio Vaticano II, acerca de la potestad del Colegio son:
1) El Colegio, que no existe sin la Cabeza, es también sujeto de la suprema y plena potestad sobre la Iglesia universal, si bien no puede ejercer dicha potestad sin el consentimiento del Romano Pontífice[296].
2) La potestad suprema sobre la Iglesia universal que posee este Colegio se ejercita de modo solemne en el concilio ecuménico. No hay concilio ecuménico si no es aprobado o, al menos, aceptado como tal por el Papa. Es prerrogativa del Papa convocar estos concilios ecuménicos, presidirlos y confirmarlos[297].
3) Esta misma potestad colegial puede ser ejercida por los Obispos dispersos por el mundo a una con el Papa, con tal de que el Romano Pontífice los llame a una acción colegial o, por lo menos, apruebe la acción unida de éstos o la acepte libremente para que sea un verdadero acto colegial[298].
4) La infalibilidad prometida a la Iglesia reside también en el Cuerpo episcopal cuando ejerce el magisterio supremo con el sucesor de Pedro, sobre todo en un concilio ecuménico. Esta infalibilidad abarca todo el depósito de la Revelación divina[299].

25.6 Potestad y servicio en la Iglesia: la triple función de enseñar, santificar y gobernar

Si observamos atentamente Mt 28, 18-19: “Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id pues y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he mandado.” entendemos que:
1) Cristo determina para su Iglesia una misión que consiste en continuar su obra.
2) Para ello participa sus propios poderes, aquellos que hacen de Él: Sacerdote, Profeta y Rey.
3) En las palabras “haced discípulos a todos” aparece la función de enseñar (munus docendi).
4) En “bautizándolos” se ve la función de santificar (munus sanctificandi).
5) Y en “enseñándoles a observar todo” Cristo manda gobernar (munus regendi).

Con respecto a estos tres poderes confiados por Cristo a su Iglesia, el Magisterio enseña:
1) Los Obispos son los que, en primer lugar, reciben esta triple misión[300].
2) Para el desempeño de esta misión Cristo prometió el Espíritu Santo y lo envió el día de Pentecostés[301].
3) Este encargo que el Señor confió a los pastores es un verdadero servicio (diaconía), o sea ministerio[302].
4) La misión de enseñar tiene como fin mantener a la Iglesia en la pureza de la fe transmitida por los apóstoles; el Magisterio debe proteger, a la Iglesia, de desviaciones y fallos, y garantizarle la posibilidad objetiva de profesar sin error la fe auténtica[303].
5) La misión de santificar la realizan el Obispo y los presbíteros con su oración y su trabajo, por medio del ministerio de la palabra y de los sacramentos. El Obispo es el administrador de la gracia del sumo sacerdocio[304], en particular en la Eucaristía que él mismo ofrece, o cuya oblación asegura por medio de los presbíteros, sus colaboradores[305].
6) La misión de gobernar la ejercen los Obispos que, como vicarios y legados de Cristo, gobiernan sus Iglesias particulares que se les han confiado no sólo con sus proyectos, con sus consejos y con ejemplos, sino también con su autoridad y potestad sagrada. En virtud de esta potestad, los Obispos tienen el sagrado derecho, y ante Dios el deber, de legislar sobre sus súbditos, de juzgarlos y de regular todo cuanto pertenece a la organización del culto y del apostolado[306].

B) RESUMEN

Jesús eligió a doce para que viviesen con Él y para enviarlos a predicar el reino de Dios; a estos Apóstoles los instituyó a modo de colegio, es decir, de grupo, estable, al frente del cual puso a Pedro, elegido de entre ellos mismos.

Por medio de los Obispos se manifiesta y conserva hasta nosotros la tradición apostólica en todo el mundo. Los Obispos recibieron el ministerio de la comunidad con sus colaboradores, los presbíteros y diáconos, presidiendo en nombre de Dios la grey, de la que son pastores, como maestros de doctrina, sacerdotes del culto sagrado y ministros de gobierno.

Características de la consagración episcopal son: es sacramento que confiere la plenitud del sacramento del orden; confiere junto con el oficio de santificar, también los oficios de enseñar y de regir; estos oficios sólo se pueden ejercer estando en comunión jerárquica con la Cabeza y los miembros del Colegio; es verdadero sacramento, en el cual por la imposición de las manos y las palabras de la consagración se confiere la gracia del Espíritu Santo y se imprime carácter; por esta consagración, los Obispos, de modo visible y eminente, hacen las veces del mismo Cristo y actúan en lugar suyo y cada uno de los obispos es el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares.

El Papa, obispo de Roma y sucesor de San Pedro, es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles. El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad.

El Señor estableció solamente a Simón como roca y portador de las llaves de la Iglesia y le constituyó Pastor de toda su grey; pero el oficio de atar y desatar dado a Pedro consta que fue dado también al Colegio de los Apóstoles unido a su Cabeza.

El Colegio, que no existe sin la Cabeza, es también sujeto de la suprema y plena potestad sobre la Iglesia universal, si bien no puede ejercer dicha potestad sin el consentimiento del Romano Pontífice. La potestad suprema sobre la Iglesia universal que posee este Colegio se ejercita de modo solemne en el concilio ecuménico.

Los Obispos son los que, en primer lugar, reciben la triple misión confiada por Cristo a su Iglesia; para el desempeño de esta misión Cristo prometió el Espíritu Santo y lo envió el día de Pentecostés; este encargo que el Señor confió a los pastores es un verdadero servicio.

 La misión de enseñar tiene como fin mantener a la Iglesia en la pureza de la fe transmitida por los apóstoles. La misión de santificar la realizan el Obispo y los presbíteros con su oración y su trabajo, por medio del ministerio de la palabra y de los sacramentos. La misión de gobernar la ejercen los Obispos que, como vicarios y legados de Cristo, gobiernan sus Iglesias particulares que se les han confiado no sólo con sus proyectos, con sus consejos y con ejemplos, sino también con su autoridad y potestad sagrada.

C) BIBLIOGRAFÍA

Concilio Vaticano II, Const. Lumen gentium (LG).
Catecismo de la Iglesia Católica (CEC), 874-895.
Código de derecho Canónico (CIC).

TEMA 26: LOS SACRAMENTOS

26.1. La sacramentabilidad en la economía de la salvación.
26.2. Concepto y número de los sacramentos.
26.3. Elementos que integran el signo sacramental.
26.4. Cristo, autor de los sacramentos.
26.5. La potestad e intención del ministro.
26.6. La capacidad e intención del sujeto.
26.7. Efectos de los sacramentos.

A) DESARROLLO

26.1. La sacramentabilidad en la economía de la salvación.

La salvación es una realidad sacramental[307]. La efusión del Espíritu Santo, inaugura un tiempo nuevo en la "dispensación del Misterio": el tiempo de la Iglesia, durante el cual Cristo manifiesta, hace presente y comunica su obra de salvación por los sacramentos; es “la Economía sacramental"[308], instituidos por Él para comunicar su gracia. Los sacramentos son signos sensibles (palabras y acciones). Realizan eficazmente la gracia que significan, en virtud de la acción de Cristo y por el poder del Espíritu Santo[309].

La categoría de la sacramentalidad: la comunión con Dios no se puede dar sin mediación, por ello existe la sacramentalidad[310]. Los sacramentos son los acontecimientos salvíficos que continúan en la historia la salvación obrada por Jesucristo.
 En el Nuevo Testamento las realidades sacramentales son entendidas como: acciones mandadas por el mismo Jesucristo, que anuncian y actualizan el misterio de su muerte y resurrección[311]. Jesucristo mismo concede a la Iglesia un poder que le da la capacidad ministerial de cumplirlas (exusía).

Sentido eclesiológico del organismo sacramental:Los sacramentos son de la Iglesia[312], en el doble sentido de que existen por ella y para ella: por la Iglesia, se celebran en ella; para la Iglesia, constituyen a la Iglesia. La Iglesia hace los sacramentos, y los sacramentos hacen la Iglesia.

Los sacramentos son sacramentos de la fe[313]. Los sacramentos no sólo suponen la fe, sino que la fortalecen, alimentan y expresan con palabras y acciones, por esto se llaman sacramentos de la fe[314]. La fe precede los sacramentos (los sacramentos se celebran en la fe de la Iglesia) pero es una fe sacramental, porque la fe se expresa en el sacramento. Tienen como objeto al mismo Cristo. La eficacia sacramental deriva de la fe.

