TEMA 17: LA PROVIDENCIA DIVINA Y EL
GOBIERNO DEL MUNDO
17.1. La doctrina teológica sobre la
providencia.
17.2. El problema del mal.
17.3. Providencia divina, acción y
libertad humana.
17.4. Teología de la creación.
17.5. La autonomía de las realidades
terrenas: su fundamento y sentido.
17.1. La doctrina teológica sobre la
providencia.
Providencia entendida en sentido amplio
es el cuidado que Dios consagra a la Creación en general. Providencia en
sentido estricto designa las intervenciones divinas mediante las cuales las
criaturas son guiadas hacia su fin. En este segundo sentido conviene distinguir
un doble aspecto: el orden conocido y determinado por Dios desde la eternidad,
en conformidad con el cual las criaturas han de ser conducidas hacia la meta.
Lo primero puede denominarse Providencia en sentido estrictísimo; lo segundo es
el gobierno divino del mundo.
Se suele hablar de una providencia general
y de una providencia especial. La primera se extiende a la totalidad del mundo
en general y en particular; la segunda concerniente a los seres racionales,
sobre todo a las criaturas cuyo destino es felicidad, los órganos de la
revelación y la iglesia. La última se realiza interrumpiendo o modificando el
orden natural ordinario de la naturaleza y de la gracia. Además se suele
distinguir entre Providencia directa y Providencia indirecta.
El Concilio Vaticano I presenta la
Providencia como una consecuencia de la creación cuando dice: "Todo lo que
Dios ha creado lo conserva y gobierna mediante su Providencia, alcanzando de un
confín a otro poderosamente y disponiéndolo todo
suavemente(Sap.8,1)"[154].
El gobierno divino del mundo es la
ejecución en el tiempo de la providencia, es decir, de ese plan eterno de Dios
sobre el mundo. Todo lo que se mueve en este mundo no puede estar fuera de la
providencia divina: Sab.14,3:"Tu, Padre gobiernas todas las cosas por tu
providencia".
La Providencia y las causas segundas:
Dios es soberano en su designio, pero para su ejecución se sirve también del
concurso de las criaturas. Esto es signo de la grandeza y bondad de Dios, pues
no solo da a las criaturas la existencia, sino también la dignidad de actuar
por sí mismas. Pero su acción siempre se subordina a la causa primera que es
Dios, quien obra en y por las causas segundas. Esta es inseparable de la fe en
Dios Creador[156].
La finalidad de la Providencia divina
se realizará infaliblemente. Pero nosotros no conocemos sus caminos. La
historia humana y la de la naturaleza se mueven hacia la meta final que les ha
sido señalada, a pesar de los obstáculos que puede oponer la voluntad libre de
la criatura, por laberintos y escarpadas subidas, a través de catástrofes y
nuevos caminos. "Yo anuncio desde el principio lo que está por venir, y de
antemano lo que no se ha hecho. Yo digo: 'Mis designios se realizan, y cumplo
toda mi voluntad”[157].
Importancia de la noción cristiana de
Providencia. Constituye un contrapeso a la noción de creación: hablar de
Dios-Creador implica marcar una separación entre Dios y la criatura. La idea de
Providencia insiste en la honda conexión existente entre el agente divino y su
obra, enseña que Dios no permanece inactivo después de crear, sino que habla
continuamente a su creación y lo hace con el mismo amor que le movió a
producirla.
17.2 El problema del mal.
El mal es una realidad en el mundo y en
la vida humana. Es un hecho patente y cierto. Se trata no solo de un problema,
sino de un misterio. El problema radica en la siguiente pregunta: ¿Cómo es
posible que exista el mal en un mundo creado por Dios y, cuyas leyes y
designios han sido establecidos por la sabiduría y la bondad divinas? ¿Qué es
el mal?
La respuesta cristiana establece que
también los males, tanto físicos como morales, se someten a la divina
providencia, es decir son providenciales en cuanto que se supeditan a un fin
último bueno intentado por Dios.
Dentro de esta compleja realidad, suele
distinguirse entre el mal físico y el mal moral: El primero se produce en el
mundo de la naturaleza material y visible. Significa la falta de una propiedad
de la que el ser que lo sufre se halla dotado por naturaleza, t sin la que se
ve mermado en su plena realidad (ej. ceguera). Mal físico son también para el
hombre ciertos procesos biológicos como el envejecimiento, la enfermedad y la
muerte, así como el padecimiento ocasional provocado por catástrofes y
fenómenos naturales (hambre, terremotos, sequías, etc.). El origen del mal
físico se puede encontrar en la Biblia que afirma que todo lo que existe tiene
un único principio: Dios Creador, Bondad Suma.
¿Como puede ser posible la existencia
del mal? Ello se debe a que Dios quiso libremente crear un mundo "en
estado de vía" hacia su perfección última. Ese devenir trae consigo junto
a la aparición de ciertos seres, la desaparición de otros; junto a lo más
perfecto, lo menos perfecto; junto a las construcciones de la naturaleza, las
destrucciones. Esta es la justificación de la existencia del mal físico[158].
El mal moral ocurre en el reino de la libertad: es una libre decisión de la
voluntad humana contra un mandato o prohibición legítimos y conocidos
adecuadamente por el intelecto. Es un mal culpable. El mal moral se origina por
el pecado. Los ángeles y los hombres son criaturas dotadas de inteligencia y
libertad. Han de caminar hacia su destino último por elección libre y amor de
preferencia. Por ello pueden desviarse, y de hecho pecaron, introduciendo en el
mundo el mal moral que es incomparablemente más grave que el físico. Dios no es
de ninguna manera, ni directa ni indirectamente, la causa del mal moral. Sin
embargo, lo permite respetando la libertad de su criatura[159].
La Tradición de la Iglesia insiste en
la idea de que el mal, derivado de la libertad humana y de la imperfección y
contingencia del mundo material, es permitido por Dios con fines providentes.
Los males no causan bienes, ni se pueden cancelar especulativamente mediante
esquemas interpretativos de orden puramente intelectual, pero son ocasión de
bienes. Dios no pretende el mal, pero éste no escapa a la providencia divina
que lo conoce y lo rige. Observa así San Agustín que Dios ha preferido sacar
bienes de los males a no permitir la existencia de males en absoluto. El Señor
ordena el mal a un bien mayor, aunque no siempre podamos señalar cuál sea ese
bien.
Finalmente diremos que el misterio del
mal se esclarece por el misterio de Jesucristo, muerto y resucitado para vencer
el mal.
17.3 Providencia divina, acción y
libertad humana.
A las criaturas Dios les concede la
dignidad de actuar por sí mismas, ejerciendo una auténtica causalidad segunda
en y por la cual actúa Dios, causa primera. A los hombres concede Dios incluso
el poder de participar libremente en su providencia confiándoles la
responsabilidad de "someter la tierra y dominarla"[160]. Dios da así
a los hombres el ser causas inteligentes y libres para contemplar la obra de la
creación. Se trata de un caso particular del llamado "concurso
divino": en las obras de las criaturas concurren la acción propia de la
causa segunda (la criatura) y la acción de la causa Primera (Dios). En las
causas humanas, el hombre "concurre" como causa inteligente y libre.
La razón del concurso divino se halla
en la total dependencia que todo ser creado tiene de Dios. Dios actúa como
causa primera y la acción humana como causa segunda. No son dos operaciones
yuxtapuestas sino que se coordinan para obrar juntos en la consecución de un
mismo efecto. La acción de Dios y la acción humana forman un todo orgánico con
intrínseca dependencia la segunda de la primera.
