TEMA 3: LA FE
3.1 Naturaleza de la fe teologal y
propiedades.
3.2 Inteligencia y voluntad en el acto
de fe.
3.3 Génesis de la fe: conocimiento de
la credibilidad de la Revelación; juicio de credendidad.
3.4 Credibilidad y vida de fe.
3.5 Fe e Iglesia.
A) DESARROLLO
3.1 Naturaleza de la fe teologal y
propiedades
La fe es la “virtud sobrenatural
mediante la cual, impulsados y ayudados por la gracia de Dios, creemos que son
verdaderas las cosas divinamente reveladas por Él, no por la verdad intrínseca
de las cosas conocidas con la luz natural de la razón, sino por la
autoridad del mismo Dios que se revela, que no puede ni engañarse ni
engañarnos”[7].
Se trata del asentimiento y adhesión a
Dios que se revela en Cristo. El hombre responde, no a un conocimiento
indirecto de Dios que ha dejado su rastro en el cosmos y en la conciencia, sino
a Dios que se comunica al hombre como un yo a un tú, entregándose y pidiendo
una respuesta, aunque el yo y el tú no se encuentren en el mismo plano.
La fe, como acto y como vida, se
caracteriza por algunas propiedades fundamentales. La fe es:
- Sobrenatural: Significa que la fe es
siempre y necesariamente gracia y don de Dios , no el resultado de una
conquista humana que en tal caso seria una virtud. Hay una imposibilidad absoluta de adquirir la fe por medios
de las fuerzas naturales del hombre. La fe nunca es el resultado necesario de
un proceso racional. El hombre puede recorrer el camino de la credibilidad y
llegar a certezas morales; pero la fe, en cuanto tal, le es dada: “no viene de
nosotros, es don de Dios”[8].
- Libre: Significa que sólo se cree si
libremente se quiere creer. El hombre tras el pecado mantiene su libertad
humana, aunque debilitada, pero no desaparece como afirmaba Lutero. Tiene la
suficiente libertad para cooperar con la gracia que inclina al hombre a creer
en Cristo, y puede también resistir a la gracia porque no es meramente pasivo.
El carácter libre de la fe no conduce
al indiferentismo. Aunque el hombre sólo cree si quiere, no es lo mismo creer
que no creer. El creer o el rechazo de la fe son susceptibles de una valoración
moral una vez que se cuenta con los elementos necesarios para acceder a Dios
(conocimiento de la predicación, gracia de Dios, etc.). Por tanto la libertad
de la fe no equivale a la libertad moral del creer, como si hacerlo o no fuera
indiferente y ajeno a cualquier juicio moral.
- Oscura: La fe es oscura porque el que
cree no ha visto. Está estrechamente relacionada con la libertad que acompaña
al asentimiento, y caracteriza a la forma propia de certeza que corresponde a
la fe. Esta oscuridad puede ser entendida de dos formas:
1) la fe es oscura porque la verdad de
su objeto no puede ser alcanzada ni por evidencia ni por demostración;
2) la fe es oscura, además, porque una
vez alcanzado el objeto de fe, éste excede completamente la capacidad de la
mente humana.
La oscuridad de la fe sólo puede ser
provisional: es la oscuridad del ahora que desaparecerá ante la claridad
del después: “Ahora vemos en un espejo y oscuramente, pero entonces veremos
cara a cara”[9].
- Cierta: La certeza, caracterizada por
la indudabilidad, acompaña también necesariamente a la fe. Solamente se accede
a la certeza que corresponde a la fe cuando tiene lugar el acto de creer. Se
trata de la certeza propia de la fe, -forma específica de certeza-. Su
fundamento es la autoridad infalible de Dios a quien no le es posible errar o
engañar. Por este fundamento la certeza de la fe -así lo comenta
Sto.Tomás- es superior a la certeza del propio conocimiento.
La verdad inmutable de Dios y la luz de
la revelación son objetivamente un fundamento más sólido que el que pueda tener
cualquier certeza humana. Pero desde una consideración subjetiva la certeza que
resulta de la evidencia percibida por el sujeto es superior a la certeza de la
fe. Por carecer de esta evidencia, al asentimiento de la fe no lo caracteriza
el reposo, sino la tendencia a ver, a comprender: fides quaerens intellectum.