26.2. Concepto y número de los sacramentos.

-La noción de “mysterium sacramentum”: nos dice el sentido de la categoría de la sacramentalidad:
      - Mysterium: Designio salvífico divino previsto desde antes de la Creación, anunciado por figuras en el Antiguo Testamento, plenamente revelado y actuado en la Encarnación de Jesucristo (sobretodo muerte y resurrección) y, continuamente presente en la Iglesia por medio de los sacramentos.
      - Sacramentum: Para la comprensión del sacramento nos hemos de servir de las dos categorías: misterio y tipoi[315].  Son acciones mandadas por el mismo Jesucristo que anuncian y actualizan el misterio de su muerte y resurrección. Realizadas por el poder concedido por Cristo.
-Evolución histórica: la primeras definición es de San Agustín lo define como “signum sacrum” (signo sagrado), realidad sensible que hace referencia a una realidad invisible (espiritual). Distingue dos dimensiones: dimensión sensible (el significante o Sacramentum Tantum formada por res -gesto- y verba -fórmula-); dimensión espiritual (el significado o Res Sacramenti); al final apunta una nueva dimensión: Res et Sacramentum (que es a la vez efecto interior y acción exterior)[316]. El único límite: no supo explicar bien la relación entre las dos dimensiones del hecho sacramental.

En el s-XI. Berengario de Tours decía: “Visibilis forma, invisibilis gratiae” forma visible de la gracia invisible[317]. El Catecismo Romano: signo[318] sensible que, por haber sido instituido por Jesucristo, tiene la virtud de significar y conferir la gracia.

Los teólogos de la escolástica vuelven a S. Agustín y explican su doctrina: “sacrae rei signum” (signo de una cosa sagrada). S. Tomás[319] la completará con un paso más: “Sacrae rei signum in quantum est santificans”[320]. La estructura del sacramento: Recoge la triple dimensión: sacramentum tantum -res et verba (gestos y palabras)-; res sacramenti; res et sacramentum.

Después vienen los reformadores protestantes, que influenciados por el nominalismo, no ven que el signo pueda ser relación, lo único real es Cristo.
-Definición de sacramento: El sacramento  es un signo sensible y eficaz de la gracia instituido por Jesucristo de modo permanente, confiados a la Iglesia, por los cuales nos es dispensada la gracia divina[321]. Hay una distinción entre realidades sustanciales (instituidas por Cristo sobre las que la Iglesia no tiene poder) y las realidades accidentales (las que añade la Iglesia a la celebración) en los sacramentos.

Número de los sacramentos: La sistematización del número septenario se alcanzó en el S-XII y  fue posteriormente definida en Trento[322]. Se llegó al número septenario por el esfuerzo en encontrar una definición propia y exclusiva de la naturaleza sacramental (se consideran sacramentos los que confieren la gracia “ex opere operato”), y sobretodo, por el análisis acerca de su institución por parte de Jesucristo.

El criterio último de la consideración del número septenario ha dependido del actuar de la Iglesia, consciente de que le viene por Tradición. Por esto, las explicaciones teológicas sobre el número septenario son posteriores: primero se da la conciencia eclesial del número septenario y después la reflexión sobre ello.
Todas las explicaciones -argumentos de conveniencia- tienen un fuerte acento antropológico: examinando las diversas situaciones del hombre, encontramos un sacramento apropiado para cada situación. Se ordena a un doble fin: perfeccionar al hombre en el servicio de Dios (cada sacramento, una etapa de la vida humana)[323]; y remedio contra los daños del pecado. Desde ambos puntos de vista, es conveniente que haya siete sacramentos.

26.3. Elementos que integran el signo sacramental.
Por signo debemos entender aquella realidad cuya naturaleza es relacional, que manifiesta algo distinto de si mismo. Es un nexo que tiene un fundamento real, aunque la realidad dicha, la supere y trascienda.

El signo tiene una estructura que la Tradición ha acuñado por: res (gestos)[324], et verba (palabras)[325], indisolublemente unidos entre sí. Res et Verba no son dos aspectos unidos por cronología, sino por un orden teológico intrínseco: el gesto es determinado por la palabra. Configuran una sola realidad.
La naturaleza cristológica del signo sacramental se entiende como la palabra -Verbo Eterno- el que determina la naturaleza del gesto -Salvación-. La palabra da significado al gesto. Pero son unitarios; la palabra sin el gesto es ineficaz.

La eficacia[326] está en estrecha relación con el significado, en la misma estructura de signos se encuentra la eficacia del signo, la causalidad es intrínseca al signo.

El significado está presente en el signo sacramental por la composición de los dos signos que lo componen: palabra y gesto. Pero el significado trasciende al signo, por el mismo hecho de ser sacramento: significado establecido por Cristo y que la Iglesia le da. El significado es el símbolo de fe de la Iglesia, todo sacramento  es una profesión de fe.

Los sacramentos presentan un triple significado: son signos conmemorativos de la pasión de Cristo (hacen memoria); son signos demostrativos de los frutos de la pasión de Cristo, por medio de ellos se comunica el fruto de la pasión de Cristo a los fieles; son signos proféticos, anticipan su consumación en la gloria (los sacramentos son prendas de la vida eterna).

El signo sacramental está compuesto por un gesto compuesto de palabras y acciones. Este gesto se encuentra siempre dentro de un conjunto orgánico de acciones simbólicas mediante las que la Iglesia da culto a Dios, y al mismo tiempo confiere a los hombres la salvación (dimensión ascendente y descendente). También pertenece al signo sacramental aquellas acciones que lo preceden y continúan, de tal manera que estas acciones, condicionan en muchas circunstancias el verificarse el sacramento.

La realidad teológica del sacramento está compuesta por 3 elementos, a los que la tradición llama: Sacramentum tantum (signo sacramental); Res tantum (significado que el sacramento causa o contenido salvífico del sacramento, es decir, “acta et pasa Christi”, que son los hechos y la pasión de Cristo); Res et sacramentum (a la vez signo y contenido).

26.4 Cristo, autor de los sacramentos.

Historia: La patrística confirma a Jesús como autor de los sacramentos. Santo Tomás dice que los sacramentos los instituye Jesús —Dios hecho Hombre—, porque tienen la dimensión visible e invisible, tienen que tener una causa con las mismas características -Jesús-. Desde Trento[327] queda establecido que son siete los sacramentos y que están instituidos por Cristo.

Fundación Cristológica[328]: La institución debe ser entendida no de un modo jurídico -decretos de Cristo-, sino más bien de un modo teológico. Tampoco debe ser entendida como la institución de un ente previo, la Iglesia, que posteriormente crearía cada uno de los sacramentos. Debemos reconocer que institución es, la fundación cristológica de los sacramentos, y no sólo por mandato sino en su propio ser. La realidad sacramental se fundamenta en el misterio de Cristo, porque nacen de Él y pertenecen a su mismo misterio (este es el fundamento Cristológico).

Mediación de Cristo y de la Iglesia: Por el Espíritu Santo[329] y mediante Él, Cristo continúa presente en la Iglesia para santificar a los hombres y llevarlos al cumplimiento de su salvación. Los sacramentos son gestos que haciendo memoria del acontecimiento de Cristo, lo realizan en la Iglesia, y por ello Cristo[330] es el acontecimiento originario por el cual se dan en la Iglesia los sacramentos.

Momento de la institución: No podemos precisar el momento exacto de la institución, excepto de la Eucaristía, pero sí podemos tomar del A.T. y del N.T. los momentos más importantes que afectan a la institución. Esto no quiere decir que sea una institución indirecta o mediata, la institución es siempre directa e inmediata[331].

La sustancia[332] del sacramento es la estructura teológica fundamental propia de cada uno de los sacramentos: lo que Cristo instituyó, que debía ser observado en el signo sacramental[333], por ello es inmutable; también pertenece a la sustancia el significado del sacramento, que Cristo le ha dado. La Iglesia tiene potestad de modificar todo lo que no pertenezca a estas dos realidades (que son la sustancia según el Magisterio)[334].

En síntesis podemos decir: sólo Dios es el autor principal de los sacramentos; los sacramentos se fundan en el misterio de Cristo y continúan en la economía salvífica los misterios de Cristo; todos los sacramentos han sido instituidos por Cristo, de Él nace la estructura teológica fundamental propia de cada signo sacramental y el significado operativo (eficaz), que cada uno de ellos posee; la Iglesia posee la potestad sobre todo lo que no forma parte de la sustancia.


26.5. La potestad e intención del ministro.

El ministro y el sujeto son también elementos constitutivos de la estructura fundamental del sacramento. Al ministro se le puede considerar desde dos aspectos:
      - Desde el aspecto objetivo de ministro de la Iglesia (condición ministerial[335]): El ministro primario del sacramento es Dios. Dios es Dominus (señor del sacramento) y el minister es el sirviente de Dios (ministro en referencia siempre a otro, por eso llamado a veces ministro secundario). El ministro de los sacramentos es aquel que posee la facultad y autoridad de Cristo en la Iglesia[336]. Facultad que es diversa para cada uno de los sacramentos. Hay sacramentos que exigen actuar “in persona Christi capitis” y otros “in nomine Christi”.