Acerca de cómo se coordinan la
causalidad divina y la causalidad humana en la acción libre y meritoria del
hombre, existen dos tendencias teológicas clásicas.
a) El Tomismo enseña que la acción de
Dios en cada una de las acciones de los agentes creados consiste en el influjo
de la Causa Primera recibido inmediatamente en las causas segundas. En virtud
de ese influjo, Dios inspira a las causas segundas su eficacia actual,
moviéndolas y aplicándolas a la acción moralmente por vía de la atracción
y activamente determinándolas a la actividad.
b) El Molinismo concibe la acción de
Dios como un influjo físico e inmediato sobre las causas secundas - esto
coincide con el tomismo - pero niega que este influjo sea anterior en tiempo o
en la naturaleza a la determinación de la causa segunda; se trata únicamente de
un concurso simultáneo de Dios que coincide en la misma acción con el influjo
causal de la criatura.
La incidencia de la acción de Dios en
la existencia de los hombres es decisiva y real pero al mismo tiempo resulta
silenciosa y discreta, de modo que en muchas ocasiones podría parecer un Dios
ausente, aunque en realidad podemos decir que también brilla en sus aparentes
ausencias. Las Criaturas han sido hechas por Dios de tal manera que, al
desarrollar su propia actividad natural, colaboran, por decirlo así, en la
Providencia divina respecto a los demás seres. De este modo, las criaturas no
sólo ejercen las posibilidades de su ser, sino que son además causa de bondad y
de bien para otros seres.
Existe también lo que podemos llamar
ejercicio extraordinario de la Providencia. Nos referimos al milagro, que es
una manifestación de la gloria divina y una muestra de una solicitud de Dios
hacia los hombres. Los milagros obedecen desde luego a una iniciativa divina,
pero la naturaleza no resulta en ellos vulnerada o ignorada, sino trascendida.
Las acciones milagrosas de Dios sobrepasan la naturaleza, pero no sobrepasan la
esperanza de la gracia, que se funda en la fe, por la que creemos en la
resurrección futura. El milagro no es antinatural como tampoco lo es la gracia.
Anticipa en el mundo la nueva creación, y constituye él mismo un signo y un
gesto de resurrección.
La intervención activa de Dios no
suprime la libertad de la criatura. Dios se adapta a la Naturaleza y al hombre,
creados por El. Dios pone en marcha la actividad de la criatura y la reasume en
su propio obrar. Mediante su intervención en la actividad de la criatura, Dios
no se hace responsable del pecado de las criaturas. En toda acción pecaminosa
hay que distinguir el obrar en cuanto tal, el ser del obrar, el contenido
ontológico, Dios es su principal agente. La criatura, al contrario, es
responsable de que ese obrar vaya afectado de una falta de bien, de una falta
cualitativa, ocasionada por una defectuosa orientación de la actitud, por una
orientación que no conduce al hombre hacia Dios, sino que le aparta de El. Dios
permite que surja tal falta, sin ser El quien la produce.
La providencia divina respeta la
libertad humana sin perder el poder sobre la misma historia. Por una parte,
Dios es inmutable, perfecto y eterno, y no puede ser confundido con el devenir
histórico; por otra, hay que decir que todo aquello que en la historia
significa bien y progreso proviene de la inclinación dada por Dios a la
naturaleza y a la voluntad del hombre, mientras que toda decadencia es
resultado del pecado. Ninguna resistencia, sin embargo, puede impedir el
cumplimiento de los planes de Dios. La permisión del mal por parte de Dios no
es más que permisión; Dios no está forzado ni por los acontecimientos, ni por
las libres elecciones de la voluntad humana.
17.4 Teología de la Creación, trabajo y
ecología.
"Y los bendijo Dios, diciéndoles:
'Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los
peces del mar, sobre las aves del cielo...”[161]. "Tomó, pues, Yahveh Dios
al hombre, y le puso en el jardín del Edén para que trabajara"[162]. En la
riqueza inagotable de estas palabras se contiene el multiforme designio de Dios
sobre el hombre. Estos textos bíblicos también legitiman la actividad humana
que tiende por sí misma a transformar y usar en el beneficio propio los bienes
naturales, y a hacer del mundo un lugar cada vez más habitable por el hombre.
Desde esta perspectiva nos situamos
ante dos temas que abordaremos a continuación: el trabajo humano, la ecología y
para terminar, considerando una aproximación hacia una teología de la tierra.
1) El Trabajo Humano
El trabajo humano procede directamente
de personas creadas a imagen de Dios y llamadas a prolongar, unidas y para
mútuo beneficio, la obra de la creación dominando la tierra; es un deber que
honra los dones del Creador y los talentos recibidos. Puede ser también
redentor; puede ser un medio de santificación y de animación de las realidades
terrenas en el espíritu de Cristo. En el trabajo, la persona ejerce y aplica
una parte de las capacidades inscritas en su naturaleza. El valor primordial
del trabajo pertenece al hombre mismo. El trabajo es para el hombre y no el
hombre para el trabajo[163].
a) El trabajo humano aparece como una
actividad que se halla bajo una bendición divina y una promesa de
fecundidad[164].
b) El hombre es por su naturaleza su
ser que trabaja. Mediante el trabajo el hombre tiende, de un modo a la vez
racional y espontáneo, a la transformación del mundo que lo rodea. Además es la
acción humana donde se manifiesta más intensamente la unidad psicosomática de
quien lo ejerce. El trabajo supone cansancio, lo cual lo diferencia del juego.
El trabajo permite al hombre subsistir y mejorar sus condiciones materiales de
vida. Por último diremos que la actividad laboral hace posible que el hombre
desarrolle las implicaciones de su sociabilidad.
c) El trabajo puede y debe ser
considerado una actividad creativa. "La convicción de que el trabajo
humano es una participación en la obra de Dios debe llegar incluso a los
quehaceres más ordinarios[165].
d) El pecado original no es en modo
alguno el principio del trabajo humano - instituido por Dios antes de la caída
- sino sólo la raíz de su carácter penoso o arduo, del que carecía en estado de
inocencia. El pecado original hace "trabajoso" al hombre el
sometimiento de la naturaleza. Esta se le vuelve hostil y avara: produce sus
frutos con dificultad. El pecado introduce, además, un elemento de caducidad
efímera en toda la labor humana.
e) En Cristo el trabajo adquiere, pues,
una relación novísima con la gracia santificante. El cristiano está llamado a
vivir como vocación divina su íntegro quehacer diario: en él se une a Cristo y
con Cristo se identifica. El trabajo, vivificado por los sacramentos, es la
oración del cuerpo, de la mente, de las facultades todas. En la unidad de la
vida cristiana, oración, sacramentos y trabajo hacen un todo orgánico: la
santidad.
f) El trabajo encierra un sentido
escatológico y mantiene una relación, misteriosa por cierta, con los nuevos
cielos y la nueva tierra[166].
2) La Ecología
El termino ecología fue creado por el
biólogo alemán Haeckel en el siglo XIX. Designa la ciencia de las relaciones
entre un organismo vivo y su medio ambiental. Ese significado ha sufrido de hecho
una patente ampliación, y lo aplicamos hoy con cierto dramatismo a la
consideración de las condiciones naturales de supervivencia para la humanidad.
la cuestión ecológica desborda los límites puramente biológicos, y se ha
convertido en un asunto de gran alcance político, ético y religioso.
