jueves, 9 de julio de 2015

TEOLOGÍA DE LA PROVIDENCIA Y EL SER HUMANO CRIATURA DE DIOS

TEMA 17: LA PROVIDENCIA DIVINA Y EL GOBIERNO DEL MUNDO

17.1. La doctrina teológica sobre la providencia.
17.2. El problema del mal.
17.3. Providencia divina, acción y libertad humana.
17.4. Teología de la creación.
17.5. La autonomía de las realidades terrenas: su fundamento y sentido.

17.1. La doctrina teológica sobre la providencia.

Providencia entendida en sentido amplio es el cuidado que Dios consagra a la Creación en general. Providencia en sentido estricto designa las intervenciones divinas mediante las cuales las criaturas son guiadas hacia su fin. En este segundo sentido conviene distinguir un doble aspecto: el orden conocido y determinado por Dios desde la eternidad, en conformidad con el cual las criaturas han de ser conducidas hacia la meta. Lo primero puede denominarse Providencia en sentido estrictísimo; lo segundo es el gobierno divino del mundo.
Se suele hablar de una providencia general y de una providencia especial. La primera se extiende a la totalidad del mundo en general y en particular; la segunda concerniente a los seres racionales, sobre todo a las criaturas cuyo destino es felicidad, los órganos de la revelación y la iglesia. La última se realiza interrumpiendo o modificando el orden natural ordinario de la naturaleza y de la gracia. Además se suele distinguir entre Providencia directa y Providencia indirecta.

El Concilio Vaticano I presenta la Providencia como una consecuencia de la creación cuando dice: "Todo lo que Dios ha creado lo conserva y gobierna mediante su Providencia, alcanzando de un confín a otro poderosamente y disponiéndolo todo suavemente(Sap.8,1)"[154].

El Catecismo define así la Providencia: "disposiciones por las que Dios conduce la obra de su creación hacia su perfección"[155]. Y explica que "la creación tiene su bondad y perfección propias, pero no salió plenamente acabada de las manos del Creador. Fue creada 'en estado de vía' hacia una perfección todavía por alcanzar a la que Dios la destinó" La Providencia divina consiste así en un gobierno del mundo que abarca lo que ocurre en la naturaleza y lo que ocurre en la historia, lo que afecta a las comunidades humanas y lo que atañe a la vida de cada individuo. No constituye un orden fijo sino algo que ese realiza constantemente por la acción ininterrumpida de Dios.

El gobierno divino del mundo es la ejecución en el tiempo de la providencia, es decir, de ese plan eterno de Dios sobre el mundo. Todo lo que se mueve en este mundo no puede estar fuera de la providencia divina: Sab.14,3:"Tu, Padre gobiernas todas las cosas por tu providencia".

La Providencia y las causas segundas: Dios es soberano en su designio, pero para su ejecución se sirve también del concurso de las criaturas. Esto es signo de la grandeza y bondad de Dios, pues no solo da a las criaturas la existencia, sino también la dignidad de actuar por sí mismas. Pero su acción siempre se subordina a la causa primera que es Dios, quien obra en y por las causas segundas. Esta es inseparable de la fe en Dios Creador[156].

La finalidad de la Providencia divina se realizará infaliblemente. Pero nosotros no conocemos sus caminos. La historia humana y la de la naturaleza se mueven hacia la meta final que les ha sido señalada, a pesar de los obstáculos que puede oponer la voluntad libre de la criatura, por laberintos y escarpadas subidas, a través de catástrofes y nuevos caminos. "Yo anuncio desde el principio lo que está por venir, y de antemano lo que no se ha hecho. Yo digo: 'Mis designios se realizan, y cumplo toda mi voluntad”[157].

Importancia de la noción cristiana de Providencia. Constituye un contrapeso a la noción de creación: hablar de Dios-Creador implica marcar una separación entre Dios y la criatura. La idea de Providencia insiste en la honda conexión existente entre el agente divino y su obra, enseña que Dios no permanece inactivo después de crear, sino que habla continuamente a su creación y lo hace con el mismo amor que le movió a producirla.