      - Desde el aspecto subjetivo del ejercicio del ministerio[337] se requiere:

i) Ni ortodoxia, ni estado de gracia: la validez de los sacramentos no depende de la ortodoxia -la fe, la santidad- del ministro (si la heterodoxia afecta a la materia o forma sacramental sí que afectaría a la validez), ni de la ortopraxis (estado de gracia) para la validez de los sacramentos. La razón de ambas condiciones se apoya en que el ministro es ministro secundario, el primordial es siempre Cristo.

ii) Intención: La intención del ministro ha de ser la intención de hacer lo que hace la Iglesia, que significa realizar el gesto que la Iglesia quiere que se haga: se refiere al signo exterior.

iii) Atención: La tradición coincide en que basta una atención virtual, siempre que no se omitan los gestos previstos.

iv) Acción efectiva en la celebración (obligación de administrar o de denegar): El ministro debe ser consciente de su deber y cumpla con oficio y amor aquello que se le ha encargado, debe estar en gracia, debe negar el sacramento cuando no sea lícito: sujeto incapaz de recibirlo y sujeto indigno -excomulgados, herejes,...-[338].

26.6. La capacidad e intención del sujeto.

El sacramento no se celebra si no inhiere en un sujeto. Debemos considerar unas condiciones para la recepción válida de los sacramentos:
i) Requisitos objetivos: que el sujeto sea una criatura humana; que esté vivo (para algunos se establece además el uso de razón).
ii) Requisitos subjetivos: No se requiere la ortodoxia del sujeto para la validez de la recepción sacramental, esto no implica que el sacramento no requiera en quien lo recibe cierta fe; tampoco la falta de la disposición necesaria de estado de gracia invalida la recepción del sacramento; sin embargo, sí pueden ser impedimentos la carencia de ortodoxia o de gracia para la recepción fructífera.
      - Para la recepción válida: intención (al menos virtual) de recibirlo; haber sido Bautizado (exc: Bautismo) y uso de razón[339].
      - Para la recepción lícita: arrepentimiento para sacramentos de muertos, el estado de gracia para los de vivos; recibirlos con reverencia; y pedirlos a un ministro digno.

Impedimentos y reviviscencia: Cuando el impedimento (óbice) no es conocido por el que recibe el sacramento, el efecto gratificante se produce inmediatamente. Si es consciente del impedimento, la gracia tendrá lugar cuando se pongan las disposiciones necesarias, gracias al carácter sacramental, y en aquellos sacramentos que no tienen carácter sacramental, pero sí cierta irreiterabilidad (Matrimonio, Unción), se apoya en la res et sacramentum.

26.7. Efectos de los sacramentos.

a) Produce dos efectos: Santificación y el carácter.

-Santificación: El primer efecto de todos los sacramentos es la inserción del hombre en el misterio de Cristo, la gracia santificante: esta incorporación pertenece al ámbito ontológico (la gracia sacramental se sitúa en el ámbito del obrar y ésta en el ser). Pero cada sacramento confiere una gracia específica: la gracia sacramental. No es una realidad distinta sino un modo de recibir la gracia santificante según las necesidades del individuo. Los sacramentos producen lo que significan: hay diversas gracias porque hay diversos signos. Por eso tiene sentido que existan siete sacramentos. La gracia sacramental es la modalidad propia que tiene cada sacramento de configurarnos con el misterio de Cristo (no es lo mismo un sacramento que otro).

-El carácter: es una marca indeleble que el Espíritu Santo pone en el alma del cristiano para señalar su pertenencia definitiva a Dios. Podemos definir el carácter en cuatro puntos: Es un efecto que es diferente de la gracia santificante; se mantiene de forma imborrable incluso en los pecadores y excomulgados; es la razón intrínseca de la no reiterabilidad de estos tres sacramentos[340]; nos dan la garantía del revivir de la gracia sacramental, tan pronto como se nos quita el impedimento de la gracia (el pecado).

Podemos ver dos aspectos del carácter: i) Cristológico: signo que caracteriza la pertenencia de los miembros de Cristo, a Cristo Cabeza, principio de organización estructural. Por ello el carácter constituye la razón sobre la que se apoya la acción sobrenatural de los demás sacramentos; ii) Eclesiológico: El carácter funda un nuevo modo de ser y obrar en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. El carácter es su condición de pertenencia a la Iglesia en cuanto comunidad visible.

El carácter es la res et sacramentum. Nuestra relación con Dios no es inmediata, sino que pasa a través de Cristo y éste en nosotros a través del carácter.
b) Otros efectos: como consecuencia de los anteriores, los sacramentos producen en enriquecimiento general de la vida cristiana y una mayor unidad de los fieles en la Iglesia[341].

c) Eficacia de los sacramentos[342]: La eficacia de los sacramentos es “ex opere operato”[343]. Confieren la gracia que significan, es decir, son eficaces por sí mismos. La causalidad sacramental, la eficacia del signo, tiene que concordar con el hecho de que en la realidad sacramental la dimensión significativa  y la dimensión operativa del signo, son inescindibles: “sacramenta significanda causam”. El signo sacramental es lo que es eficaz, porque es lo que ha recibido de Cristo la capacidad de ser eficaz.

B) RESUMEN

La sacramentabilidad en la economía de la salvación: Los sacramentos son los acontecimientos salvíficos que continúan en la historia, la salvación obrada por Jesucristo. La categoría de sacramentalidad es una realidad de relación con Dios. La Iglesia hace los sacramentos, y los sacramentos hacen la Iglesia (son por la Iglesia y para la Iglesia). Los sacramentos son sacramentos de la fe.

Concepto y número de los sacramentos: fundamentación en “mysterium sacramentum”, evolución histórica hasta CEC “el sacramento  es un signo sensible y eficaz de la gracia instituido por Jesucristo de modo permanente”. El número fue definido en Trento, se llegó al número septenario por el esfuerzo en encontrar una definición propia y exclusiva de la naturaleza sacramental, y por el análisis acerca de su institución por parte de Jesucristo. 

Argumentación antropológica “a posteriori” del número septenario

Elementos que integran el signo sacramental: el Sacramentum tantum (signo sacramental) tiene una estructura que es la que la Tradición ha acuñado por res (gestos) et verba (palabras), indisolublemente unidos entre sí.

Cristo, autor de los sacramentos:- Todos los sacramentos han sido instituidos por Cristo, de Él nace la estructura teológica fundamental propia de cada signo sacramental y el significado operativo -eficaz-, que cada uno de ellos posee; la Iglesia posee la potestad sobre lo accidental.

La potestad e intención del ministro: Desde el aspecto objetivo (condición ministerial): ministro primario es Dios, el ministro es el sirviente de Dios (aquel que posee la facultad y autoridad de Cristo en la Iglesia); Desde el aspecto subjetivo del ejercicio del ministerio se requiere: Ni ortodoxia, ni estado de gracia; Intención de hacer lo que hace la Iglesia; Atención virtual; Acción efectiva en la celebración.

La capacidad e intención del sujeto: Para la recepción válida se requiere: La intención positiva del sujeto del sacramento; y la intención debe ser al menos virtual. Para la recepción digna de los sacramentos de vivos se requiere, en los sacramentos de vivos el estado de gracia, y en los de muertos, el arrepentimiento.

Efectos de los sacramentos: Santificación: gracia santificante, incorporación al cuerpo místico de Cristo; y la gracia sacramental ya que cada sacramento confiere una gracia específica, signos diversos provocan significados diversos. Y el carácter que es una marca indeleble que el Espíritu Santo pone en el alma del cristiano para señalar su pertenencia definitiva a Dios. La eficacia de los sacramentos es “ex opere operato”. Confieren la gracia que significan.

C) BIBLIOGRAFÍA

Los siete Sacramentos. Enric Moliné. Rialp 1998.
Apuntes de la asignatura.
Catecismo de la Iglesia Católica 1076-1112.
Constitución “Sacrosanctum Concilium” del CVII y Constitución “Lumen Gentium” del CVII.
Denzinger .
Sto Tomás.“Summa, Theologiae, q-65, III pars”.
Codex Iuris Canonici 834ss.

Iniciación a la liturgia de la Iglesia. José Antonio Abad.

TEOLOGÍA DE MARIA E IGLESIA

TEMA 23: MARÍA, MADRE DE DIOS Y MADRE NUESTRA

23.1. Maternidad divina de María.
23.2. Concepción Inmaculada - Plenitud de santidad.
23.3. Virginidad perpetua.
23.4. Participación de María en la obra salvifica de Cristo.
23.5. Cooperación de María a la Redención in facto esse (redención subjetiva)
23.5. Asunción al cielo.
23.6. Santa María, Mediadora y Corredentora.
23.7. Madre de la Iglesia.

A) DESARROLLO

23.1. Maternidad Divina de María.

Introducción

1) La maternidad divina ha de entenderse como la misión que Dios confió a Santa María de ser Madre de Dios. (Theotokos). Y es tal porque engendró según la carne al Verbo de Dios hecho carne. Es Madre de Dios no porque la naturaleza del Verbo o su divinidad haya tomado de la Santa Virgen el principio de su existencia; sino porque nacido de ella el santo cuerpo animado del alma racional a la que el Verbo se unió según la hipóstasis, se dice que el Verbo ha sido engendrado según la carne.