Esta tendencia viene después -no antes- de poseer la fe.
Pero en todo caso la certeza de la fe
es superior en firmeza (seguridad en la posesión de lo verdadero y plenitud en
la adhesión), de tal forma que al que cree no le cabe la menor duda: “Diez mil
dificultades no hacen una sola duda”, dice Newman. La certeza de la fe, además,
se ve confirmada con la práctica cristiana.
- Teologal: La fe cristiana
establece una relación inmediata entre Dios que se revela y el hombre
destinatario de la revelación que cree. Se trata de un acto religioso del hombre
entero: es una fe absoluta , porque asiente a la verdad de Dios por ser él
quien es. De ahí nacen la adhesión, el compromiso y la
incondicionalidad de la fe.
- Eclesial: ver 3.5
3.2 Inteligencia y voluntad en el acto
de fe
Creer a Dios que se revela se traduce
en un juicio que afirma la verdad de lo revelado. Hacer juicios es propio de la
inteligencia, y por eso en el acto de fe la inteligencia interviene
necesariamente y de forma insustituible. Concretamente, se pude afirmar que
interviene en 3 momentos:
1) para entender la palabra que se le
dirige;
2) para juzgar la verosimilitud, la
plausibilidad y credibilidad de lo que se le propone;
3) en el acto de fe, confesando la
verdad de lo revelado, pronunciando el “amén” del asentimiento.
Pero la fe no es sólo asunto de la
inteligencia. En el acto de fe interviene también, y esencialmente, la
voluntad. No hay nada que me obligue a creer, y por tanto creo si quiero. La
voluntad consiente a lo que la inteligencia conoce, y si no quiere creer, no
cree. Sin embargo, no basta con querer para creer porque la fe es gracia, pero
sólo el que quiere creer acaba creyendo.
La cooperación de inteligencia y
voluntad para el acto de fe no tiene lugar a través de momentos sucesivos, sino
mutuamente implicados y situados en la unidad del acto del entero ser
personal[10].
3.3 Génesis de la fe: conocimiento de
la credibilidad de la revelación; el juicio de credendidad.
En la génesis del acto de fe
intervienen diversos factores por parte del hombre y de Dios: el entendimiento
y la voluntad y toda la persona humana, la Revelación y la gracia y el amor de
Dios. En definitiva: razón, libertad y gracia.
El estudio teológico y la experiencia
cristiana a lo largo de los siglos, a la luz de la Revelación y con la guía del
Magisterio eclesiástico, han ido llegando a una estructuración sistemática de
los elementos que intervienen en el acto de fe en cuatro momentos principales:
1) juicio de credibilidad, (es
razonable creer, puedo creer);
2) juicio de credendidad (debe creerse,
debo creer);
3) decisión o mandato de la voluntad
(quiero creer);
4) asentimiento del intelecto (creo).
Este análisis no significa que
cronológicamente los cuatro momentos se den así, ni que sean advertidos y
distinguidos de una manera refleja; no hay que olvidar que tratamos de analizar
lo que en la realidad forma un proceso vital.
- Por el primer momento (juicio de
credibilidad) se concluye que la revelación es digna de ser creída por una
persona racional (es creíble); es la conclusión de un análisis realizado
sobre los motivos de credibilidad (ver 2.4), a través de los cuales se llega a
la evidencia del hecho de la revelación. En el juicio de credibilidad
intervienen la inteligencia y la voluntad, cada una con sus actos propios. Para
este juicio no es necesario el auxilio de la gracia pero la mayoría de las
veces moralmente requiere gracias actuales, auxiliares o sanantes.
- Tras el juicio de credibilidad viene
el juicio de credendidad, que concluye en un juicio práctico: se debe creer, ya
que la revelación de Dios es no sólo creíble, sino el único camino para lograr
mi salvación. La credendidad tiene como trasfondo el conocimiento natural de
Dios junto con la tendencia del hombre al fin último (al bien) unido a la vida
moral humana. Dios constituye el fin último del hombre y es, por tanto, lo que
el hombre debe alcanzar para salvarse. El juicio de credendidad se presenta
como la condición intelectual que hace posible la “electio fidei”. Hasta qué
punto es necesario aquí el auxilio de gracias sobrenaturales divinas es
cuestión discutida por los teólogos. En cuanto la credendidad supone ya el
inicio de la fe son necesarias gracias actuales de Dios; algunos autores
consideran que para el juicio remoto de credendidad (debe creerse) normalmente
no se requiere, y que en cambio son necesarias para el juicio próximo, personal
(debo creer), para fortalecer y rectificar la voluntad, para enderezarla y
hacerla más libre y buena.