17.2 El problema del mal.

El mal es una realidad en el mundo y en la vida humana. Es un hecho patente y cierto. Se trata no solo de un problema, sino de un misterio. El problema radica en la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que exista el mal en un mundo creado por Dios y, cuyas leyes y designios han sido establecidos por la sabiduría y la bondad divinas? ¿Qué es el mal?

La respuesta cristiana establece que también los males, tanto físicos como morales, se someten a la divina providencia, es decir son providenciales en cuanto que se supeditan a un fin último bueno intentado por Dios.

Dentro de esta compleja realidad, suele distinguirse entre el mal físico y el mal moral: El primero se produce en el mundo de la naturaleza material y visible. Significa la falta de una propiedad de la que el ser que lo sufre se halla dotado por naturaleza, t sin la que se ve mermado en su plena realidad (ej. ceguera). Mal físico son también para el hombre ciertos procesos biológicos como el envejecimiento, la enfermedad y la muerte, así como el padecimiento ocasional provocado por catástrofes y fenómenos naturales (hambre, terremotos, sequías, etc.). El origen del mal físico se puede encontrar en la Biblia que afirma que todo lo que existe tiene un único principio: Dios Creador, Bondad Suma.

¿Como puede ser posible la existencia del mal? Ello se debe a que Dios quiso libremente crear un mundo "en estado de vía" hacia su perfección última. Ese devenir trae consigo junto a la aparición de ciertos seres, la desaparición de otros; junto a lo más perfecto, lo menos perfecto; junto a las construcciones de la naturaleza, las destrucciones. Esta es la justificación de la existencia del mal físico[158]. El mal moral ocurre en el reino de la libertad: es una libre decisión de la voluntad humana contra un mandato o prohibición legítimos y conocidos adecuadamente por el intelecto. Es un mal culpable. El mal moral se origina por el pecado. Los ángeles y los hombres son criaturas dotadas de inteligencia y libertad. Han de caminar hacia su destino último por elección libre y amor de preferencia. Por ello pueden desviarse, y de hecho pecaron, introduciendo en el mundo el mal moral que es incomparablemente más grave que el físico. Dios no es de ninguna manera, ni directa ni indirectamente, la causa del mal moral. Sin embargo, lo permite respetando la libertad de su criatura[159].

La Tradición de la Iglesia insiste en la idea de que el mal, derivado de la libertad humana y de la imperfección y contingencia del mundo material, es permitido por Dios con fines providentes. Los males no causan bienes, ni se pueden cancelar especulativamente mediante esquemas interpretativos de orden puramente intelectual, pero son ocasión de bienes. Dios no pretende el mal, pero éste no escapa a la providencia divina que lo conoce y lo rige. Observa así San Agustín que Dios ha preferido sacar bienes de los males a no permitir la existencia de males en absoluto. El Señor ordena el mal a un bien mayor, aunque no siempre podamos señalar cuál sea ese bien.

Finalmente diremos que el misterio del mal se esclarece por el misterio de Jesucristo, muerto y resucitado para vencer el mal.

17.3 Providencia divina, acción y libertad humana.

A las criaturas Dios les concede la dignidad de actuar por sí mismas, ejerciendo una auténtica causalidad segunda en y por la cual actúa Dios, causa primera. A los hombres concede Dios incluso el poder de participar libremente en su providencia confiándoles la responsabilidad de "someter la tierra y dominarla"[160]. Dios da así a los hombres el ser causas inteligentes y libres para contemplar la obra de la creación.  Se trata de un caso particular del llamado "concurso divino": en las obras de las criaturas concurren la acción propia de la causa segunda (la criatura) y la acción de la causa Primera (Dios). En las causas humanas, el hombre "concurre" como causa inteligente y libre.

La razón del concurso divino se halla en la total dependencia que todo ser creado tiene de Dios. Dios actúa como causa primera y la acción humana como causa segunda. No son dos operaciones yuxtapuestas sino que se coordinan para obrar juntos en la consecución de un mismo efecto. La acción de Dios y la acción humana forman un todo orgánico con intrínseca dependencia la segunda de la primera.