2) El Hijo de Dios engendrado eternamente del Padre según la divinidad, es el mismo que al final de los días fue engendrado de la Virgen María según la humanidad. Hubo una unión de dos naturalezas. En virtud de esta noción de “unión” sin mezcla confesamos que la Virgen María es Madre de Dios.

3) En razón de esta maternidad es como María aparece junto a Jesús en las Sagradas Escrituras. Su maternidad constituye su razón de ser, la más profunda razón de su existencia y del lugar que ocupa en el plan divino de salvación; es el misterio central de la vida de Nuestra Señora en el que se fundamenta los demás misterios concernientes a ella.

Fundamentación Escriturística

En la Sagrada Escritura no se afirma explícitamente que María es la Madre de Dios; sí se la llama la Madre de Jesús o la Madre del Señor. Sin embargo en esos mismos escritos se dice que Jesús es el Hijo de Dios. En la Sagrada Escritura esta enseñanza está directamente referida a la verdad cristológica.

Lc. 1, 35: “auténtica maternidad divina, tiene su origen en una intervención extraordinaria de Dios”.

Gal. 4, 4-6: “sostiene de manera implícita, pero clara la maternidad divina”.
Luc. 1, 43:  “visitación” la Madre de mi Señor (Kyrios) es sinónimo de Dios.

Concilios
Nicea (325) Nestorio: patriarca de Constantinopla (428-451), recibe su formación teológica en la Escuela de Antioquía de Siria, que se distingue por su defensa de la fe contra el apolinarismo. Pero consideraban la unión de lo humano y lo divino en Cristo de una manera extrínseca. El comparte esta idea doctrinal, aconseja no dar a Santa María el título de Madre de Dios (Theotokos) y lo sustituye por el de Madre de Cristo (Christotokos), lo que le llevó a negar la maternidad divina de Santa María. Fue una mala apreciación teológica, por considerar en Cristo dos naturaleza en sí mismas subsistentes, cree que hay una persona divina y una humana, si bien unidos, pero con una unión física o moral. De estos presupuestos brota lógicamente la negación del título de Madre de Dios, pues ella sería del simple hombre, de una persona humana, aunque especialmente unida a la Persona del Verbo. Los Padres no vacilaron llamar Madre de Dios (theotokos) a la Santa Virgen, no porque la naturaleza del Verbo, o su divinidad haya tomado de la Santa Virgen el principio de su existencia, sino porque ha nacido de ella el santo cuerpo animado de alma racional a la que el Verbo se unió según la hipóstasis, se dice que el verbo ha sido unido según la carne. En Éfeso no se redactó una nueva profesión de fe, sino que se insistió en la fórmula de Nicea, el texto de mayor importancia doctrinal en Éfeso, es la segunda Carta de San Cirilo a Nestorio. En este Concilio que eminentemente cristológico y sólo indirectamente mariológico se definió dogmáticamente María como la Theotokos.

Constantinopla (381) (...) Se encarnó por obra del Espíritu Santo y María Virgen y se hizo hombre. Afirmándose tanto la maternidad divina, como su maternidad virginal.

Calcedonia 451). El Hijo que antes de los siglos es engendrado por el Padre en cuanto a la divinidad... es engendrado de María virgen en cuanto humanidad.

Síntesis
1) Verdadera maternidad divina: a) es una auténtica maternidad biológica, humana y natural. b) Al mismo tiempo, esta maternidad es plenamente sobrenatural; tanto en cuanto al modo, como en cuanto a la causa.

2) En la historia de la mariología se pone de relieve cómo la maternidad de Santa María fue considerada primero en su connotación más estricta en el hecho de haber concebido y dado a luz; después el ejercicio de esta maternidad a lo largo de toda la historia del Señor, sobre todo al pie de la Cruz.

3) La maternidad es la razón de ser de la existencia misma de la Virgen; a la vez que es raíz y fundamento de todas las demás gracias recibidas en orden a su misión.

23.2. Concepción Inmaculada. Plenitud de Santidad.

Introducción
1) En el mismo designio eterno en el que Dios decidió la Encarnación de su Hijo, se encuentra también la elección de santa María como Madre del Verbo encarnado. Designio que afecta esencialmente a la forma en que el Verbo se hace carne y a la forma de la maternidad de Santa María.

2) Ha de entenderse esta verdad como un modo interno de esta maternidad y no como una gracia extrínseca, en atención a la dignidad de la maternidad divina.

3) Entre los privilegios que Dios ha otorgado a la Virgen María, - en atención a su excelsa dignidad de Madre de Dios y en virtud de los méritos de su Hijo Jesucristo- está su Inmaculada Concepción. Estos privilegios están relacionados y hacen referencia a la misma santidad que convenía a María en orden a la misión de ser Madre de Dios.

Tanto la expresión panhagia como el paralelismo Eva-María son dos formulaciones en las que se encuentran explícitamente la afirmación acerca de su Inmaculada Concepción.

4) Esta santidad plena comporta dos aspectos inseparables: a) Negativo: la preservación de todo pecado, tanto original como personal; b) Positivo: la plenitud de gracia recibida.

Dentro del proceso histórico resalta el panegírico de Teoteknos de Libia; como la primera afirmación explícita en torno a la Inmaculada Concepción.

Fundamentación Escriturística

Gen 3,15. En esta perícopa existe un perfecto paralelismo entre la enemistad de la mujer con el diablo y la enemistad del descendiente de la mujer —el Mesías— con la serpiente.

Lc 1,28. Kekharitomene, expresa la plenitud de gracia desde el momento primero de su concepción.

Lc 1,42.: la exaltación de la Virgen procede de la excelencia de Jesús.
Definición Dogmática
Promulgada por Pío IX el día 8 de diciembre de 1854. La fórmula definitoria dice así:
“Declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser, por tanto, firme y constantemente creída por todos los fieles”.

Esta definición dogmática contiene varias afirmaciones:

a) La persona de María y no sólo el alma.
b) El dogma se refiere a la concepción pasiva de María, es decir, en el seno de su madre y alude al mismo momento de la concepción, o sea, cuando se produce la infusión del alma.
c) El hecho de ser preservada de pecado original fue un don absolutamente singular.
d) La causa meritoria de la Inmaculada Concepción es el mérito de Cristo.

Síntesis

1) La piedad cristiana a visto en la Misión materna de María, la razón profunda de la santidad y la plenitud de gracia desde el primer instante de su concepción.
2) En el mismo designio eterno en que Dios decidió la encarnación de su Hijo se encuentra también la elección de María.
3) La santidad plena de María comporta dos aspecto inseparables: la preservación de todo pecado y la plenitud de gracia recibida.

23.3. Virginidad Perpetua.

Introducción
1) El carácter virginal perpetuo de María que así confiesa la Iglesia, comprende tres momentos (antes, en y después del parto) de un único misterio en la que la Virgen María permaneció inmune de toda mancha de pecado.

2) Es cierto que la concepción virginal de Jesús no habría sido necesaria para la encarnación del Logos. Pero aquella fue dispuesta por la libre voluntad salvífica de Dios, esta concepción es un signo del carácter gratuito de la Redención.

3) La naturaleza de esta virginidad implica: a) integridad corporal de una persona que no ha tenido comercio sexual (concepción científica de la virginidad); b) entrega total de la persona, alma y cuerpo, mente y corazón a Jesucristo (concepción neotestamentaria).

4) Sentido de la Virginidad: a) hecho que afecta tanto a sus sentimientos, afectos y pensamientos “virginidad espiritual”; b) igualmente a su cuerpo y ha de entenderse realmente, no metafóricamente “virginidad física”.
5) Lo que la Iglesia enseña como verdad revelada es lo siguiente: a) absoluta y perfecta integridad corporal de la Virgen; b) Virginidad del alma.
6) El Dogma supone: a) que María concibió milagrosa y virginalmente por el poder omnipotente de Dios; b) que dio a luz sin perder su virginidad en el nacimiento de su Hijo; c) que María después del nacimiento de Cristo permaneció virgen durante toda su vida terrena.

Fundamentación Escriturística

a) Virginidad antes del parto
Is 7,14: en este texto las formas verbales “concebirá” y “dará a luz” se aplican a un mismo sujeto: la Virgen.
Mt 1,18-24 se nos dice que la concepción de Cristo se realizó virginalmente, sin concurso de varón, por obra del Espíritu Santo.

b) Virginidad en el parto
Lc 1,35b
Lc 2,7

c)Virginidad después del parto (virginidad perpetua).
Jn 19,25 ss
Jesús  confía María a su discípulo amado; este hecho ha sido considerado por los padres como una constatación de que María no tuvo otro hijo.

Síntesis

1) Es una afirmación contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición.
2) La concepción virginal de María no es necesaria para la encarnación del Logos; sino que brota de la libre voluntad salvífica de Dios.
3) La virginidad de María es totalmente excepcional, milagrosa e irrepetible.
4) Es totalmente y siempre, Madre-Virgen.
5) La virginidad en María se extiende desde la concepción, es decir antes, en y después.
6) La afirmación de esta verdad incluye la virginidad corporal y no solo se dice espiritualmente.