- Los dos últimos momentos (decisión de
creer y asentimiento de la inteligencia) son ya plenamente realizados con la
cooperación e influjo de la gracia sobrenatural, sin la cual el hombre no puede
de ninguna manera incorporar su entendimiento y voluntad, su persona, a la
verdad y amor divinos, a la vida divina, que la revelación le ofrece[11].
La renovación de la apologética a
finales del siglo XIX y principios del XX contribuyó a la aparición de nuevas
perspectivas desde las cuales abordar la génesis del acto de fe. Si la
apologética tradicional se fijó sobre todo en el objeto de la fe, esta
renovación atiende sobre todo al sujeto sin desentenderse del objeto: en el
sujeto existe un dinamismo que -si se actúa de forma coherente con él-
impulsa al sujeto en la dirección de la fe: el “para el hombre” de la
revelación se corresponde con una constitución del sujeto en la que queda
plasmada una “necesidad” de la revelación, de forma que solamente si el sujeto
accede a ella encuentra el sentido pleno de su ser.
3.4 Credibilidad y vida de fe
La fe en Jesucristo, en Dios revelador,
depende de motivos. Son motivos todos aquellos que de hecho encaminan a los
hombres hacia la fe y actúan también como fundamentos de la fe que se tiene.
Sin embargo, para llegar de hecho a la fe es necesario que los motivos que
conducen a la entrega confiada a Dios dejen el lugar un único motivo, que es
Dios mismo y su autoridad, en cuanto garante exclusivo de su propia
manifestación a los hombres. Estamos ante la fe teologal en la que todo está
fundado si es Dios quien habla; y al revés: si no es Dios quien habla, nada de
esa fe está fundado. En consecuencia, la fe es auténtica cuando el motivo
objetivo y subjetivo por el que se cree -distinto de los motivos por los que se
camina hacia la fe- es la autoridad de Dios que revela.
Lo dicho no quita que, junto al motivo
de la fe, sigan dándose existencialmente motivos. Estos motivos (por ejemplo,
un ambiente social favorable a la práctica religiosa, el ejemplo de personas
singulares, la percepción del sentido que la fe da a la vida, etc.) resuenan en
el sujeto, mientras que el motivo formal es más difícil de percibir
existencialmente. A su vez, las situaciones contrarias a esos motivos pueden
actuar como obstáculos. Pero en todo caso -insistimos- sólo el motivo que es
Dios mismo puede “soportar” el acto de fe como entrega incondicional. Esto es
lo que tradicionalmente se ha llamado objeto formal de la fe.
Esta benevolencia de Dios no es objeto
de comprobación, escapa siempre a los métodos racionales y científicos; por eso
la certeza de la fe, que se apoya en la bondad y fidelidad de Dios, es un tipo
único de certeza que sólo se alcanza como resultado de un salto: el salto de la
fe.
El salto de la fe no es una pura
decisión, no separa a la fe del conocimiento porque el hombre debe poder
justificar ante su propia razón su decisión irrevocable de creer. Pero al final
es necesario que el hombre se decida a apoyarse en Dios. De esta forma la
certeza de la fe va acompañada de un sacrificio de la inteligencia, que debe
renunciar a su propia luz para aceptar un fundamento distinto. Este salto es
posible si:
1) la razón consiente sin ser forzada a
ello, sino movida solamente por el amor más libre y personal posible;
2) que el “Otro” al que se somete sea
quien es: el Creador, totalmente trascendente y al mismo tiempo más íntimo a mí
que yo mismo.