Acerca de cómo se coordinan la causalidad divina y la causalidad humana en la acción libre y meritoria del hombre, existen dos tendencias teológicas clásicas.
a) El Tomismo enseña que la acción de Dios en cada una de las acciones de los agentes creados consiste en el influjo de la Causa Primera recibido inmediatamente en las causas segundas. En virtud de ese influjo, Dios inspira a las causas segundas su eficacia actual, moviéndolas y aplicándolas a la acción moralmente por vía de la atracción y  activamente determinándolas a la actividad.

b) El Molinismo concibe la acción de Dios como un influjo físico e inmediato sobre las causas secundas - esto coincide con el tomismo - pero niega que este influjo sea anterior en tiempo o en la naturaleza a la determinación de la causa segunda; se trata únicamente de un concurso simultáneo de Dios que coincide en la misma acción con el influjo causal de la criatura.

La incidencia de la acción de Dios en la existencia de los hombres es decisiva y real pero al mismo tiempo resulta silenciosa y discreta, de modo que en muchas ocasiones podría parecer un Dios ausente, aunque en realidad podemos decir que también brilla en sus aparentes ausencias. Las Criaturas han sido hechas por Dios de tal manera que, al desarrollar su propia actividad natural, colaboran, por decirlo así, en la Providencia divina respecto a los demás seres. De este modo, las criaturas no sólo ejercen las posibilidades de su ser, sino que son además causa de bondad y de bien para otros seres.

Existe también lo que podemos llamar ejercicio extraordinario de la Providencia. Nos referimos al milagro, que es una manifestación de la gloria divina y una muestra de una solicitud de Dios hacia los hombres. Los milagros obedecen desde luego a una iniciativa divina, pero la naturaleza no resulta en ellos vulnerada o ignorada, sino trascendida. Las acciones milagrosas de Dios sobrepasan la naturaleza, pero no sobrepasan la esperanza de la gracia, que se funda en la fe, por la que creemos en la resurrección futura. El milagro no es antinatural como tampoco lo es la gracia. Anticipa en el mundo la nueva creación, y constituye él mismo un signo y un gesto de resurrección.

La intervención activa de Dios no suprime la libertad de la criatura. Dios se adapta a la Naturaleza y al hombre, creados por El. Dios pone en marcha la actividad de la criatura y la reasume en su propio obrar. Mediante su intervención en la actividad de la criatura, Dios no se hace responsable del pecado de las criaturas. En toda acción pecaminosa hay que distinguir el obrar en cuanto tal, el ser del obrar, el contenido ontológico, Dios es su principal agente. La criatura, al contrario, es responsable de que ese obrar vaya afectado de una falta de bien, de una falta cualitativa, ocasionada por una defectuosa orientación de la actitud, por una orientación que no conduce al hombre hacia Dios, sino que le aparta de El. Dios permite que surja tal falta, sin ser El quien la produce.

La providencia divina respeta la libertad humana sin perder el poder sobre la misma historia. Por una parte, Dios es inmutable, perfecto y eterno, y no puede ser confundido con el devenir histórico; por otra, hay que decir que todo aquello que en la historia significa bien y progreso proviene de la inclinación dada por Dios a la naturaleza y a la voluntad del hombre, mientras que toda decadencia es resultado del pecado. Ninguna resistencia, sin embargo, puede impedir el cumplimiento de los planes de Dios. La permisión del mal por parte de Dios no es más que permisión; Dios no está forzado ni por los acontecimientos, ni por las libres elecciones de la voluntad humana.

17.4 Teología de la Creación, trabajo y ecología.

"Y los bendijo Dios, diciéndoles: 'Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo...”[161]. "Tomó, pues, Yahveh Dios al hombre, y le puso en el jardín del Edén para que trabajara"[162]. En la riqueza inagotable de estas palabras se contiene el multiforme designio de Dios sobre el hombre. Estos textos bíblicos también legitiman la actividad humana que tiende por sí misma a transformar y usar en el beneficio propio los bienes naturales, y a hacer del mundo un lugar cada vez más habitable por el hombre.

Desde esta perspectiva nos situamos ante dos temas que abordaremos a continuación: el trabajo humano, la ecología y para terminar, considerando una aproximación hacia una teología de la tierra.