23.4 Participación de María en la obra salvífica de Cristo

Los títulos con más tradición en la Teología para designar la cooperación de Santa María en la obra de la salvación son su Maternidad espiritual y su 

Mediación universal

I. La Maternidad Espiritual.
El CVII enseña que María es verdadera Madre de los hombres en el orden de la gracia, porque coopera a la vida y al crecimiento espiritual de los fieles. La Virgen colabora con Cristo en un plano subordinado y dependiente de El, pero de modo verdadero. No sería correcto sostener que María es nuestra Madre por adopción, como si nos hubiera adoptado al pie de la Cruz, pues María no es madre por un simple título legal, sino que nos comunica una verdadera vida en el orden sobrenatural.

a) Bases bíblicas de la maternidad espiritual[237]

1. Las Bodas de Caná (Jn 2, 1ss). Todo este episodio se encuadra en la perspectiva de María como madre . Como madre actúa también el Hijo y ante los servidores.
2. María al pie de la Cruz (Jn 19,25-27). Las palabras por Jesús otorgan a María una misión que está en íntima conexión con la obra redentora, que el Señor consuma en aquellos momentos.
b)  Magisterio
Lo más destacable es lo que se puede extraer de una lectura atenta del capítulo VIII de Lumen Gentium: la doctrina de la maternidad espiritual impregna toda la doctrina mariológica expuesta en dicho capítulo (leer por ejemplo el n. 57).
c) Fundamento teológico de la maternidad espiritual

Hay varios motivos por los que se deduce que a María le compete ser Madre espiritual de todos los hombres:
1. Por ser Madre física de Jesús. María al concebir a su Hijo, a la vez, concibe a todos los que, a lo largo del tiempo, constituiremos el Cuerpo Místico. María engendra y da a luz físicamente a Jesús, Cabeza del “Cristo total; a nosotros, miembros del Cuerpo, nos origina espiritualmente.
2. Por su cooperación en la obra salvadora. María al asociarse como nueva Eva a su Hijo, participa activamente en la Redención, como de forma activa intervino Eva en la caída del género humano. Puede afirmarse así que María es causa de nuestra vida sobrenatural; por tanto, en el plano sobrenatural, María es verdadera Madre nuestra.
3. Por su presencia al pie de la Cruz. Allí María, aceptando “el testamento de la Cruz”, con su muerte mística, alumbró a la humanidad a la vida sobrenatural de la gracia.

d) Naturaleza de la maternidad espiritual
Hay que sostener que María es madre de todos los hombres en un sentido real y no metafórico o de simple adopción. Podemos decir que María es nuestra Madre en tres sentidos:
1. Sentido propio, porque nos comunica, aunque de forma subordinada, la vida sobrenatural.
2. Sentido espiritual, no físico o biológico, como lo es de Cristo, pues nos da la vida del espíritu y no la de la carne.
3. Sentido formal, no meramente material, porque ha aceptado voluntariamente ser Madre y nos ayuda a lograr la vida de la gracia.

II. La Mediación Materna de Santa María

La mediación materna de María incluye dos aspectos: su cooperación en la Redención in fieri o Redención objetiva (la adquisición de la gracia por medio de la Redención) y su cooperación en la Redención in facto esse o redención subjetiva (la distribución de las gracias a las personas) (que se explica en el punto 6). Antes de continuar hay que precisar qué entendemos por mediadora. Se denomina mediadora a aquella persona que se ocupa de unir dos o más personas entre sí o de volver a unirlas, si habiéndolo estado, ahora están separadas por una discordia. Para ser mediador se requieren dos cosas: a) la razón de medio entre dos extremos, que exige que el mediador convenga en algo con las partes a unir, y difiera en algo de ellas; y b) el oficio de unir los dos extremos.

María es verdadera y propiamente mediadora, porque Ella cumple las dos condiciones que se acaban de exponer. Ella se encuentra como medio entre Dios y los hombres: por ser Madre de Dios, se distingue de las demás criaturas; mientras que por su condición de persona humana, se aleja de Dios y se asemeja a los hombres. Ella cumple también el oficio de unir, porque por su fiat consiguió que el Hijo de Dios asumiese la naturaleza humana y logró con ello que Dios se acercara al hombre, y a la vez que el hombre se uniera a Dios.

Cooperación de María a la Redención objetiva

a) Para el CVII (LG nn. 55-62) la participación de María en la obra salvadora de Cristo no es algo accidental o accesorio, sino un hecho predestinado desde toda la eternidad en el plan divino redentor. La doctrina conciliar sobre la asociación de María a la obra de Cristo se puede resumir en los puntos siguientes:

1. Es voluntad expresa de Dios que “así como la mujer contribuyó a la muerte, también la mujer contribuyera a la vida. Lo cual se cumple de modo eminente en la Madre de Jesús por haber dado al mundo la Vida misma”.
2. María no fue un instrumento meramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres.
3. La unión de la Virgen con su Hijo en la obra de la salvación abarca toda su vida y especialmente desde la Anunciación hasta la muerte de Cristo.
4. María cooperó en forma del todo especial a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas.
5. En el momento de la consumación de nuestra Redención, no sin designio divino, María estuvo erguida junto a la Cruz, sufriendo y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio y consintiendo amorosamente a la inmolación de la víctima.
(Para profundizar en el tema de la cooperación en la Redención objetiva se pueden estudiar las diversas posiciones de los teólogos contemporáneos en J. L. BASTERO, María, Madre del Redentor, pp. 292ss).

b) Naturaleza de la cooperación de María

El CVII no intentó resolver las cuestiones debatidas entre las diversas escuelas teológicas respecto a la naturaleza de la cooperación de María (si es mediata o inmediata, pasiva o activa, …). Se limitó mas bien a enunciar los elementos esenciales, mantenidos por la fe común de la Iglesia, proponiendo algunas precisiones teológicas y metodológicas sobre el tema. Algunas de esas precisiones son:
1. Cristo es el único Mediador (1 Tim 2, 5-6).
2. La mediación mariana no oscurece la mediación de Cristo, ni la aumenta ni la disminuye.
3. La mediación de María no es absolutamente necesaria; proviene del querer divino y procede de la sobreabundancia de los méritos de Cristo.
4. La mediación de María no es una mediación intermedia entre los hombres y Cristo; al contrario es una mediación indisolublemente unida a la de Cristo y absolutamente dependiente de ella.
5. La cooperación de María en la obra del Redentor es diversa a la de las demás criaturas: es una cooperación eminente y singular.

La cooperación de María a la Redención, por tanto, aunque querida por Dios, es sin embargo:
1. Secundaria: ya que la salvación de los hombres no se puede atribuir de igual a Cristo y a María: a Aquel principalmente y a Esta secundariamente;
2. Dependiente: porque la eficacia de las acciones de María se basa en los méritos de Cristo y de ellos depende intrínsecamente;
3. Por sí misma insuficiente: pues las acciones de Cristo son de valor infinito y sobreabundante, para satisfacer a la justicia divina. Las acciones de María no añaden intrínsecamente ningún valor a los méritos y satisfacciones del Señor;
4. Hipotéticamente necesaria: Dios habría podido redimirnos exclusivamente por los méritos de Cristo, sin la cooperación de María. Pero, como ha dispuesto asociar a María a la obra redentora, es necesario hipotéticamente que los méritos y satisfacciones de la Virgen se unan a los de su Hijo, como precio de la liberación de los hombres.

23.5 Cooperación de María a la Redención in facto esse (redención subjetiva)

a) Se puede decir que la misión de distribuir las gracias por parte de María es una consecuencia de su asociación a la Redención y de su maternidad espiritual. Ella, por voluntad divina, subordinada a Cristo, aplica a los hombres todas las gracias obtenidas en la Redención. La mayoría de los autores sostienen que María distribuye todas las gracias a los hombres de un modo directo e inmediato. La afirmación de que María es la mediadora universal de las gracias ha sido constante en el magisterio reciente: todas las gracias obtenidas en la redención se nos otorgan a través de Santa María (León XIII); Ella es “el cuello” que une la Cabeza al cuerpo (S. Pío X); …

b) Fundamento teológico de la dispensación mariana de las gracias
La intercesión y dispensación de las gracias por parte de la Virgen se fundamenta en las siguientes prerrogativas:
1. La maternidad divina. Cuando María con su fiat dio el consentimiento para que se encarnara el Verbo divino, se vinculó para siempre a la misión de su Hijo mediante “una entrega total de sí misma, de su persona, al servicio de los planes salvíficos del Altísimo…”.
2. Por su cooperación a la Redención. Puesto que María coopera en la Redención, debe cooperar también en la distribución de las gracias obtenidas en la Redención.
3. Por su maternidad espiritual. La maternidad supone la donación de la vida, en este caso, espiritual —por medio de la gracia santificante— y juntamente debe suministrar los medios oportunos para la conservación y desarrollo de ella —a través de las gracias actuales—.