3.5 Fe e Iglesia
La fe es un acto personal, pero no es
un acto aislado. Por eso la presentación de la fe como acto personal necesita
ser completada con la dimensión eclesial del creer. Creer es un acto eclesial:
es la persona la que cree, y es al mismo tiempo la Iglesia la que cree. Para
que el acto de fe sea personal y eclesial al mismo tiempo es preciso que se dé
una cierta identificación del sujeto creyente con la Iglesia. Esta
identificación se puede encontrar en dos momentos: 1) el creyente está en la
Iglesia y de ella recibe el contenido y el modo de creer; 2) la Iglesia es la
comunidad de los creyentes (communio fidelium).
1) El creyente en la Iglesia: El hombre
no encuentra por sí mismo la revelación de Dios, sino que la recibe en el seno
de la comunidad creyente que es la Iglesia, y en la Iglesia es donde confiesa
su fe en esa revelación. Si la revelación se recibe en la Iglesia, la
eclesialidad es una nota intrínseca a la fe del creyente individual. Así como
Cristo es el mediador de la revelación divina, siendo Él mismo esa revelación,
así también el acceso a la fe tiene lugar a través de la Iglesia que es la
“Esposa” de Cristo, con quien comparte todo su ser-Iglesia.
La consecuencia de la necesaria
mediación de la Iglesia es que la misma Iglesia interviene directamente en la
forma cognoscitiva del sujeto como condición sine qua non del conocimiento
personal: el auditus fidei tiene lugar in Ecclesia et per Ecclesiam.
2) La Iglesia : La Iglesia no es una
pura realidad mística sino realización histórica y expresión de la communio de
los creyentes. La eclesialidad del acto de fe significa que el sujeto debe
hacer suya la fe de la Iglesia, y que esta fe se expresa y existe en el acto de
fe de quien mantiene vivo su vínculo con la communio. Al vivir su fe, el
creyente no sólo construye su propia existencia, sino que al mismo tiempo
edifica la Iglesia, de manera que el del individuo es el creo de la
Iglesia, no el credo de creyentes aislados[12].
B) RESUMEN
3.1 Naturaleza de la fe teologal
La fe es la “virtud sobrenatural
mediante la cual, impulsados y ayudados por la gracia de Dios, creemos que son
verdaderas las cosas divinamente reveladas por Él, no por la verdad intrínseca
de las cosas conocidas con la luz natural de la razón, sino por la
autoridad del mismo Dios que se revela, que no puede ni engañarse ni
engañarnos”
Propiedades: Sobrenatural: es un don de
Dios; libre: se cree sólo si se quiere creer; cierta: una certeza propia de la
fe: fundamentada en la autoridad de Dios; oscura: porque el que cree no ha
visto; teologal: la fe supone una relación inmediata entre Dios y el hombre;
Eclesial.
3.2 Inteligencia y voluntad en el acto
de fe
La inteligencia: 1) entiende la palabra
que se le dirige; 2) interviene para juzgar la credibilidad de lo que se le
propone; 3) interviene en el acto de fe, confesando la verdad de lo revelado.
La voluntad: consiente a lo que la
inteligencia conoce, y si no quiere creer, no cree. Pero no basta con querer
para creer, porque la fe es gracia, pero sólo el que quiere creer acaba
creyendo
La cooperación de inteligencia y
voluntad para el acto de fe tiene lugar a través de la unidad del acto del
entero ser personal, no en momentos sucesivos.
3.3 Génesis de la fe: conocimiento de
la credibilidad de la revelación...
En el acto de fe se pueden encontrar
cuatro momentos principales: juicio de credibilidad, (es razonable creer, puedo
creer); no es abs.nec. la gracia; juicio de credendidad (debe creerse, debo
creer); es necesaria la gracia; decisión o mandato de la voluntad (quiero
creer); es abs. necesaria la gracia; asentimiento del intelecto (creo); es abs.
necesaria la gracia
3.4 Credibilidad y vida de fe
Los motivos de la fe preparan y
conducen al hombre a creer, y desempeñan a veces la función de apoyo psicológico
de la fe del creyente. El motivo de la fe (la autoridad de Dios que
revela) es el único fundamento sólido capaz de soportar el peso de la entrega
incondicional y total de la fe. Los motivos deben conducir al motivo para que
la existencia cristiana fundada sobre esa fe sea radicalmente moral y tenga
garantía de consistencia.