Juan Pablo II manifiesta la crisis
ecológica en su mensaje en la Jornada Mundial de la Paz en 1989: Algunas
concreciones son: disminución de la capa del ozono, los cambios meteorológicos
de efectos negativos para la salud producidos por residuos de carburantes,
deforestaciones anárquicas y el uso de determinados herbicidas, etc. Pero el
Santo Padre ha llamado la atención acerca del más profundo y grave de las
implicaciones morales, inherentes a la cuestión ecológica: es la falta de
respeto a la vida, como se observa en muchos efectos contaminantes.
Criterios respecto de las iniciativas
de la protección de la ecología:
a) El despertar de una conciencia
ecológica ha de ser saludado como aspecto positivo de la actual cultura.
b) Pero las acciones protectoras del
medio ambiente se deben fundamentar en una cosmovisión correcta, si quieren ser
eficaces a largo plazo. La cuestión ambiental no puede considerarse al margen
de valores éticos y religiosos.
El Catecismo,2415 nos enseña que
"El uso de los recursos minerales, vegetales y animales del universo no
puede ser separado del respeto a las exigencias morales. El dominio concedido
por el Creador al hombre sobre los seres inanimados y los seres vivos no es
absoluto, está regulado por el cuidado de la calidad de vida del prójimo,
incluyendo las generaciones futuras; y exige un respeto religioso de la
integridad de la creación."
3) Hacia una Teología de la Tierra
a) Fundamentos Bíblicos
Las enseñanzas del Génesis nos
proporcionan una visión muy equilibrada del hombre, su lugar en la creación, y
su relación con los demás seres creados. El mandato de Gen.1,28 debe ser
contemplada en relación al pacto global de Dios con Noé: es un pacto universal
y ecológico. Ese pacto representa un nuevo comienzo para los hombres, animales
y la tierra entera. El hombre no ha de dominar despóticamente la naturaleza: el
mundo no es algo meramente dado, es una tarea confiada al hombre.
b) La Unidad de la Creación
El pensamiento cristiano abunda en
testimonios que consideran a la creación como compuesto de una pluralidad de
seres diferentes. Todos los seres han salido de las manos de Dios: se le ha de
reconocer en ellos un valor intrínseco. Santo Tomás que afirma creó muchas y
variadas criaturas para que "lo que faltaba a cada una de ellas para
representar la bondad divina fuera suplido por las demás"[167]. Hay una
interdependencia de las criaturas y esa interdependencia es querida por Dios.
Las innumerables diversidades y desigualdades significan que ninguna criatura
se basta a sí misma, que no existan sino en dependencia unas de otras, para
complementarse y servirse mutuamente.
c) Valor de los Seres Creados
Tales seres se hallan sujetos a una
jerarquía. Esta jerarquía está expresada por el orden de los "seis
días", que va de lo menos perfecto a lo más perfecto. Las Criaturas
no-humanas presentan un valor instrumental respecto al hombre, pero poseen
además un valor intrínseco. Toda criatura posee su bondad y su perfección
propias. Por la condición misma de la creación, todas las cosas están dotadas
de firmeza, verdad y bondad propias y de un orden.
d) La Belleza del Universo
El orden y la armonía del mundo creado
derivan de la diversidad de los seres y de las relaciones que entre ellos
existen. La belleza de la creación refleja la infinita belleza del Creador.
Debe inspirar el respeto y la sumisión de la inteligencia del hombre y de su
voluntad[168].
17.5 La autonomía de las realidades
terrenas: su fundamento y sentido.
Citamos las palabras del Vaticano II,
Gaudium et Spes,36 donde se expone la doctrina sobre este tema:
"Si por autonomía de la realidad
terrena se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de
propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco
a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía. No es solo que
la reclamen imperiosamente los hombres de nuestro tiempo. Es que además
responde a la vocación del Creador. Pues, por la propia naturaleza de la
creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad
propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar con el
reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte.
Por ello, la investigación metódica en
todos los campos de saber, si está realizada de una forma auténtica científica
y conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe,
porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un mismo
Dios. Más aún, quien con perseverancia y humildad se esfuerza por penetrar en
los secretos de la realidad, está llevado, aún sin saberlo, como por la mano de
Dios, quien sosteniendo todas las cosas, da a todas ellas el ser. Son, a este
respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido
de la legítima autonomía de la ciencia, se han dado algunas veces entre los
propios cristianos; actitudes que, seguidas de agrias polémicas, indujeron a
muchos a establecer una oposición entre la ciencia y la fe.
Pero si autonomía de lo temporal quiere
decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden
usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le escape
la falsedad envuelta en tales palabras. La criatura sin el creador desaparece.
Por lo demás, cuantos creen en Dios, sea cual fuere su religión, escucharon
siempre la manifestación de la voz de Dios en el lenguaje de la creación. Más
aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida."
B) RESUMEN
1) CEC, 321-324.
La divina providencia consiste en las
disposiciones por las que dios conduce con sabiduría y amor todas las criaturas
hasta su fin último. Ella actúa también por la acción de las criaturas. A los
seres humanos Dios les concede cooperar libremente en sus designios. Cristo nos
invita al abandono filial en la providencia de nuestro padre celestial y el
apóstol S. Pedro insiste: "Confiadle todas vuestras preocupaciones pues él
cuida de vosotros"[169]. La permisión divina del mal físico y del mal
moral es misterio que Dios esclarece por su hijo Jesucristo, muerto y
resucitado para vencer el mal. La fe nos da la certeza de que Dios no permitirá
el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo, por caminos que nosotros sólo
conoceremos plenamente en la vida eterna.
2) Tesis Principales
a) Distinción del Creador y la
criatura.
b) Relación de Causalidad entre el
Creador y la criatura
i)
Dependencia total. El universo creado debe a Dios no sólo su existencia, sino
también todo lo que tiene: su naturaleza y su fin, a la par de su origen.
ii) Dependencia
total respecto de un ser personal. El universo recibe toda su realidad creada
de la sola intención eficaz de Dios, de un Dios que no ha querido estar ya
nunca solo. Libremente Dios se manifiesta como libre amor, tal es el fin de
toda empresa divina según la Escritura.
iii)
Dependencia total respecto de la Trinidad. Hay en el origen del mundo un amor
tal, que un día el Creado se hará criatura en la persona de Jesús. La obra de
la creación es absolutamente común a las tres personas divinas.
c) Relación de Causalidad entre Dios y
un mundo que tiene una estructura y una evolución.
i) Causa
primera y causas segundas. El universo recibe de dios una estructura dinámica,
una intercausalidad en que el Creador está dondequiera subyacente. En esta
interacción de las causas, Dios da a todas ser ellas mismas, lo cual no se
limita a hacer que cada una obre según su naturaleza; Dios las rige a todas y a
cada uno interviniendo en el curso que toma su acción.
ii)
Duración. La duración no es una realidad exterior a seres que duran y que se
insertan en ella como un contenido. El tiempo, pues, tiene la misma extensión
que el universo creado, y no es anterior a la creación.
d) Manifestación de Dios a su creación.
El Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo crea por la unidad de la naturaleza
divina; pero su naturaleza no sería lo que es, si no fuera la naturaleza de un
Dios trino. La actividad creadora es la única que pone en contacto, profundo e
inmediato, el ser del que obra y toda la realidad del que recibe.
e) Conclusión
La dependencia creadora está
constantemente subyacente a todas nuestras relaciones con Dios. Los que El
eleva al orden sobrenatural por una nueva gratuidad, lo tienen ya de Él todo en
virtud de su condición de criaturas...
El universo existe para constituir la
prolongación del Dios hecho hombre, para entrar en contacto con la vida
trinitaria en Jesús, la segunda persona encarnada. El sentido del mundo es
manifestar un amor, el amor que quiere hacernos hijos en el Hijo. Este amor se
dirige a pecadores en una benevolencia de perdón; a la postre, toda la
creación, tal como se realiza al presente, tiene por sentido hacer brillar un
misterio de misericordia.
C) BIBLIOGRAFÍA
- La Creación, M. Schmaus.
- Dios Creador y Enaltecedor, Javier
Ibáñez Fernando Mendoza.
- El Misterio de la Creación, José
Morales.
- Dios Uno y Trino, Lucas mateo Seco.
- Doctrina Social de la Iglesia,
Langlois.
- El Misterio Cristiano: La Creación, .
Guelluy.
- Catecismo de la iglesia Católica.
- Antiguo resumen del bachillerato de
la teología .
TEMA 18: EL SER HUMANO, CRIATURA DE
DIOS
18.1. Los relatos del génesis.
18.2. Creación del varón y de la mujer.
18.3. El hombre, imagen de Dios.
18.4. Características de la persona.
18.5. El alma humana; la unidad animico-corporal
del ser humano.
A) DESARROLLO
18.1. Los relatos del génesis.
En el libro del génesis encontramos dos
relatos sobre la creación del primer hombre. Estas narraciones están en Gen
1,26-28 (relato sacerdotal ) y en Gen 2,4b-25 (relato Yahvista ). Éstas, aunque
diferentes por el tiempo de su composición, su procedencia y lenguaje, se
complementan y constituyen un todo unitario, que trasmite la enseñanza revelada
sobre el origen del hombre.
1) Primer relato: Gen 1,26-28. ( Siglo
VI a.C.) Pertenece a la fuente sacerdotal. En este relato se descubren formas
de pensar y decir propias del tiempo de la cautividad en Babilonia. Esta
narración es de índole teológica, esconde en sí una potente carga metafísica.
Contiene el hecho objetivo.
En el sexto día , Dios - después de
haber creado a los astros, plantas, animales, etc. - crea al hombre y lo hace a
su “ imagen y semejanza “ , para que domine los peces del mar, a las aves del
cielo, etc.
El hecho de la creación en etapas habla
de una gradación de calidad. Pero el hombre no es creado según una sucesión
natural, sino que el Creador parece detenerse antes de llamarlo a la
existencia, como si volviese a entrar en sí mismo, para tomar una decisión.
En el versículo 26 , las palabras
divinas “ hagamos al ser humano “ constituyen una solemne introducción
indicativa, entre otras cosas, de lo que va a ocurrir encierra una particular
importancia dentro del conjunto de la obra creadora. Expresa: una decisión y
anuncia una acción: “ Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. Esta
afirmación del versículo 26 constituye la más importante y sorprendente del
mismo.
La fijación del significado de las
palabras imagen y semejanza, usadas en el texto, ha ocupado la atención de los
teólogos y exegetas. Los intérpretes se dividen inicialmente entre los que
consideran que aquellos términos son sinónimos y los que hablan de una
diferencia de significado deliberadamente pretendida por el escritor sagrado.
Pero analizando el texto no da pie a pensar de que se trata de dos cosas
distintas, sino que se refieren a lo mismo. El texto parece llevar una cierta
redundancia.. En él, la expresión imagen repite tres veces: a) Propósito : “
hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza “, b) Acción: “Dios creó (…) a
imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó “. ( v. 27 ).
En el versículo 27, el sustantivo
hombre se sustituye por macho y hembra. Con ello nos quiere decir que ambos (
varón y mujer ), son igualmente imagen de Dios. La distinción de sexos
pertenece a la creación inmediata de la humanidad. El ser humano se realiza
plenamente en la diferencia de varón y mujer.
En el versículo 28, encontramos un
bendición nupcial, Dios les dice: “ sed fecundos y multiplicaos, henchid la
tierra y dominad “. El aspecto y la actividad de la pareja que ocupan la
atención del hagiógrafo es la fecundidad, a lo que hombre y la mujer están
llamados conjuntamente. La unión conyugal forma parte del designio divino sobre
el mundo y también en la procreación, el hombre y la mujer expresan su
naturaleza de imagen de Dios. Aquí se puede ver la sacralidad del matrimonio,
del amor y de la fecundidad.
De éstos tres versículos se desprenden
igual número de verdades antropológicas fundamentales:
a) El hombre es el ápice de todo lo
creado en el mundo visible, y el género humano (…)es corona de la creación.
Varón y mujer son seres humanos en el mismo grado, ambos fueron creados a
imagen de Dios.
b) Esta imagen y semejanza con Dios,
esencial al ser humano, es trasmitida a sus descendientes.
c) El creador confía el dominio de la
tierra al género humano, a todas las personas.
Se trata de tres conceptos
relacionados: dignidad, fecundidad y dominio.
La dignidad que procede de que el
hombre es imagen de Dios, se manifiesta tanto en ella fecundidad humana como en
el dominio sobre el mundo.
Hay una huella de Dios tanto en la
fecundidad humana como en el dominio: 1) En cuanto a la fecundidad.
Trasmitiendo la vida a los hijos hombre y mujer les dan en heredad esa “imagen
de Dios “ que fue conferida al primer hombre en el momento de la creación y 2)
En cuanto al dominio. La creación a imagen de Dios constituye el fundamento del
dominio sobre las otras criaturas del mundo visible, las cuales fueron llamadas
a la existencia con miras al hombre y para él.
Que el hombre está hecho a imagen de
Dios es definición del hombre y fundamento de la peculiar dignidad de la
persona humana. El hombre se convierte en expresión particular de la gloria del
Creador, está llamado a convertirse entre las criaturas del mundo visible en un
portavoz de la gloria de Dios y en una palabra de su gloria.
2) Segundo relato: Gen. 2,4b-25.
Pertenece a la fuente yahvista ( Siglo IX a.C.). Este relato refleja la cultura
y teología de los primeros tiempos de la monarquía. Es más antiguo que el sacerdotal;
más simbólico y descriptivo; más alegórico, psicológico y subjetivo. Este texto
se puede dividir en seis partes:
a) Presentación, que sirve de
transición del relato sacerdotal al yahvista: la tierra baldía expectante del
hombre que la ha de trabajar.
b) Creación del hombre. Es narrada con
la mayor brevedad. La idea de formar o modelar a partir de un material
determinado se usa en la Biblia para describir la actividad del alfarero. “
Yahveh es presentado como el alfarero que modela al hombre - yasar ha ´adam -
con polvo de la tierra - ´afar ha ´adamah - y después infunde aliento de vida -
nesoma - . (…). ´Adam en este contexto no significa el primer hombre como
individuo, sino el hombre en general, el ser humano antes y fuera de cualquier
determinación, incluso de la determinación sexual. La única determinación,
incluso de la determinación que, a lo largo de la Biblia el término ´adam es su
condición de criatura, su origen y dependencia de Dios, su superioridad sobre
el resto del universo creado y también sus limitaciones”[170].