1) El Trabajo Humano

El trabajo humano procede directamente de personas creadas a imagen de Dios y llamadas a prolongar, unidas y para mútuo beneficio, la obra de la creación dominando la tierra; es un deber que honra los dones del Creador y los talentos recibidos. Puede ser también redentor; puede ser un medio de santificación y de animación de las realidades terrenas en el espíritu de Cristo. En el trabajo, la persona ejerce y aplica una parte de las capacidades inscritas en su naturaleza. El valor primordial del trabajo pertenece al hombre mismo. El trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo[163].

a) El trabajo humano aparece como una actividad que se halla bajo una bendición divina y una promesa de fecundidad[164].

b) El hombre es por su naturaleza su ser que trabaja. Mediante el trabajo el hombre tiende, de un modo a la vez racional y espontáneo, a la transformación del mundo que lo rodea. Además es la acción humana donde se manifiesta más intensamente la unidad psicosomática de quien lo ejerce. El trabajo supone cansancio, lo cual lo diferencia del juego. El trabajo permite al hombre subsistir y mejorar sus condiciones materiales de vida. Por último diremos que la actividad laboral hace posible que el hombre desarrolle las implicaciones de su sociabilidad.

c) El trabajo puede y debe ser considerado una actividad creativa. "La convicción de que el trabajo humano es una participación en la obra de Dios debe llegar incluso a los quehaceres más ordinarios[165].

d) El pecado original no es en modo alguno el principio del trabajo humano - instituido por Dios antes de la caída - sino sólo la raíz de su carácter penoso o arduo, del que carecía en estado de inocencia. El pecado original hace "trabajoso" al hombre el sometimiento de la naturaleza. Esta se le vuelve hostil y avara: produce sus frutos con dificultad. El pecado introduce, además, un elemento de caducidad efímera en toda la labor humana.

e) En Cristo el trabajo adquiere, pues, una relación novísima con la gracia santificante. El cristiano está llamado a vivir como vocación divina su íntegro quehacer diario: en él se une a Cristo y con Cristo se identifica. El trabajo, vivificado por los sacramentos, es la oración del cuerpo, de la mente, de las facultades todas. En la unidad de la vida cristiana, oración, sacramentos y trabajo hacen un todo orgánico: la santidad.
f) El trabajo encierra un sentido escatológico y mantiene una relación, misteriosa por cierta, con los nuevos cielos y la nueva tierra[166].
2) La Ecología
El termino ecología fue creado por el biólogo alemán Haeckel en el siglo XIX. Designa la ciencia de las relaciones entre un organismo vivo y su medio ambiental. Ese significado ha sufrido de hecho una patente ampliación, y lo aplicamos hoy con cierto dramatismo a la consideración de las condiciones naturales de supervivencia para la humanidad. la cuestión ecológica desborda los límites puramente biológicos, y se ha convertido en un asunto de gran alcance político, ético y religioso.

Juan Pablo II manifiesta la crisis ecológica en su mensaje en la Jornada Mundial de la Paz en 1989: Algunas concreciones son: disminución de la capa del ozono, los cambios meteorológicos de efectos negativos para la salud producidos por residuos de carburantes, deforestaciones anárquicas y el uso de determinados herbicidas, etc. Pero el Santo Padre ha llamado la atención acerca del más profundo y grave de las implicaciones morales, inherentes a la cuestión ecológica: es la falta de respeto a la vida, como se observa en muchos efectos contaminantes.

Criterios respecto de las iniciativas de la protección de la ecología:

a) El despertar de una conciencia ecológica ha de ser saludado como aspecto positivo de la actual cultura.

b) Pero las acciones protectoras del medio ambiente se deben fundamentar en una cosmovisión correcta, si quieren ser eficaces a largo plazo. La cuestión ambiental no puede considerarse al margen de valores éticos y religiosos.
El Catecismo,2415 nos enseña que "El uso de los recursos minerales, vegetales y animales del universo no puede ser separado del respeto a las exigencias morales. El dominio concedido por el Creador al hombre sobre los seres inanimados y los seres vivos no es absoluto, está regulado por el cuidado de la calidad de vida del prójimo, incluyendo las generaciones futuras; y exige un respeto religioso de la integridad de la creación."