3.5 Fe e Iglesia
Creer es un acto eclesial: es la
persona la que cree, y es al mismo tiempo la Iglesia la que cree: el creyente
está en la Iglesia y de ella recibe el contenido y el modo de creer: el hombre
no encuentra por sí mismo la revelación de Dios, sino que la recibe en el seno
de la Iglesia, y en la Iglesia confiesa su fe; la Iglesia es la comunidad de
los creyentes (communio fidelium): el hombre debe hacer suya la fe de la Iglesia.
Además esta fe se expresa y existe en el acto de fe de quien mantiene el
vínculo de comunión con la Iglesia.
C) BIBLIOGRAFÍA
- Teología Fundamental. Cesar Izquierdo
Urbina. EUNSA 1998. pp. 282-286 y 271-27. Ibidem. pp. 264-26. Ibidem. pp.
287-289. Ibidem. pp. 276-279.
- Enciclopedia GER, voz: Fe. Tomo 9;
pp. 789-90 y Teología Fundamental... pp. 36.
TEMA 4: LA INSPIRACIÓN BÍBLICA
4.1. Canon de los libros sagrados.
4.2. Naturaleza de la inspiración
bíblica.
4.3. Veracidad y santidad de la Sagrada
Escritura.
4.4. La interpretación bíblica:
criterios racionales y teológicos.
4.5. Teología y exégesis bíblica.
A) DESARROLLO
4.1. Canon de los libros sagrados
Se llama canon a una norma por la que
se juzga correcto un pensamiento o doctrina.
Los términos “canónicos” e “inspirados”
coinciden en varios aspectos, pero son dos conceptos formalmente distintos. El
término inspirado significa que tiene a Dios como autor principal. El termino
canónico viene de ser inspirado; la Iglesia lo reconoce como tal. Es canónico
porque es inspirado.
El canon de la Sagrada Escritura es el
conjunto de libros que la Iglesia considera oficialmente como base de su
doctrina y sus costumbres por el hecho de estar inspirados por Dios.
Se conoce como canon bíblico al
conjunto de todos los escritos que forman la Biblia, y que por su origen divino
constituyen su regla de fe y costumbres. Se llama protocanónicos los libros que
siempre y en todas comunidades cristiana fueron tenidos por inspirados. En
cambio, se llama deuterocanónicos a los libros que no siempre y en todas
comunidades cristianas fueron incluidos en el canon A.T. y N. T. Estos libros
fueron aceptados oficialmente como inspirados y normativos por el concilio de
Trento[13].
La inclusión de un libro en el canon no
supone necesariamente su autenticidad literaria por parte del que aparece como
autor de la obra.El canon se ordena a identificar y
delimitar una serie de libros recibidos y leídos en la Iglesia como palabra de
Dios para los creyentes. El criterio que influyó para la formación del canon
bíblico cristiano es el reconocimiento en los libros de una recta regla de la
fe, una clara apostolicidad y un uso habitual en el culto.
En resumen, El canon de los libros
sagrados , por el hecho de estar inspirados por Dios, es el conjunto de libros
que la Iglesia considera oficialmente como base de su doctrina y sus
costumbres.
4.2. Naturaleza de la Inspiración
Bíblica
Noción de la Inspiración Bíblica.
La inspiración bíblica es una carisma
-gracia sobrenatural- dado por Dios a ciertos hombres en A.T. y N. T. Para
consignar por escrito con validez general y pública, aquellos misterios de Dios
de su intervención en la Historia de la Salvación humana, que Dios ha querido
que fuesen de este modo entregados a la Iglesia por causa de nuestra salud y
santificación[14].
De esta definición se desprenden
algunas características de la inspiración:
- La inspiración divina es el
constitutivo previo necesario para que un libro forme parte de la Biblia.
- La inspiración divina de un escrito
es previa y necesaria para que ese escrito sea canónico.
- La inspiración divina es un carisma
sobrenatural dado por Dios al hagiografo para que ponga por escrito y sin error
lo que Dios ha revelado y quiere comunicar a los hombres.
- El carisma de la inspiración es
transitorio, sobrenatural y gratuito.
- El carisma de la inspiración
proporciona una luz en el entendimiento del hagiógrafo para juzgar con
“certeza” divina.