La creación del ser humano del polvo de
la tierra es presentada como un proceso misterioso, como una acción primordial
que escapa nuestra comprensión. Después de expresar sobre el frágil carácter de
la naturaleza y condición humanas. El término afar alude sin duda a las
limitaciones que comporta la existencia terrena del hombre.
El texto parece reflejar la experiencia
corriente de que un ser humano es una realidad tangible ( un cuerpo ), viva y
no dividida: resultó el ser humano un ser viviente . El aliento de vida implica
sencillamente que el hombre es un ser vivo. La persona es creada como un a
realidad viviente . No es un alma que se coloca en el cuerpo.
c) La preparación del paraíso. El
paraíso es el ornato del hábitat del hombre. Se quiere expresar cual es el
sentido de la vida humana que está llamado desde los inicios al cultivo de la
tierra y a su dominio. Se cierra con un mandamiento que Dios da al hombre: “
que es no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal “. Eso le pertenece
a Dios; está reservado a Dios decir lo que es malo y lo que es bueno. Supone un
sometimiento de la criatura al creador.
d) La soledad originaria. “ No es bueno
que el hombre esté solo, voy a hacerle una ayuda adecuada”.
e) El hombre pone nombre a los
animales. Significa un acto de posesión, Dios lleva al hombre todos los
animales para ver como los llamaba y para que cada ser viviente tuviese el
nombre que el hombre les diera. Aquí se manifiesta el acto de dominio, posesión
e inteligencia.
f) Creación de la mujer. La mujer es
creada para acompañar al hombre en la soledad originaria. Se da una evidente
imagen nupcial. Aquí se da la idea de una sola carne. Se da una igualdad entre
el hombre y la mujer. También se haba del estado de inocencia originaria.
De este texto se pueden sacar dos
grandes enseñanzas: 1) en cuanto a la sexualidad y al matrimonio y 2) en cuanto
a la condición humana.
En cuanto a la sexualidad y al
matrimonio se aluden:
a) La condición de soledad originaria.
El hombre está solo y esto se presenta como un problema antropológico
fundamental. La soledad originaria tiene dos momentos: 1) cuando el hombre cae
en la cuenta de su identidad, al ver que no existe ningún otro ser como él en
el mundo y 2) cuando siente la necesidad de la compañía humana.
Los dos aspectos son fundamentales de
la persona: la identidad del hombre y las relaciones humanas.
El hombre se da cuenta de que está solo
cuando Dios le muestra las demás criaturas para que les ponga nombres: a medida
que Dios se las presenta . Así el hombre tomo conciencia de su propia
superioridad, es decir, no puede ponerse al nivel de ninguna otra especie de
seres vivientes sobre la tierra. El génesis comenta “ no había para el hombre
ayuda semejante a él”. El hombre se encuentra desde el primer momento delante
de Dios , como en búsqueda de la propia identidad. En esa búsqueda, sigue un
itinerario que le lleva a la autoconciencia: a) Primer paso: Conciencia de
soledad, b) Segundo paso: comparación con el mundo y c)Tercer paso: el hombre
nota que es diferente de los demás seres y también, en que consiste esa
diferencia. El hombre comienza a conocerse a sí mismo, advirtiendo a sí mismo
lo que le distingue.
El segundo aspecto de la soledad
originaria se encuentra en el necesidad de encontrar un semejante. En esto se
manifiesta el carácter social del hombre, necesita de otros seres como él.
Ser persona es ser un sujeto capaz de
relaciones. Como puede advertirse en Génesis 2,18, el hombre no puede existir
solo; puede existir solamente como unidad de dos y por consiguiente en relación
con la persona humana. Y esta comunión de los dos indica que en la creación del
hombre se da una cierta semejanza con la comunidad divina, esta semejanza se da
como una llamada y tarea.
b) La escena de la creación de la
mujer. Tiene una clara imagen nupcial. Expresa la unidad del género humano, la
común dignidad del hombre y de la mujer.
c) Se habla de la fuerza del vínculo
conyugal. El hombre y la mujer forman una sola carne.
La condición humana.
El hombre es creado como una realidad
viviente y como una síntesis de un elemento somático y un elemento espiritual.
El hombre tiene una condición psico-somática. La persona humana es un ser a la
vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad, con un lenguaje
simbólico, cuando afirma que Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló
en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente. Por tanto,
el hombre en su totalidad es querido por Dios. El hombre es una realidad
primera y última de cuerpo y alma, no es el alma que se coloca en el cuerpo. En
la unidad de cuerpo y alma el hombre es por su misma naturaleza un resumen del
universo material, el cual alcanza por medio de la persona su más alta cima.
El cuerpo no es simplemente un órgano e
instrumento del espíritu. Éste expresa la persona. Si vemos al cuerpo, vemos al
hombre, porque lo somático no es un simple envoltorio de un núcleo personal.
El hombre es sujeto a partir de su
propio cuerpo y no sólo por su autoconciencia, pues es precisamente su
estructura corporal lo que le permite ser autor de la actividad verdaderamente
humana. Le permite trabajar, que es algo intrínseco a la realización de su ser.
El cuerpo es esencial para la realización y manifestación del hombre.
18.2. Creación del Varón y de la mujer.
" Macho y hembra los
creó" (gen 1,27). A diferencia del Gen 2 ( vide infra), el
escritor Sacerdotal se refiere a la creación de la mujer de modo
sumamente breve y lacónico. Los dos términos empleados zakar/ macho y uneqebab/
hembra sugieren directamente que la distinción de sexos pertenece a la creación
inmediata de la humanidad. El ser humano sólo se realiza plenamente en la
diferencia de varón y mujer. No puede hablarse de una esencia del hombre
al margen de su existencia en dos sexos.
El pensamiento bíblico es radicalmente
opuesto a toda concepción andrógina del ser humano. Queda por tanto
excluida cualquier concepción mítica de la sexualidad, pero al mismo
tiempo ésta no queda desacralizada, como tampoco el hombre, puesto que
precisamente al ser el ´adam macho y hembra se refleja en él la imagen de
Dios. La sexualidad y en consecuencia la corporeidad humana es así
valorada en la más alta medida.
El texto nos dice también que la
humanidad existe en comunidad: comunidad de hombre y mujer, y de unos seres
humanos con otros. El destino de la persona humana es vivir con los demás. Se
trata de una condición que deriva de la Creación misma.
Bendíjolos Dios y díjoles: "Sed
fecundos y multiplicaos (Gen 1,28). Para la Biblia todo lo que concierne a la
vida es santo. Un respeto espontáneo y patente impregna los textos bíblicos que
tratan de la sexualidad humana. El aspecto y la actividad e la pareja que
ocupan ahora la atención del hagiógrafo son la fecundidad, a la que el hombre y
mujer son llamados conjuntamente. Esta fecundidad es un don de Dios y
fruto de su bendición . Se origina en el Creador y es Objeto de una vocación.
La sexualidad en el ser humano adquiere
una valoración muy distinta a la que presenta los animales, aunque la capacidad
de procrear derive en muchos casos de una bendición divina. La unión conyugal
forma parte del designio divino sobre el mundo, y también en la
procreación el hombre y la mujer expresan su naturaleza de imagen de
Dios. Vivida en estas condiciones, la sexualidad humana es una manifestación de
la dignidad con la que el hombre ha sido dotado por su Creador.