3) Hacia una Teología de la Tierra

a) Fundamentos Bíblicos
Las enseñanzas del Génesis nos proporcionan una visión muy equilibrada del hombre, su lugar en la creación, y su relación con los demás seres creados. El mandato de Gen.1,28 debe ser contemplada en relación al pacto global de Dios con Noé: es un pacto universal y ecológico. Ese pacto representa un nuevo comienzo para los hombres, animales y la tierra entera. El hombre no ha de dominar despóticamente la naturaleza: el mundo no es algo meramente dado, es una tarea confiada al hombre.

b) La Unidad de la Creación
El pensamiento cristiano abunda en testimonios que consideran a la creación como compuesto de una pluralidad de seres diferentes. Todos los seres han salido de las manos de Dios: se le ha de reconocer en ellos un valor intrínseco. Santo Tomás que afirma creó muchas y variadas criaturas para que "lo que faltaba a cada una de ellas para representar la bondad divina fuera suplido por las demás"[167]. Hay una interdependencia de las criaturas y esa interdependencia es querida por Dios. Las innumerables diversidades y desigualdades significan que ninguna criatura se basta a sí misma, que no existan sino en dependencia unas de otras, para complementarse y servirse mutuamente.

c) Valor de los Seres Creados
Tales seres se hallan sujetos a una jerarquía. Esta jerarquía está expresada por el orden de los "seis días", que va de lo menos perfecto a lo más perfecto. Las Criaturas no-humanas presentan un valor instrumental respecto al hombre, pero poseen además un valor intrínseco. Toda criatura posee su bondad y su perfección propias. Por la condición misma de la creación, todas las cosas están dotadas de firmeza, verdad y bondad propias y de un orden.

d) La Belleza del Universo
El orden y la armonía del mundo creado derivan de la diversidad de los seres y de las relaciones que entre ellos existen. La belleza de la creación refleja la infinita belleza del Creador. Debe inspirar el respeto y la sumisión de la inteligencia del hombre y de su voluntad[168].

17.5 La autonomía de las realidades terrenas: su fundamento y sentido.
Citamos las palabras del Vaticano II, Gaudium et Spes,36 donde se expone la doctrina sobre este tema:
"Si por autonomía de la realidad terrena se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía. No es solo que la reclamen imperiosamente los hombres de nuestro tiempo. Es que además responde a la vocación del Creador. Pues, por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte.

Por ello, la investigación metódica en todos los campos de saber, si está realizada de una forma auténtica científica y conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un mismo Dios. Más aún, quien con perseverancia y humildad se esfuerza por penetrar en los secretos de la realidad, está llevado, aún sin saberlo, como por la mano de Dios, quien sosteniendo todas las cosas, da a todas ellas el ser. Son, a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos; actitudes que, seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer una oposición entre la ciencia y la fe.

Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le escape la falsedad envuelta en tales palabras. La criatura sin el creador desaparece. Por lo demás, cuantos creen en Dios, sea cual fuere su religión, escucharon siempre la manifestación de la voz de Dios en el lenguaje de la creación. Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida."

B) RESUMEN

1) CEC, 321-324.
La divina providencia consiste en las disposiciones por las que dios conduce con sabiduría y amor todas las criaturas hasta su fin último. Ella actúa también por la acción de las criaturas. A los seres humanos Dios les concede cooperar libremente en sus designios. Cristo nos invita al abandono filial en la providencia de nuestro padre celestial y el apóstol S. Pedro insiste: "Confiadle todas vuestras preocupaciones pues él cuida de vosotros"[169]. La permisión divina del mal físico y del mal moral es misterio que Dios esclarece por su hijo Jesucristo, muerto y resucitado para vencer el mal. La fe nos da la certeza de que Dios no permitirá el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo, por caminos que nosotros sólo conoceremos plenamente en la vida eterna.