- La inspiración es un don otorgado por
Dios no para la santificación del que lo recibe (gracia santificante), sino
para el bien de la Iglesia (gratia gratis data).
Naturaleza de la Inspiración bíblica.
" La Santa Madre Iglesia, fiel a
la fe de los apóstoles, reconoce que todos los libros del AT y del NT con todas
sus partes son sagrados y canónicos en cuanto que escritos por inspiración del
Espíritu Santo[15], tienen a Dios por autor y como tales han sido confiados a
la Iglesia"[16].
La afirmación de que Dios es autor de
la Sagrada Escritura se dice también de algunos textos sagrados[17] y también
que los hagiógrafos son verdaderos autores.
Entre los padres de la Iglesia, el
testimonio es unánime: así Dios "dicta", "dice" los libros
Sagrados y que Dios es "autor" o " escritor" de la SE.
La Biblia como una obra literaria que
tiene a Dios y al hombre como verdaderos autores, plantea el problema teológico
de cómo se compagina la acción de Dios y del hagiógrafo en la composición del
texto.
Había varias soluciones, la mas
significativa es la solución de Santo Tomás[18], a partir de la causa instrumental.
Santo Tomas sintetizó su solución
diciendo que la causa agente puede ser doble: principal(o aquella que obra por
su propia virtud) e instrumental ( o aquella que obra en virtud de una moción
previa que recibe de un agente principal y es también aplicada a la acción).
Hay que afirmar que los hagiógrafos son
instrumentos vivos, libres y racionales movidos por Dios para la redacción de
los libros sagrados. Esta acción de Dios sobre el hagiógrafo, se observa como
una acción ad extra de Dios (inspiración activa) atribuida de modo especial al
Espíritu Santo; que es recibida libre y voluntariamente por el hagiógrafo
(inspiración pasiva); y que se contempla plasmada en los libros sagrados (
inspiración terminativa).
DV. 11, resume los caminos para
solucionar el problema de compaginar la acción de Dios y la del hagiógrafo:
"en la composición de los libros sagrados , Dios se valió de los hombres
elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo, obrando
Dios por ellos y en ellos como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y
solo lo que Dios quería".
Como conclusión, decir que el libro
Sagrado es de Dios y del hagiógrafo. Toda la Biblia es inspirada, tiene a Dios
por autor y es, por tanto, palabra de Dios.
4.3. Veracidad y santidad de la Sagrada
Escritura.
Veracidad de la Sagrada Escritura
La verdad de la Biblia deriva de la veracidad de Dios quien la ha inspirado como autor principal. La veracidad como cualidad de los libros sagrados cuando es contemplado como ausencia de error, se denomina inerrancia bíblica. La ausencia de error abarca solo lo referente a la fe y a la moral.
La doctrina de la veracidad de la
Sagrada Escritura pertenece al dogma católico como una consecuencia necesaria
del dogma de la inspiración divina de la Biblia.
La tradición fundamenta la veracidad de
la Biblia en dos razones:
1.Que la veracidad esta en íntima
relación con el fin mismo de la inspiración, de manera que son inseparables.
2. Que la veracidad esta en íntima
conexión con la perfección de Dios.
De esta manera, podemos resumir la
doctrina de la veracidad de la Biblia en los siguientes apartados:
A) La veracidad de la Biblia pertenece
al deposito de la Fe y se explica como consecuencia necesaria de la inspiración
divina de la Biblia.
B) La verdad se extiende a todo el
contenido de la Biblia.
C) La Biblia es una verdad absoluta en
la que se contienen tanto verdades de orden metafísico como acontecimientos,
promesas, exigencias.
Santidad de la Sagrada Escritura
La santidad de la Biblia expresada de
modo negativo significa inmunidad de todo error moral. Es decir, no puede
encontrarse en los libros inspirados nada que repugne a la santidad de Dios.
Según Santo Tomás, las escrituras son
santas por un triple motivo:
A) Por su origen divino, la Biblia es
santa al haber sido inspirados por el Espíritu Santo.
B) Por su contenido que enseñan una
doctrina moral santa e intachable.
C) y por su fin porque nos santifica al
encauzarnos a la santidad.
Por tanto, la Biblia exige ser leída,
estudiada y meditada como algo santo y sagrado.