A través de estos textos vemos
claramente cuál es la fuente inmediata de la sacralidad del matrimonio, del
amor y de la fecundidad. No es un arquetipo mítico, como imaginaban los pueblos
paganos del entorno. Es la palabra creadora de Yahvéh, que expresa su voluntad
permanente. La misma palabra divina ha impreso en la sexualidad humana su norma
natural y el ideal hacia el que debe tender, Si el matrimonio no tiene un
arquetipo divino, posee, sin embargo, un prototipo humano, creado por Dios en
el origen, y que permanece como el modelo que debe ser reproducido.
18.3. El hombre, imagen de Dios.
Hay varios textos en la Sagrada
Escritura en la que aparece el hombre como imagen de Dios. Estos se pueden
resumir en la exégesis sobre los textos de la creación. Van unidas la decisión
creadora de Dios y la bendición. Dios crea, bendice y sitúa al hombre en el
mundo y con eso corona la creación.
Gen 1: lo que nos transmite sobre la
creación del hombre es que Dios lo crea porque quiere y lo crea al final, a
modo de coronación de su obra creadora. De este texto se desprenderán tres
importantes puntos: a) El hombre es creado a imagen y semejanza de Dios. b) Hay
un mandato para el dominio. c) Fecundidad. El hombre procrea imágenes de Dios.
En estos tres puntos encontramos un especial paralelismo con los tres
desórdenes que se dan en el hombre: a) soberbia de la vida; b) concupiscencia
de la vista; c) concupiscencia de la carne. Gen 3: En este segundo relato de la
creación del hombre hemos de destacar 4 aspectos: a) El hombre es creado tanto
del barro de la tierra como de algo divino. b) El Paraíso es el ornato del
hábitat del hombre. Esta el árbol de la vida como símbolo de la inmortalidad
terrena. c) La mujer es creada para acompañar al hombre en su soledad
originaria. d) Se expresa la naturaleza del pecado. Por tanto queda deteriorada
la d1) Imagen de Dios; d2) el dominio; y d3) la fecundidad.
Textos sapienciales: insisten en la
cuestión de la dignidad. Sir. 17,3: el hombre se parece a Dios porque domina
sobre el mundo; Ab. 2,23: Dios hizo al hombre incorruptible porque es de su
misma naturaleza; Ab. 9,1 y 10,1: Oraciones de Salmón, Dios hizo al hombre para
dominar.
En el Nuevo Testamento: se pone de
manifiesto que Cristo es imagen de Dios Invisible[171] y esplendor de su
sustancia[172]. Cristo es imagen del Padre[173]. Estamos llamados ser uno con
Cristo[174] y seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es.
La imagen de Dios en el hombre -que
desarrolla la patrística- se puede ver en dos puntos: A) en el Alma. La escuela
Alejandrina ha visto en el Alma lo que es propiamente humano y a ello se
refiere la creación a Imagen de Dios. El cuerpo no sería imagen de Dios, pues
eso equivaldría a considerar a Dios corpóreo[175]. B) en el Cuerpo. En otra
línea están los que ven la creación a Imagen de Dios también en relación a la
plasmación del cuerpo humano y no solo en el alma: el modelo a partir del cual
Dios ha creado al hombre es el Hijo que iba a encarnarse[176]. Respecto a la
Imageny Semejanza hay padres que las distinguen entre si: la imagen se recibe
con la creación y la semejanza se va adquiriendo con la virtud. Otros padres,
aunque no distingan, aceptan un crecimiento en la semejanza o en la imagen.
La concepción teológica de imagen de
Dios es diferente de éstos modos de ver al hombre como imagen de Dios. El
hombre imagen de Dios quiere decir, que el ser humano se parece a Dios, y solo
el hombre es capaz de conocer a Dios y amarle. El hombre en cuanto imagen de
Dios se da en el conocimiento y en el amor humano, dos facultades que Dios
tiene. Bajo la luz de alcanzar a Dios, de perfeccionar por ayuda de la gracia
santificante, el hombre se acerca más a Dios, se parece más a Dios. El hombre
va recogiendo un camino de santificación con Dios.
18.4. Características de la persona.
Entre los aspectos que caracterizan la
personalidad humana y ayudan a definirla, se encuentra la racionalidad, la
tendencia innata que lleva al hombre a transformar el mundo que lo rodea, la
afectividad, la sexualidad, la relación que guarda con todo el universo, su
naturaleza religiosa, su lenguaje, y el carácter social. Vamos a examinar en
este apartado las tres últimas características que se consideran más relevantes
de la persona humana.
a) El hombre, ser religioso. El ser
humano tiende por naturaleza al reconocimiento y adoración de Dios. Hay en su
mente y en sus conocimientos una cierta conciencia de sus orígenes y de su fin
último. El sentido más alto de la dignidad humana radica precisamente en la
tendencia del hombre a la comunión con Dios. No se trata de un mero impulso,
sino que responde a una llamada divina. Una consecuencia directa de este hecho
es que existe un deseo de Dios inscrito hondamente en el corazón humano, un
deseo que Dios no deja de estimular. El hombre ha expresado y expresa su ser
religioso por medio de creencias y determinados comportamientos que hacen
referencia al mundo invisible y al más allá, y que indican su dependencia de un
ser supremo. Esos comportamientos incluyen la oración, la práctica de
sacrificios, la erección de lugares sagrados, la determinación de tiempos con
especial significado religioso, etc. Estas formas de conducta se originan en el
ser natural del hombre y no guardan, una relación directa con la economía de
salvación instaurada por la Revelación sobrenatural y la gracia de Jesucristo.
Pero no son completamente ajenos a la gracia divina, y pueden ser aveces
preparación providencial de la religión revelada, y contener fragmentos de
verdad cristiana. El hombre puede adoptar a veces ante la religión actitudes de
olvido, indiferencia e incluso de repudio expreso. Estas ideas y la conducta de
desafío que deriva de ellas obedecen a una mente confundida y a una voluntad
perversa , y no pertenecen a la norma sino a la patología del espíritu humano.
b) El hombre, ser social. Sólo con los
demás y entre los demás deviene el hombre un ser verdaderamente humano. La
sociedad es un factor ineliminable en la homonización y personalización del
individuo . El carácter social tiene que ver con el más íntimo y elemental
desarrollo de su ser. Porque no hay un yo si no existe un tú con el que entrar
en relación. El hombre es un ser esencialmente relacional, abierto al diálogo y
a la comunicación con otros seres humanos por un imperativo de naturaleza
ontológica. Los hombres nacen dotados de una herencia genética y de una
herencia cultural, de modo que en la constitución de su persona confluyen dos
factores, uno biológico y otro histórico. La herencia cultural o social influye
en nuestra personalidad más todavía que la genética. De ahí la excepcional
importancia de la educación y del ambiente en el hacerse del individuo. Nadie
comienza su historia personal desde cero. Su propia historia arranca de la
historia de los demás que le han precedido en el tiempo. Cuando un hombre es
adulto también necesita de la comunidad , porque debe insertarse en un sociedad
especializada y sentirse parte de ella para suplir la carencias y desarrollar
sus cualidades. La inserción en la comunidad supone además la integración en
una tradición. El hombre recibe de la sociedad y contribuye también a ella
según sus posibilidades.
c) El hombre, ser capaz del lenguaje.