Juan Pablo II señala tres características de la mediación mariana (Redemptoris Mater, nn. 38-40):
1. Es una mediación participada: la mediación de María es una participación de la única fuente que es la mediación de Cristo mismo.
2. Es una mediación materna: la mediación de María está íntimamente unida a su maternidad y posee un carácter específicamente materno que la distingue del de las demás criaturas.
3. Es una mediación universal: la cooperación de María participa, por su carácter subordinado, de la universalidad de la mediación del Redentor, único mediador.

23.6. Asunción al Cielo.

Introducción

1) Este es un privilegio distinto de los anteriores, porque la glorificación del cuerpo y del alma es algo a la que están destinados todos los hombres, el privilegio consiste que en María se ha dado anticipadamente.
2) Desde los primeros siglos de la Iglesia existe en los cristianos el sentir común de que María es la primera redimida por Cristo y tal redención fue de forma eminente. En ella llega a su plenitud y se manifiesta en toda su perfección la redención operada por Cristo.
3) Su glorificación solo encuentra marco adecuado en su referencia maternal a Cristo y al puesto que como Madre, ocupa en la salvación de los hombres.
4) Argumento de Tradición: esta verdad no se encuentra de forma explícita en ningún texto de la Sagrada Escritura. Esta verdad se halla testimoniada principalmente en la tradición: a) durante el siglo IV se sostiene que el cuerpo de María no fue sometido a la corrupción; b) San Epifanio de forma explícita, se inclina por su asunción corporal al Cielo; c) en la liturgia se observa una evolución de Dormición a Asunción. En oriente está generalizada desde el siglo VI; en occidente VII y VIII. d) Pablo VI señala que el privilegio consiste en la anticipación. e) La Iglesia excluye una explicación de este dogma que quite lo que le es propio: la anticipación. Uno de los testimonios y argumentos más claro y válidos que atestiguan la fe católica, en la Asunción de María es la solemne y antiquísima fiesta que comenzó a celebrarse en Oriente en el siglo IV bajo el nombre de koimesis o domisis.

Constitución “Munificentissimus Deus”

Promulgada por Pío XII el 1º de noviembre de 1950. El texto de la definición dice así:
“Proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.

Se pueden destacar los términos principales de esta fórmula definitoria:
María: es la persona de la Virgen la que fue asunta en toda la plenitud de su ser.

Cumplido el curso de su vida terrena: estas palabras fueron intencionadamente escogidas para prescindir, en la definición, de si María murió o no.

Fue asunta: asunción (de assumptio), designa aquí la acción de trasladar, elevar, o subir a María. Esta asunción no se realiza por virtud propia (como sucedió en la Ascensión del Señor), sino por virtud y acción de otro; es Dios quien asciende a María.

En cuerpo y alma: son los dos elementos que constituyen la unidad del ser humano. María fue asunta y glorificada en toda la plena realidad existencial de su ser. El dogma definido se centra, especialmente, en la glorificación corporal de la Virgen.

Fundamentación Escriturística (en sentido asuncionista).

Gen 3,15. Parte esencial e histórica de esa victoria fue la Resurrección de Cristo; de ahí que se pueda concluir también la glorificación del cuerpo de María, asociada plenamente, como la Nueva Eva, a la victoria del Kyrios.

Lc 1,28. El arcángel Gabriel llama a María “llena de gracia”. A esta plenitud de gracia debe corresponder la plenitud de gloria, también corporal. Además la “bendita entre todas las mujeres” (Lc 1.42) debía quedar exenta de toda maldición del pecado.

Ap 12,1. Nos presenta una gran señal que aparece en el cielo: la mujer vestida de sol y la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Se entiende en sentido asuncionista.

23.7 María, Mediadora y Corredentora.

1) Los títulos de mediadora y corredentora hacen referencia al papel de María en la consecución y distribución de la gracias. Con su asunción a los cielos no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna.

2) En efecto, uno solo es nuestro Mediador, pero la misión maternal de María con los hombres, de ninguna manera disminuye a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su plena eficacia.

3) Todo influjo de la Santísima Virgen María en la salvación de los hombres no tiene su origen en ninguna necesidad objetiva, sino en que Dios quiso así.

4) Esta mediación brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ésta y de ella saca toda su eficacia, la unión inmediata de los creyentes con Cristo.

23.7. Madre de la Iglesia.

1) Este título aparece poco en la literatura cristiana de los siglos pasados, solo  fue apareciendo en la medida en que se profundiza en la doctrina del Cuerpo Místico de Cristo.

2) Benedicto XIV,  primer pontífice que afirmó la maternidad sobre la Iglesia.

3) Es sin embargo Pablo VI en la clausura del Vaticano II cuando el título queda definido: “para gloria de la Sma. Virgen y para consuelo nuestro proclamamos a María Santísima Madre de la Iglesia, es decir Madre de todo el pueblo cristiano, tanto de los fieles como de los pastores...” La idea del Papa es mostrar a María no sólo como Madre de los fieles sino del Cuerpo Místico en su unidad y totalidad. La Maternidad sobre cada uno de los hombres presupone la maternidad sobre la Iglesia. María por ser Madre de Cristo es Madre de la Iglesia.

4) Las razones que fundamentan la maternidad sobre la Iglesia son: a) Por la teología del Cuerpo Místico de Cristo; b) Esta prerrogativa no es nueva para la piedad de los fieles cristianos; antes bien con este nombre y con preferencia a cualquier otro los fieles acostumbran a dirigirse a María; c) A raíz de la insistente petición.

5) La base teológica de esta verdad son: a) la Maternidad y la Misión materna de María sobre el Pueblo de Dios.

6) Este título no es menos necesario para la comprensión del misterio de la Iglesia.

7) Sentido en que se dice que María es Madre de la Iglesia:
a) En primer lugar se dice que es Madre de la Iglesia porque Ella engendra al Hijo, cabeza del Cuerpo de la Iglesia. Esta maternidad se comunica a la Iglesia en virtud de la unión estrecha que se da entre la Cabeza y sus miembros.
b) Se debe decir que la maternidad de María sobre la Iglesia no merma su condición de miembro excelso del Cuerpo Místico de Cristo, sino que le enriquece, a la vez que decimos que no es un miembro más, sino primicia y prototipo de ella.
c) La divina Maternidad es el fundamento de su especial relación con Cristo, también constituye el fundamento principal de las relaciones de María con la Iglesia, “por ser Madre de Aquel que desde el primer instante de la Encarnación en su seno virginal, se constituyó Cabeza de su cuerpo Místico, que es la Iglesia”.

B) RESUMEN

Maternidad Divina de María.

- Verdadera maternidad divina: a) es una auténtica maternidad biológica, humana y natural. b) Al mismo tiempo, esta maternidad es plenamente sobrenatural; tanto en cuanto al modo, como en cuanto a la causa.

- En la historia de la mariología se pone de relieve cómo la maternidad de Santa María fue considerada primero en su connotación más estricta en el hecho de haber concebido y dado a luz; después el ejercicio de esta maternidad a lo largo de toda la historia del Señor, sobre todo al pie de la Cruz.

- La maternidad es la razón de ser de la existencia misma de la Virgen; a la vez que es raíz y fundamento de todas las demás gracias recibidas en orden a su misión.

Concepción Inmaculada. Plenitud de Santidad.
      Definición Dogmática: “Declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser, por tanto, firme y constantemente creída por todos los fieles”.
      Síntesis
La piedad cristiana a visto en la Misión materna de María, la razón profunda de la santidad y la plenitud de gracia desde el primer instante de su concepción; en el mismo designio eterno en que Dios decidió la encarnación de su Hijo se encuentra también la elección de María; la santidad plena de María comporta dos aspecto inseparables: la preservación de todo pecado y la plenitud de gracia recibida.

Virginidad Perpetua.

Es una afirmación contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición; la concepción virginal de María no es necesaria para la encarnación del Logos; sino que brota de la libre voluntad salvífica de Dios; la virginidad de María es totalmente excepcional, milagrosa e irrepetible; es totalmente y siempre, Madre-Virgen; la virginidad en María se extiende desde la concepción, es decir antes, en y después; a afirmación de esta verdad incluye la virginidad corporal y no solo se dice espiritualmente.

Asunción al Cielo.
El privilegio consiste que en María se ha dado anticipadamente; desde los primeros siglos de la Iglesia existe en los cristianos el sentir común de que María es la primera redimida por Cristo y tal redención fue de forma eminente; su glorificación solo encuentra marco adecuado en su referencia maternal a Cristo y al puesto que como Madre, ocupa en la salvación de los hombres; argumento de Tradición.

      Constitución “Munificentissimus Deus”: “Proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.

      Fundamentación Escriturística: Gen 3,15; Lc 1,28; Ap 12,1.

María, Mediadora y Corredentora.
Los títulos de mediadora y corredentora hacen referencia al papel de María en la consecución y distribución de la gracias; la misión maternal de María no disminuye a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su plena eficacia; porque Dios lo quiso así; Brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo.
Madre de la Iglesia.