La santidad de la Biblia se manifiesta
en la conformidad con la ley moral de los juicios ético-morales que se emiten
sobre actos, palabras y sentimientos de los personajes y hechos que presenta.
4.4. La interpretación Bíblica.
Criterios racionales y teológicos.
Los libros Sagrados, como tienen autor
humano, las reglas que deben aplicarse para su interpretación son las de
cualquier obra literaria ( o criterios racionales), y como además su autor es
Dios, tiene unas reglas especificas para su interpretación ( o criterios
dogmáticos o teológicos)
Criterios racionales de interpretación.
“Para descubrir la intención del autor,
hay que tener en cuenta, entre otras cosas, los géneros literarios. Pues, la
verdad se presenta y se anuncia de modo diverso en obras de diversa índole
histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios. El
interprete indagará lo que el autor sagrado dice o intenta decir, según su
tiempo o cultura, por medio de los géneros literarios propios de su época. Para
comprender exactamente lo que el autor propone en sus escritos, hay que tener
muy en cuenta los modos de pensar, de expresarse, de narrar que se usaban en
tiempo del escritor, y también las expresiones que entonces se oían emplear en
la conversación ordinaria”[19].
a) Establecer cuál es el texto genuino.
b) Aplicar los principios
científicamente establecidos por la hermenéutica acompañándose del género
literario de cada libro y ambiente histórico al que se refiere el escrito.
El primer cuidado que ha de tener el
exegeta la diligente investigación del sentido literal del texto. Las normas
que la hermenéutica le impone para tal trabajo de investigación son cuatro:
1) Examinar el texto con el empleo de
la filología o conocimiento de las lenguas del antiguo oriente.
2) El examen del contexto es la regla
principal para la investigación del sentido del texto.
3) Al contexto siguen en importancia,
los lugares paralelos, o sea, fragmentos afines entre sí por constar de los
mismos términos o por razón del contenido doctrinal o histórico.
4) El ambiente histórico y todas las
circunstancias para una perfecta inteligencia del libro.
De esas normas, hay que tener en cuenta
la importancia que tiene el conocimiento de las ciencias auxiliares y algunos
métodos hermenéuticos.
En resumen, Criterios racionales para
la interpretación de la sagrada son el establecimiento del texto genuino,
aplicar los principios científicamente establecidos por la hermenéutica.
La diligente investigación del sentido
literal del texto y las normas que la hermenéutica le impone son cuatro: a)
examinar el texto, b) contexto, c)los pasages paralelos y d) el ambiente
histórico. Todo esto sin olvidar que el autor del sentido literal es Dios.
Criterios teológicos de interpretación
El exegeta católico tiene en el
Magisterio infalible de la Iglesia, un guía seguro para su
trabajo: “ La escritura se ha de leer con el mismo espíritu con el que fue
escrita: por tanto para descubrir el verdadero sentido del texto sagrado hay
que tener en cuenta el contenido y unidad de toda la Escritura, la Tradición
viva de toda la Iglesia, la analogía de la fe. A los exegetas toca aplicar
estas normas en su trabajo para ir penetrando y exponiendo el sentido de la
Biblia, de modo que con dicho estudio pueda madurar el juicio de la Iglesia.
Todo lo dicho sobre la interpretación de la Sagrada Escritura queda sometido al
juicio definitivo de la Iglesia que recibió de Dios el encargo y el oficio de
conservar e interpretar la Palabra de Dios”[20].
Estos criterios, teniendo su fundamento
en la inspiración divina de la Sagrada Escritura, se dividen en dos grupos:
A) Criterios dogmáticos (Dios es autor
principal de la Biblia).
1) La analogía de la fe bíblica. Este
principio ofrece un aspecto positivo y ayuda el lector a tener honda
inteligencia de la revelación.
2) Desarrollo progresivo y homogéneo de
la Revelación. Dios se ha revelado progresivamente hasta llegar a la suprema
revelación, el Verbo Encarnado.
3) La interna armonía de ambos
Testamentos . Este principio fundamenta la interpretación cristiana del Antiguo
Testamento y el sentido pleno de la Sagrada Escritura.
4) La gracia divina y la acción
vivificante del Espíritu Santo.