2) Tesis Principales

a) Distinción del Creador y la criatura.

b) Relación de Causalidad entre el Creador y la criatura
      i) Dependencia total. El universo creado debe a Dios no sólo su existencia, sino también todo lo que tiene: su naturaleza y su fin, a la par de su origen.
      ii) Dependencia total respecto de un ser personal. El universo recibe toda su realidad creada de la sola intención eficaz de Dios, de un Dios que no ha querido estar ya nunca solo. Libremente Dios se manifiesta como libre amor, tal es el fin de toda empresa divina según la Escritura.
      iii) Dependencia total respecto de la Trinidad. Hay en el origen del mundo un amor tal, que un día el Creado se hará criatura en la persona de Jesús. La obra de la creación es absolutamente común a las tres personas divinas.
c) Relación de Causalidad entre Dios y un mundo que tiene una estructura y una evolución.
      i) Causa primera y causas segundas. El universo recibe de dios una estructura dinámica, una intercausalidad en que el Creador está dondequiera subyacente. En esta interacción de las causas, Dios da a todas ser ellas mismas, lo cual no se limita a hacer que cada una obre según su naturaleza; Dios las rige a todas y a cada uno interviniendo en el curso que toma su acción.
      ii) Duración. La duración no es una realidad exterior a seres que duran y que se insertan en ella como un contenido. El tiempo, pues, tiene la misma extensión que el universo creado, y no es anterior a la creación.
d) Manifestación de Dios a su creación. El Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo crea por la unidad de la naturaleza divina; pero su naturaleza no sería lo que es, si no fuera la naturaleza de un Dios trino. La actividad creadora es la única que pone en contacto, profundo e inmediato, el ser del que obra y toda la realidad del que recibe.

e) Conclusión
La dependencia creadora está constantemente subyacente a todas nuestras relaciones con Dios. Los que El eleva al orden sobrenatural por una nueva gratuidad, lo tienen ya de Él todo en virtud de su condición de criaturas...
El universo existe para constituir la prolongación del Dios hecho hombre, para entrar en contacto con la vida trinitaria en Jesús, la segunda persona encarnada. El sentido del mundo es manifestar un amor, el amor que quiere hacernos hijos en el Hijo. Este amor se dirige a pecadores en una benevolencia de perdón; a la postre, toda la creación, tal como se realiza al presente, tiene por sentido hacer brillar un misterio de misericordia.

C) BIBLIOGRAFÍA

- La Creación, M. Schmaus.
- Dios Creador y Enaltecedor, Javier Ibáñez Fernando Mendoza.
- El Misterio de la Creación, José Morales.
- Dios Uno y Trino, Lucas mateo Seco.
- Doctrina Social de la Iglesia, Langlois.
- El Misterio Cristiano: La Creación, . Guelluy.
- Catecismo de la iglesia Católica.
- Antiguo resumen del bachillerato de la teología .


TEMA 18: EL SER HUMANO, CRIATURA DE DIOS

18.1. Los relatos del génesis.
18.2. Creación del varón y de la mujer.
18.3. El hombre, imagen de Dios.
18.4. Características de la persona.
18.5. El alma humana; la unidad animico-corporal del ser humano.

A) DESARROLLO

18.1. Los relatos del génesis.
En el libro del génesis encontramos dos relatos sobre la creación del primer hombre. Estas narraciones están en Gen 1,26-28 (relato sacerdotal ) y en Gen 2,4b-25 (relato Yahvista ). Éstas, aunque diferentes por el tiempo de su composición, su procedencia y lenguaje, se complementan y constituyen un todo unitario, que trasmite la enseñanza revelada sobre el origen del hombre.

1) Primer relato: Gen 1,26-28. ( Siglo VI a.C.) Pertenece a la fuente sacerdotal. En este relato se descubren formas de pensar y decir propias del tiempo de la cautividad en Babilonia. Esta narración es de índole teológica, esconde en sí una potente carga metafísica. Contiene el hecho objetivo.
En el sexto día , Dios - después de haber creado a los astros, plantas, animales, etc. - crea al hombre y lo hace a su “ imagen y semejanza “ , para que domine los peces del mar, a las aves del cielo, etc.

El hecho de la creación en etapas habla de una gradación de calidad. Pero el hombre no es creado según una sucesión natural, sino que el Creador parece detenerse antes de llamarlo a la existencia, como si volviese a entrar en sí mismo, para tomar una decisión.