La capacidad del lenguaje es algo definitorio en el hombre en máximo grado. El
uso del lenguaje es la actividad racional por excelencia, no solo en el sentido
de que el lenguaje humano deriva de la razón, sino también en el sentido de que
los símbolos y signos lingüísticos son como un terreno a partir del cual la
misma razón se constituye. La razón se halla en la raíz del lenguaje, y éste a
su vez da forma a la razón.
El lenguaje ha sido definido como un
método exclusivamente humano de comunicar ideas, emociones y deseos por medio
de un sistema de símbolos producidos de manera deliberada. El lenguaje humano
no es el resultado de un instinto ni tiene una base exclusivamente biológica o
morfológica. El hombre habla siempre en una lengua determinada, que es producto
cultural y social, y que se trasmite de una manera viva en el seno de una
comunidad. Lo que caracteriza además al lenguaje humano es la posibilidad de
emitir y recibir un número ilimitado de mensajes. El lenguaje exterioriza la
intimidad de un modo voluntario, deliberado y controlado. La conexión entre
pensamiento y lenguaje, no es accidental o contingente, sino que la relación es
intrínseca. La estructura lógica incorporada al lenguaje, es el pensar mismo.
El lenguaje es pensamiento expresado sensiblemente, pero es también el pensamiento
mismo. Su función no es meramente comunicativa o instrumental. El lenguaje es
el vehículo del pensamiento.
18.5. El Alma Humana; la unidad
anímico-corporal del ser humano.
Si afirmamos que Dios es un ser
espiritual y que el hombre es imagen de Dios, se desprende de estas dos
premisas que el alma humana es espiritual.
También se desprende del hecho de que
el alma humana realiza operaciones estrictamente espirituales (intelección,
reflexión, elección, etc.) que no dependen intrínseca ni esencialmente del
cuerpo, la inmortalidad del alma.
En la perspectiva bíblica hay dos
textos fundamentales que sobresalen en el Antiguo testamento: Gen 2, 7 “Formó
Yahveh Dios al hombre del polvo de la tierra y le inspiró en el rostro aliento
de vida, y fue así el hombre ser animado”; y Gen 1, 26-27 “Y creó Dios al
hombre a imagen suya, a imagen de Dios le creó, y los creó macho y hembra”. De
estos textos se deducen tres ideas fundamentales: 1) que el hombre ha recibido
de Dios, directamente, algo que está aquí expresado de una manera muy concreta
y que hace de él un ser completamente distinto de los animales. 2) que el
hombre domina el resto de la creación como un ser de otro orden. 3) que el
hombre está hecho a imagen Dios. Solo progresivamente la noción de resurrección
se va abriendo camino ,como se ve por ejemplo en todo el cap. 37 de Ezequiel y
sobre todo en 2 Mac. 13, 38-46. En el Nuevo testamento no hay un tratado de
Jesucristo acerca del alma, no se puede buscar nada que se asemeje a una teoría
sobre la naturaleza del alma. La creencia en la resurrección constituye, sin
duda, el centro de la revelación neotestamenteria. Existen textos que afirman
muy claramente la distinción entre el principio espirtual y el principio
corporal del hombre, así Mt 10, 28 “No tengáis miedo a los que matan el cuerpo,
que el alma no pueden matarla; temed más bien a aquel que puede perder el alma
y el cuerpo en la Gehenna”. San Pablo depende en gran medida de las
concepciones tradicionales del AT; así en 1 Cor 15, 45 y 1 Tes 5, 23.
En los comienzos de la Iglesia se
encuentran, pues, por una parte, en presencia de una certeza de fe: la
resurrección, que implica la existencia del alma, y, por otra de un conjunto de
doctrinas heterogéneas sobre el origen y naturaleza del alma. Por tanto podemos
afirmar que la elaboración cristiana del alma se basa primeramente en los
relatos del Génesis; en las palabras de Jesucristo; en la recepción cristiana
de Platón y en la recepción de la doctrina hilemórfica de Aristóteles. Platón
no cesa nunca de afirmar la inmortalidad del alma, esencialmente diferente del
cuerpo. Inmortalidad que significa no sólo que la existencia del alma persiste
después de la muerte del individuo, sino también que esta existencia es
anterior a la del individuo en que ella habita. A partir de Platón se
desarrollará toda una tradición filosófica que sostiene que el alma no alcanza
la plenitud de su destino más que evadiéndose, por la contemplación y la
reflexión, de la materia en la que está encerrada. Por su parte Aristóteles la
define así: “Aquello por lo que nosotros, vivimos, sentimos, y ante todo
pensamos”. Es aquello por lo que la vida que estaba en potencia en el cuerpo se
convierte en acto: la forma del cuerpo. No hay vida eterna para el alma
aristotélica. Santo Tomás es el que adapta la doctrina aristotélica la cual
parecía tener pocas posibilidades de servir de base a una teología cristiana
del alma.
La persona humana creada a imagen de
Dios , es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico
expresa esta realidad con un lenguaje simbólico cuando
afirma que " Dios formó al hombre con polvo del suelo e
insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser
viviente" (Gen 2,7). Por tanto, el hombre en su totalidad es querido por
Dios".
El hombre es una unidad primera y
última del alma y cuerpo. Por encima de la diferencia esencial del cuerpo
y alma, es preciso afirmar la totalidad ontológica del ser humano, que ha sido
descrito con razón como cuerpo animado o alma encarnada.
El alma racional y la carne hacen un
solo hombre. El cristiano rompe con la idea griega de que el hombre es su alma,
un alma que debe liberarse de la carne en que ha caído.
La comprensión cristiana del
hombre se distancia también de la antropología cartesiana, que
concibe el alma y el cuerpo como dos sustancias o realidades completas,
vinculadas mediante una unión puramente accidental. El cristiano se aleja
por tanto de cualquier concepción antropológica que aísle o
privilegie el espíritu a expensas de la corporalidad, y también de
planteamientos dualísticos que hablan del espíritu como lo libre y
personal en el hombre, y del cuerpo como lo natural sometidos a las
leyes necesarias.
La corporeidad en la Sagrada
Escritura es tan propia y constitutiva del ser humano como su espiritualidad.
El hombre es en la Biblia un espíritu vivo , o es carne, es decir, consiste en
la totalidad psicosomática que cada uno de nosotros comprueba en su
propia experiencia. Espíritu y carne no son dos cosas adecuadamente distintas ,
como el soma y la psiche de Platón.
El hombre es sujeto a partir del propio
cuerpo y no solo por su autoconciencia, pues es precisamente su
estructura corporal lo que le permite ser autor de una actividad
verdaderamente humana. Le permite en concreto, trabajar, que es algo
intrínseco a la realización de sus ser. El cuerpo es esencial para la
manifestación y realización del hombre.
La doctrina cristiana sobre el cuerpo
del hombre se opone a las diferentes formas de dualismos que ve en la materia
el origen del mal. La Biblia dice que el hombre ha sido creado por Dios tanto
en su cuerpo como en su alma, y que estos eran buenos. Está claramente presente
en los relatos de la creación del Génesis. Hay una cierta influencia de las
ideas platónicas que ha llevado a minimizar la importancia positiva del cuerpo,
como si fuese accidental al alma vivir en un cuerpo. La inspiración
aristotélica de Santo Tomás le ha ayudado por el contrario a hacer plena
justicia a la antropología bíblica. No niega que sea el alma por sí misma una
forma sustancial, pero precisa que es la forma de un cuerpo al que Dios la
destina. En el nuevo Testamento nos muestra la positividad del cuerpo el hecho
mismo de que el Verbo se encarnase; la realidad del matrimonio y de la
procreación[177] y por supuesto la resurrección final con Cristo[178].