B) Criterios dogmáticos (La Iglesia es
la que custodia e interpreta de la Sagrada Escritura).
1) La interpretación autentica de la
Biblia compete exclusivamente al Magisterio de la Iglesia. Esta interpretación
puede ser directa cuando dicho Magisterio declara infaliblemente el sentido
autentico de un texto. Indirecta es cuando el objeto formal de la definición no
es el texto en si, sino que formal y directamente se refiere a una Verdad de
Fe, para cuya ilustración se trae a colación uno o varios textos de la Sagrada
Escritura.
2) Por este principio se entiende la
conformidad de las verdades religiosas contenidas en la revelación con las
verdades contenidas en la tradición oral
3) El sentido de la Sagrada Tradición y
el testimonio unánime de los Padres de la Iglesia.
4.5. Teología y exégesis bíblica.
La Sagrada Escritura es una de las fuentes
constitutivas de la teología: aporta los datos sobre los cuales se hace la
especulación teológica”. La teología se apoya, como cimiento perdurable, en la
Biblia unida a la Tradición; así la teología se mantiene firme y recobra su
juventud, penetrando a la luz de la fe, la verdad escondida en el misterio de
Cristo. La Sagrada Escritura contiene la palabra de Dios , en cuanto inspirada
es realmente la Palabra de Dios; por eso la Sagrada Escritura debe ser alma de
la Teología”[21].
La exégesis por ser una disciplina
teológica mantiene estrechas y complejas relaciones con las demás disciplinas
teológicas.
La teología sistemática, de una parte,
ejerce un cierto influjo sobre la “precomprensión” con que los exegetas abordan
los textos bíblicos y la exégesis; de otra, proporciona datos básicos a las
otras disciplinas teológicas. En el caso de la exégesis católica se trata de
una precomprensión basada sobre certezas de fe.
Teología bíblica es relativamente
moderna. Su objeto especifico, método y limites aun no han llegado a ser
definidos con precisión.
Los puntos de vista de la exégesis y la
teología son diferentes y deben serlo. Por eso, una de las principales
funciones de la Escritura es lanzar desafíos a los sistemas teológicos y
recordar continuamente la existencia de aspectos importantes de la Divina
Revelación y de la realidad humana que a veces son descuidados por la reflexión
teológica sistemática. Y al mismo tiempo, los teólogos presentan a los exegetas
cuestiones actuales importantes sobre determinados textos sagrados para
conseguir una mayor comprensión especulativa de la fe cristiana.
B) RESUMEN
1) El canon es una norma y conjunto de libros. Los términos “canónicos” e “inspirados” coincide en varios aspectos pero son dos conceptos formalmente distintos.
Se conoce como canon bíblico al
conjunto de todos los escritos que forman la Biblia. Esos libros se dividen
según su incorporación: protocanónicos y deuterocanónicos.
2) Inspiración bíblica es una
carisma—gracia sobrenatural— dado por Dios a ciertos hombres en A.T. y N. T.
Para escribir aquella intervención de Dios a la Historia de la Salvación. Dios
es el autor principal de la Biblia y los hagiógrafos son autores
instrumentales.
3) A) La veracidad de la Biblia deriva
de la veracidad de Dios y se contempla como ausencia de error, se denomina
inerrancia bíblica.
B) La santidad de la Sagrada Escritura
expresada de modo negativo significa inmunidad de todo error moral.
4) La interpretación bíblica según
autores humanos usa la regla de cualquier obra literaria ( criterio racional).
La interpretación bíblica según Dios tiene regla especifica (criterios
dogmáticos o teológicos).
5) La teología sistemática, de una
parte, ejerce un cierto influjo sobre la “precomprensión” con que los exegetas
abordan los textos bíblicos y la exégesis, de otra, proporciona datos básicos a
las otras disciplinas teológicas.
C) BIBLIOGRAFÍA
Gran enciclopedia Rialp. Ediciones
Rialp, S.A. Madrid 1979.
José Monforte. Conocer la Biblia:
iniciación a la Sagrada Escritura. Rialp, Madrid 1997.
V.
Mannucci. La Biblia como Palabra de Dios. Introducción general a la Sagrada
Escritura. Desclée, Bilbao, 1985.
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