En el versículo 26 , las palabras divinas “ hagamos al ser humano “ constituyen una solemne introducción indicativa, entre otras cosas, de lo que va a ocurrir encierra una particular importancia dentro del conjunto de la obra creadora. Expresa: una decisión y anuncia una acción: “ Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. Esta afirmación del versículo 26 constituye la más importante y sorprendente del mismo.

La fijación del significado de las palabras imagen y semejanza, usadas en el texto, ha ocupado la atención de los teólogos y exegetas. Los intérpretes se dividen inicialmente entre los que consideran que aquellos términos son sinónimos y los que hablan de una diferencia de significado deliberadamente pretendida por el escritor sagrado. Pero analizando el texto no da pie a pensar de que se trata de dos cosas distintas, sino que se refieren a lo mismo. El texto parece llevar una cierta redundancia.. En él, la expresión imagen repite tres veces: a) Propósito : “ hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza “, b) Acción: “Dios creó (…) a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó “. ( v. 27 ).

En el versículo 27, el sustantivo hombre se sustituye por macho y hembra. Con ello nos quiere decir que ambos ( varón y mujer ), son igualmente imagen de Dios. La distinción de sexos pertenece a la creación inmediata de la humanidad. El ser humano se realiza plenamente en la diferencia de varón y mujer.

En el versículo 28, encontramos un bendición nupcial, Dios les dice: “ sed fecundos y multiplicaos, henchid la tierra y dominad “. El aspecto y la actividad de la pareja que ocupan la atención del hagiógrafo es la fecundidad, a lo que hombre y la mujer están llamados conjuntamente. La unión conyugal forma parte del designio divino sobre el mundo y también en la procreación, el hombre y la mujer expresan su naturaleza de imagen de Dios. Aquí se puede ver la sacralidad del matrimonio, del amor y de la fecundidad.

De éstos tres versículos se desprenden igual número de verdades antropológicas fundamentales:

a) El hombre es el ápice de todo lo creado en el mundo visible, y el género humano (…)es corona de la creación. Varón y mujer son seres humanos en el mismo grado, ambos fueron creados a imagen de Dios.
b) Esta imagen y semejanza con Dios, esencial al ser humano, es trasmitida a sus descendientes.
c) El creador confía el dominio de la tierra al género humano, a todas las personas.
Se trata de tres conceptos relacionados: dignidad, fecundidad y dominio.
La dignidad que procede de que el hombre es imagen de Dios, se manifiesta tanto en ella fecundidad humana como en el dominio sobre el mundo.
Hay una huella de Dios tanto en la fecundidad humana como en el dominio: 1) En cuanto a la fecundidad. Trasmitiendo la vida a los hijos hombre y mujer les dan en heredad esa “imagen de Dios “ que fue conferida al primer hombre en el momento de la creación y 2) En cuanto al dominio. La creación a imagen de Dios constituye el fundamento del dominio sobre las otras criaturas del mundo visible, las cuales fueron llamadas a la existencia con miras al hombre y para él.
Que el hombre está hecho a imagen de Dios es definición del hombre y fundamento de la peculiar dignidad de la persona humana. El hombre se convierte en expresión particular de la gloria del Creador, está llamado a convertirse entre las criaturas del mundo visible en un portavoz de la gloria de Dios y en una palabra de su gloria.

2) Segundo relato: Gen. 2,4b-25. Pertenece a la fuente yahvista ( Siglo IX a.C.). Este relato refleja la cultura y teología de los primeros tiempos de la monarquía. Es más antiguo que el sacerdotal; más simbólico y descriptivo; más alegórico, psicológico y subjetivo. Este texto se puede dividir en seis partes:
a) Presentación, que sirve de transición del relato sacerdotal al yahvista: la tierra baldía expectante del hombre que la ha de trabajar.

b) Creación del hombre. Es narrada con la mayor brevedad. La idea de formar o modelar a partir de un material determinado se usa en la Biblia para describir la actividad del alfarero. “ Yahveh es presentado como el alfarero que modela al hombre - yasar ha ´adam - con polvo de la tierra - ´afar ha ´adamah - y después infunde aliento de vida - nesoma - . (…). ´Adam en este contexto no significa el primer hombre como individuo, sino el hombre en general, el ser humano antes y fuera de cualquier determinación, incluso de la determinación sexual. La única determinación, incluso de la determinación que, a lo largo de la Biblia el término ´adam es su condición de criatura, su origen y dependencia de Dios, su superioridad sobre el resto del universo creado y también sus limitaciones”[170].