B) RESUMEN
La revelación destaca que el hombre es
un ser singular, situado frente a la totalidad del cosmos. Dios creador del
mundo puramente material y puramente espiritual, ha creado al hombre que está
en medio, resumiendo en sí esos dos mundos. Es de fe que el hombre fue creado
por Dios. El magisterio enseña que desde el principio del tiempo Dios creó al
hombre compuesto de alma y cuerpo[179]. El ser humano aparece en la Biblia como
coronación y centro de la obra divina. La creación del hombre es iniciativa del
Creador. El origen divino del hombre determina los aspectos de su presente y de
su presencia ante Dios, juega un papel decisivo en lo concerniente a lo que el
hombre ha de llegar a ser , determina el futuro humano, está íntimamente
relacionado con la salvación del hombre. El hombre a su vez no ha sido creado
solitario.
En el libro del génesis encontramos dos
relatos sobre la creación del hombre, estas narraciones están en Gen 1,26-28 (
relato sacerdotal ) y en Gen 2,4b-25 ( relato Yahvista ). Éstas. Aunque
diferentes por el tiempo de su composición, etc. se complementan y constituyen
un todo unitario, que trasmite la enseñanza revelada sobre el origen del
hombre. Del relato sacerdotal se desprenden las siguientes enseñanzas
antropológicas: a) El hombre es el ápice de todo lo creado en el mundo visible,
y el género humano (…)es corona de la creación. Varón y mujer son seres humanos
en el mismo grado, ambos fueron creados a imagen de Dios, b) Esta imagen y
semejanza con Dios, esencial al ser humano, es trasmitida a sus descendientes y
c) El creador confía el dominio de la tierra al género humano, a todas las
personas. En el relato Yahvista se pueden sacar dos grandes enseñanzas: 1) en
cuanto a la sexualidad y al matrimonio y 2) en cuanto a la condición humana.
En cuanto a la sexualidad y al
matrimonio se aluden: a)La condición de soledad originaria. El hombre está solo
y esto se presenta como un problema antropológico fundamental. La soledad
originaria tiene dos momentos: 1) cuando el hombre cae en la cuenta de su
identidad, al ver que no existe ningún otro ser como él en el mundo y 2) cuando
siente la necesidad de la compañía humana. Los dos aspectos son fundamentales
de la persona: la identidad del hombre y las relaciones humanas, b) La escena
de la creación de la mujer. Tiene una clara imagen nupcial. Expresa la unidad
del género humano, la común dignidad del hombre y de la mujer y c) Se habla de
la fuerza del vínculo conyugal. El hombre y la mujer forman una sola carne. En
cuanto a la condición humana se alude que el hombre es creado como una realidad
viviente y como una síntesis de un elemento somático y un elemento espiritual.
El hombre tiene una condición psico-somática. La persona humana es un ser a la
vez corporal y espiritual. El hombre en su totalidad es querido por Dios. El
hombre es una realidad primera y última de cuerpo y alma, no es el alma que se
coloca en el cuerpo. El cuerpo no es simplemente un órgano e instrumento del
espíritu. Éste expresa la persona. Si vemos al cuerpo, vemos al hombre, porque
lo somático no es un simple envoltorio de un núcleo personal. El hombre es
sujeto a partir de su propio cuerpo y no sólo por su autoconciencia, pues es
precisamente su estructura corporal lo que le permite ser autor de la actividad
verdaderamente humana.
En Gen 2,21-22 se narra la creación de
la mujer. Con ella la creación de la humanidad está completa y el plan divino
habrá cubierto su objetivo final. El modo en que se realiza la creación de Eva,
se describe con lenguaje simbólico, que expresa bien a las claras como el
hombre y la mujer comparten y realizan la misma naturaleza y se pertenecen
mutuamente.
Dios provoca en el hombre un profundo
sueño. En la tradición bíblica, el sueño es espacio de revelación , es también
el expediente con el que se subraya la gratuidad de la acción divina y su
carácter misterioso. Por eso dicha acción, no puede tener, ni espectadores, ni
colaboradores humanos. El hombre no participa activamente en la creación de la
mujer, no puede darse a sí mismo lo que le falta, debe recibirlo como ha
recibido su propia existencia, como puro regalo divino.
La concepción teológica de imagen de
Dios. El hombre imagen de Dios, quiere decir: que el ser humano se parece a
Dios, y solo el hombre es capaz de conocer a Dios y amarle. El hombre en cuanto
imagen de Dios se da en el conocimiento y en el amor humano, dos facultades que
Dios tiene. Bajo la luz de alcanzar a Dios, de perfeccionar por ayuda de la
gracia santificante, el hombre se acerca más a Dios, se parece más a Dios. El
hombre va recogiendo un camino de santificación con Dios.
Entre los aspectos que caracterizan la
personalidad humana y ayudan a definirla, se encuentra la racionalidad, la
tendencia innata que lleva al hombre a transformar el mundo que lo rodea, la
afectividad, la sexualidad, la relación que guarda con todo el universo, su
naturaleza religiosa, su lenguaje, y el carácter social.
El alma humana. Su origen en relación
al cuerpo. Si afirmamos que Dios es un ser espiritual y que el hombre es imagen
de Dios, se desprende de estas dos premisas que el alma humana es espiritual.
También se desprende del hecho de que el alma humana realiza operaciones
estrictamente espirituales (intelección, reflexión, elección, etc.) que no
dependen intrínseca ni esencialmente del cuerpo, la inmortalidad del alma. En
los comienzos de la Iglesia se encuentran, pues, por una parte, en presencia de
una certeza de fe: la resurrección, que implica la existencia del alma, y, por
otra de un conjunto de doctrinas heterogéneas sobre el origen y naturaleza del
alma. Por tanto podemos afirmar que la elaboración cristiana del alma se basa
primeramente en los relatos del Génesis; en las palabras de Jesucristo; en la
recepción cristiana de Platón y en la recepción de la doctrina hilemórfica de
Aristóteles. La doctrina cristiana sobre el cuerpo del hombre se opone a las
diferentes formas de dualismos que ve en la materia el origen del mal. La
Biblia dice que el hombre ha sido creado por Dios tanto en su cuerpo como en su
alma. Está claramente presente en los relatos de la creación del Génesis. La
inspiración aristotélica de Santo Tomás le ha ayudado por el contrario a hacer
plena justicia a la antropología bíblica. No niega que sea el alma por sí misma
una forma sustancial, pero precisa que es la forma de un cuerpo al que Dios la
destina. En el nuevo Testamento nos muestra la positividad del cuerpo el hecho
mismo de que el Verbo se encarnase; la realidad del matrimonio y de la
procreación y por supuesto la resurrección final con Cristo.
C) BIBLIOGRAFÍA
- Juan Luis Lorda. “ Antropología del
Concilio Vaticano II a Juan Pablo II “. Palabra. Madrid 1996.
- José Morales. “ El misterio de la
Creación “. Eunsa. Pamplona 1994.
- Michael Schmaus. “Teología dogmática:
Dios Creador”. Tomo II. Rialp. Madrid 1959.
- L. Bouyer. Diccionario de Teología.
Herder. Barcelona 1973.
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