Fue apareciendo en la medida en que se profundiza en la doctrina del Cuerpo Místico de Cristo; Benedicto XIV,  primer pontífice que afirmó la maternidad sobre la Iglesia; con Pablo VI el título queda definido; razones que fundamentan la maternidad sobre la Iglesia son: a) Por la teología del Cuerpo Místico de Cristo; b) Esta prerrogativa no es nueva para la piedad de los fieles cristianos; antes bien con este nombre y con preferencia a cualquier otro los fieles acostumbran a dirigirse a María; c) A raíz de la insistente petición; la base teológica de esta verdad son: a) la Maternidad y la Misión materna de María sobre el Pueblo de Dios; este título no es menos necesario para la comprensión del misterio de la Iglesia; sentido en que se dice que María es Madre de la Iglesia: en primer lugar se dice que es Madre de la Iglesia porque Ella engendra al Hijo, cabeza del Cuerpo de la Iglesia; se debe decir que la maternidad de María sobre la Iglesia no merma su condición de miembro excelso del Cuerpo Místico de Cristo, sino que le enriquece; la divina Maternidad es el fundamento de su especial relación con Cristo, también constituye el fundamento principal de las relaciones de María con la Iglesia.

C) BIBLIOGRAGÍA
OROZCO, Antonio, “Madre de Dios y Madre Nuestra”, Rialp, 2da. ed.
SCMAUS, Michael, “El Credo de la Iglesia Católica”.
AAVV, “El Misterio de Jesucristo”, Eunsa.
BASTERO, Juan Luis, “María, Madre del Redentor”. Eunsa.

TEMA 24: LA IGLESIA DE CRISTO

24.1 Cristo, fundamento y Fundador de la Iglesia.
24.2 Reino de Dios e Iglesia en la predicación de Jesús.
24.3 Aspectos del misterio de la Iglesia.
24.4 Notas de la Iglesia.
24.5 La Iglesia, Pueblo de Dios y Cuerpo Místico de Cristo.
24.6 Misión de la Iglesia.

A) DESARROLLO

24.1 Cristo, fundamento y Fundador de la Iglesia

La Iglesia es una obra ad extra de la Trinidad. Su primer origen está en el libérrimo y arcano decreto del Padre eterno que decide elevar a los hombres a la participación de su vida divina[238]. Así, Cristo junto con el Padre, envió el Espíritu Santo para que santificara a su Iglesia, la impulsara a su propia expansión[239]. De este modo la Iglesia aparece como un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Cristo no sólo es el fundador sino el fundamento “Pues del costado de Cristo dormido en la Cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia”[240] y es el fundamento constante de su Iglesia. La fundación de la Iglesia no se puede ver en un acto exclusivo de Jesús. No hay que pensar en un acto solemne mediante el cual la Iglesia hubiera sido proclamada, pues, no existe tal acto formal. La Iglesia creció a lo largo de la vida de Jesús conforme a su voluntad creadora y a su voluntad de extender el amor del Padre, que comparte con el Espíritu Santo, a todo el mundo. Pero ciertas acciones particulares de Jesús tienen especial significación, ya que revelan de modo especial su voluntad de fundar la Iglesia. Estos actos de Jesús se pueden clasificar de la siguiente manera:

Actos de Cristo que preparan la Iglesia (Actos preparatorios):
1) La constitución de la comunidad de los discípulos. “El germen y el comienzo del Reino son el pequeño rebaño de los que Jesús ha venido a convocar en torno suyo y de los que él mismo es el pastor . Constituyen la verdadera familia de Jesús[241].
2) Elección y misión de los “Doce”. “El Señor Jesús dotó a su comunidad de una estructura que permanecerá hasta la plena consumación del Reino. Ante todo está la elección de los Doce con Pedro como su Cabeza; puesto que representan a las doce tribus de Israel, ellos son los cimientos de la nueva Jerusalén. Los Doce y los otros discípulos participan en la misión de Cristo, en su poder, y también en su suerte”[242].
3) Vocación y misión de Pedro. Existe una voluntad explícita de Cristo que entre ellos haya uno que sea la Roca que dé consistencia (en los Evangelios Pedro siempre aparece en primer lugar) y que debe confirmar a sus hermanos. Tras la confesión de Pedro aparece la promesa de que Cristo edificará su Iglesia sobre la persona de Pedro y también sobre la Fe en que él es el Mesías.

La Última Cena del Señor en cuanto acto anticipador y recapitulador:

La Última Cena es el acto fundacional que da sentido a los otros porque la Nueva Iglesia surge por la entrega de Cristo y la participación de los creyentes en ese tomar el cuerpo que es anticipada en la Última Cena. Se presenta al pueblo como la Nueva Alianza con el encargo de hacerlo en su conmemoración.
Los “Actos de Colación” de Cristo resucitado:
1) Manda , con todo el poder del Cielo, perdonar los pecados como fruto de la Cruz.
2) Colación del Primado a Pedro. Pedro es el signo de la potestad de Cristo sobre su Iglesia, cuando le dice que debe apacentar sus ovejas.
3) Elementos de misión y potestad. No es una potestad delegada sino la misma potestad de Cristo hecha presente porque representa a Cristo como pastor. Son representantes y lo harán a partir de un acto sacramental. Luego también, una vez resucitado les da la misión universal de predicar, santificar y gobernar. Todo esto cuando les manda perdonar los pecados atar y desatar y predicar su Evangelio por todo el mundo.

24.2 Reino de Dios e Iglesia en la predicación de Jesús

“El Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Noticia, es decir, de la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras. Para cumplir la voluntad del Padre, Cristo inauguró el Reino de los cielos en la tierra. La Iglesia es el Reino de Cristo presente ya en misterio”[243].

Las características del reino predicado por Jesús son:  1) Es  escatológico; 2) Está en crecimiento; 3) Es religioso, no es político; 4) Es universal; 5) Es de misericordia no de castigo; 6) Se accede al Reino por la conversión (metanoia); 7) El Reino de Dios es el Reino de Cristo, implica una conversión a Jesús, reconocer que El es el Hijo de Dios.

La pregunta sobre la relación entre el Reino y la Iglesia se planteó en el siglo XIX por parte del protestantismo liberal, concretamente a raíz de la afirmación de Loisy: “Jesús anunciaba el Reino y vino la Iglesia”. Según esta visión hay una ruptura entre el Reino e Iglesia, esta concepción se introdujo en el ambiente católico: el modernismo. Otro grupo de autores se enmarcó en la escuela escatologista (Bultmann, H. Küng, Schweitzer): “el Reino sólo se dará en la Parusía; ése era el reino del que hablaba Cristo aunque pensaba que era algo inminente y que se daría durante su vida”. También se mantuvo la línea de la ilustración protestante de corte racionalista (Harnack, Schleiermacher): “Cristo predicó el Reino de Dios, pero era meramente espiritual, la Iglesia surgió después. Entre ambos no existe relación. El cristianismo es una ética. Una realidad basada en el amor, que no afecta al hombre sino al espíritu”. Estas doctrinas fueron condenadas en el Decreto Lamentabili y en la Enc. Pascendi de San Pío X.

Más recientemente el Concilio Vaticano II en Lumen Gentium 5, al hablar de la relación entre la Iglesia y el Reino, afirma que la Iglesia recibe la misión de anunciar el Reino, y la misión de instaurarlo en todos los pueblos siendo ella misma “el germen y el comienzo de este Reino en la tierra”. Por tanto, se puede a modo de resumen decir: que la Iglesia es un agente al servicio del Reino, con misión de anunciarlo en el futuro e instaurarlo en el presente; la Iglesia es presencia germinal del Reino; la Iglesia vive en tensión escatológica hacia la consumación del Reino; el Reino y la Iglesia en parte se identifican y en parte se diferencian; y que la Iglesia ha sido fundada por Cristo, el mismo que ha predicado el Reino de Dios.

24.3 Aspectos del misterio de la Iglesia

La Iglesia es a la vez: sociedad dotada de órganos jerárquicos y el Cuerpo Místico de Cristo; el grupo visible y la comunidad espiritual; la Iglesia de la tierra y la Iglesia llena de bienes del cielo. Estas dimensiones juntas constituyen una realidad compleja, en la que están unidos el elemento divino y el humano[244].

La Iglesia es Misterio de Comunión. En la Iglesia es donde Cristo realiza y revela su propio misterio como la finalidad del designio de Dios: recapitular todo en él. San Pablo llama gran misterio al desposorio de Cristo y de la Iglesia. Porque la Iglesia se une a Cristo como a su esposo, por eso se convierte a su vez en Misterio. Contemplando en ella el Misterio, San Pablo escribe: el misterio es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria [245].

En la Iglesia esta comunión de los hombres con Dios por la caridad que no pasará jamás es la finalidad que ordena todo lo que en ella es medio sacramental ligado a este mundo que pasa[246].

La Iglesia es sacramento universal de salvación. La Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano: Ser el sacramento de la unión íntima de los hombres con Dios es el primer fin de la Iglesia. Como la comunión de los hombres radica en la unión con Dios, la Iglesia es también el sacramento de la unidad del género humano [247].

Como sacramento, la Iglesia es instrumento de Cristo. Ella es asumida por Cristo como instrumento de redención universal, sacramento universal de salvación, por medio del cual Cristo manifiesta y realiza al mismo tiempo el misterio del amor de Dios al hombre. Ella es el proyecto visible del amor de Dios hacia la humanidad que quiere que todo el género humano forme un único Pueblo de Dios, se una en un único Cuerpo de Cristo, se coedifique en un único templo del Espíritu Santo[248].

24.4 Notas de la Iglesia

Entendemos por notas ciertas propiedades esenciales de la Iglesia que la hacen exteriormente reconocible y discernible. Constituyen a la Iglesia en su ser, dimanan de la misma esencia de la Iglesia desde el centro mismo de su misterio; las notas son consecuencia de su naturaleza sacramental y condición sine qua non de su misión; según resume el Catecismo de la Iglesia  Católica, las notas de la Iglesia son:
1) La Iglesia es una: Tiene un solo Señor, confiesa una sola fe, nace de un solo Bautismo, no forma más que un solo Cuerpo, vivificado por un solo Espíritu, orientado a una única esperanza[249] a cuyo término se superarán todas las divisiones[250].
2) La Iglesia es santa: Dios santísimo es su autor; Cristo, su Esposo, se entregó por ella para santificarla; el Espíritu de santidad la vivifica. Aunque comprenda pecadores, ella es “ex maculatis immaculata” (“inmaculada aunque compuesta de pecadores”). En los santos brilla su santidad; en María es ya la enteramente santa[251].
3) La Iglesia es católica: Anuncia la totalidad de la fe; lleva en sí y administra la plenitud de los medios de salvación; es enviada a todos los pueblos; se dirige a todos los hombres; abarca todos los tiempos; es, por su propia naturaleza, misionera[252].
4) La Iglesia es apostólica: Está edificada sobre sólidos cimientos: “los doce apóstoles del Cordero”[253]; es indestructible[254]; se mantiene infaliblemente en la verdad: Cristo la gobierna por medio de Pedro y los demás apóstoles, presentes en sus sucesores, el Papa y el colegio de los obispos[255].
 La única Iglesia de Cristo que es: una, santa, católica y apostólica, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él. Sin duda, fuera de su estructura visible pueden encontrarse muchos elementos de santificación y de verdad[256].

24.5 La Iglesia, Pueblo de Dios y Cuerpo Místico de Cristo

Ninguna imagen tratada aisladamente abarca totalmente el misterio de la Iglesia. Pero hay imágenes más abarcantes que otras, de entre ellas la Iglesia como Cuerpo Místico y como Nuevo Pueblo de Dios son fundamentales.

i) Cuerpo Místico: La comparación de la Iglesia con el cuerpo arroja un rayo de luz sobre la relación íntima entre la Iglesia y Cristo. No está solamente reunida en torno a El: siempre está unificada en El, en su Cuerpo[257]. En esta imagen se destacan los siguientes puntos:
1) La unión indisoluble entre Cristo y la Iglesia: Cristo entra en el concepto de la Iglesia. De modo analógico podemos decir que esta unión es tan indisoluble como la Hipostática.
2) Unión vital entre Cristo y la Iglesia, de tal manera que la Iglesia existe como un misterio de comunión con Cristo.
3) El carácter mistérico o sobrenatural de la Iglesia: Misterio sobrenatural y espiritual, no espiritualista.
4) Esta imagen nos habla de una relación entre los sacramentos y la comunidad de gracia. La Iglesia tiene una estructura sacramental, de tal manera que dentro de los sacramentos hay un sacramento que según Santo Tomás, es el que hace la Iglesia: la Eucaristía.
5) Hay una implicación de los servicios o ministerios que se dan en la Iglesia y que la presentan como un organismo.
6) En este cuerpo, el principio vital o de unidad es el Espíritu Santo (es como el alma).

ii) Pueblo de Dios: Esta noción ayuda a profundizar en el misterio de la Iglesia de modo que:
1) Une el AT con el NT, así el Nuevo Pueblo de Dios se entenderá como la continuación del qahal Yahveh, comprendida tal novedad al margen de raza y cultura.
2) Hay continuidad en las ideas de vocación y de elección. A un cuerpo no se pertenece por voluntad propia, sino que se nace parte de ese cuerpo. Todos han sido llamados y convocados a formar este pueblo, esta vocación resume la antropología de la Iglesia. Se comprende que en la Iglesia lo fundamental es el ser cristiano (bautizado y confirmado); luego, vendrá la distinción jerárquica como una congregación dentro de la congregación, que está para el servicio de ella.
3) Implica también la idea de Alianza, fundamental tanto en el AT como en la Iglesia. Se requiere una respuesta de fe, obediencia y fidelidad. La Iglesia es portadora de la Alianza y sacramento de salvación.
4) Muestra cómo la Iglesia tiene como finalidad la alabanza y la gloria de Dios al igual que el qahal Yahveh del AT. Esta alabanza está ligada al desarrollo del sacerdocio de Cristo en la Iglesia: testimoniar las maravillas de Dios.
5) Pone de relieve el sentido escatológico de la Iglesia.
A modo de síntesis, de ambas nociones, se puede afirmar que: La Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, es decir, aquel que existe como Cuerpo de Cristo.

24.6 Misión de la Iglesia

Siguiendo el orden del Catecismo de la Iglesia[258] veremos: cuál es la misión de la Iglesia; su origen y fin; el motivo; quién conduce esta misión y por qué caminos.

El mandato misionero que la Iglesia ha recibido de Dios consiste en que ha sido enviada para ser sacramento universal de salvación, obedeciendo al mandato de su Fundador, se esfuerza por anunciar el Evangelio a todos los hombres[259].
El origen de la misión de la Iglesia tiene su fuente última en el amor eterno de la Santísima Trinidad[260]; y el fin último de la misión no es otro que hacer participar a los hombres en la comunión que existe entre el Padre y el Hijo en su Espíritu de amor[261].

Del amor de Dios por todos los hombres la Iglesia ha sacado en todo tiempo la obligación y la fuerza, el motivo, de su impulso misionero: “porque el amor de Cristo nos apremia...”[262]. En efecto, “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad”[263].

El Espíritu Santo es en verdad el protagonista de toda la misión eclesial[264]. El es quien conduce la Iglesia por los caminos de la misión, mismos que recorrió Cristo; esto es, el camino de la pobreza, la obediencia, el servicio y la inmolación de sí mismo hasta la muerte, de la que surgió victorioso por su resurrección[265].

Por último, algunas características concretas, propuestas por el Concilio Vaticano II, que debe tener el camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión, son: ser camino de conversión y renovación [266]; camino de paciencia[267]; de esfuerzo hacia la unidad de los cristianos[268]; y de diálogo respetuoso con los que todavía no aceptan el Evangelio[269].

B) RESUMEN

Los Actos de Cristo que preparan la Iglesia son: la constitución de la comunidad de los discípulos; elección y misión de los “Doce”; vocación y misión de Pedro. La Última Cena del Señor es un acto anticipador y recapitulador. Los “Actos de Colación” de Cristo resucitado son: manda , con todo el poder del Cielo, perdonar los pecados como fruto de la Cruz; colación del Primado a Pedro; y elementos de misión y potestad.

Las características del reino predicado por Jesús son:  es escatológico; está en crecimiento; es religioso, no es político; es universal; es de misericordia no de castigo; se accede al Reino por la conversión; y el Reino de Dios es el Reino de Cristo, implica una conversión a Jesús, reconocer que Él es el Hijo de Dios.

La Iglesia es Misterio de Comunión. En la Iglesia es donde Cristo realiza y revela su propio misterio como la finalidad del designio de Dios: recapitular todo en él. La Iglesia es sacramento universal de salvación. La Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano.

Entendemos por notas ciertas propiedades esenciales de la Iglesia que la hacen exteriormente reconocible y discernible: la Iglesia es una, santa, católica y apostólica.

La Iglesia es el Pueblo de Dios y el Cuerpo Místico de Cristo. A modo de síntesis, de ambas nociones, se puede afirmar que: La Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, es decir, aquel que existe como Cuerpo de Cristo.

El mandato misionero que la Iglesia a recibido de Dios consiste en que ha sido enviada para ser sacramento universal de salvación, obedeciendo al mandato de su Fundador, se esfuerza por anunciar el Evangelio a todos los hombres.

C) BIBLIOGRAFÍA

Concilio Vaticano II, Const. Lumen gentium, 1-17.
Concilio Vaticano II, Decr. Ad gentes divinitus, 1-9.
Concilio Vaticano II, Const. Sacrosanctum Concilium, 1-13.
Concilio Vaticano II, Decl. Dignitatis Humanae, 14.
Concilio Vaticano II, Decr. Unitatis Redintegratio, 4.
Juan Pablo II,  Redemptoris Missio, 21.23.50.55.

Catecismo de la Iglesia Católica, 748-870.

Suma teologica