La creación del ser humano del polvo de la tierra es presentada como un proceso misterioso, como una acción primordial que escapa nuestra comprensión. Después de expresar sobre el frágil carácter de la naturaleza y condición humanas. El término afar alude sin duda a las limitaciones que comporta la existencia terrena del hombre.

El texto parece reflejar la experiencia corriente de que un ser humano es una realidad tangible ( un cuerpo ), viva y no dividida: resultó el ser humano un ser viviente . El aliento de vida implica sencillamente que el hombre es un ser vivo. La persona es creada como un a realidad viviente . No es un alma que se coloca en el cuerpo.

c) La preparación del paraíso. El paraíso es el ornato del hábitat del hombre. Se quiere expresar cual es el sentido de la vida humana que está llamado desde los inicios al cultivo de la tierra y a su dominio. Se cierra con un mandamiento que Dios da al hombre: “ que es no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal “. Eso le pertenece a Dios; está reservado a Dios decir lo que es malo y lo que es bueno. Supone un sometimiento de la criatura al creador.

d) La soledad originaria. “ No es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle una ayuda adecuada”.
e) El hombre pone nombre a los animales. Significa un acto de posesión, Dios lleva al hombre todos los animales para ver como los llamaba y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre les diera. Aquí se manifiesta el acto de dominio, posesión e inteligencia.
f) Creación de la mujer. La mujer es creada para acompañar al hombre en la soledad originaria. Se da una evidente imagen nupcial. Aquí se da la idea de una sola carne. Se da una igualdad entre el hombre y la mujer. También se haba del estado de inocencia originaria.

De este texto se pueden sacar dos grandes enseñanzas: 1) en cuanto a la sexualidad y al matrimonio y 2) en cuanto a la condición humana.
En cuanto a la sexualidad y al matrimonio se aluden:

a) La condición de soledad originaria. El hombre está solo y esto se presenta como un problema antropológico fundamental. La soledad originaria tiene dos momentos: 1) cuando el hombre cae en la cuenta de su identidad, al ver que no existe ningún otro ser como él en el mundo y 2) cuando siente la necesidad de la compañía humana.

Los dos aspectos son fundamentales de la persona: la identidad del hombre y las relaciones humanas.

El hombre se da cuenta de que está solo cuando Dios le muestra las demás criaturas para que les ponga nombres: a medida que Dios se las presenta . Así el hombre tomo conciencia de su propia superioridad, es decir, no puede ponerse al nivel de ninguna otra especie de seres vivientes sobre la tierra. El génesis comenta “ no había para el hombre ayuda semejante a él”. El hombre se encuentra desde el primer momento delante de Dios , como en búsqueda de la propia identidad. En esa búsqueda, sigue un itinerario que le lleva a la autoconciencia: a) Primer paso: Conciencia de soledad, b) Segundo paso: comparación con el mundo y c)Tercer paso: el hombre nota que es diferente de los demás seres y también, en que consiste esa diferencia. El hombre comienza a conocerse a sí mismo, advirtiendo a sí mismo lo que le distingue.

El segundo aspecto de la soledad originaria se encuentra en el necesidad de encontrar un semejante. En esto se manifiesta el carácter social del hombre, necesita de otros seres como él.

Ser persona es ser un sujeto capaz de relaciones. Como puede advertirse en Génesis 2,18, el hombre no puede existir solo; puede existir solamente como unidad de dos y por consiguiente en relación con la persona humana. Y esta comunión de los dos indica que en la creación del hombre se da una cierta semejanza con la comunidad divina, esta semejanza se da como una llamada y tarea.

b) La escena de la creación de la mujer. Tiene una clara imagen nupcial. Expresa la unidad del género humano, la común dignidad del hombre y de la mujer.
c) Se habla de la fuerza del vínculo conyugal. El hombre y la mujer forman una sola carne.

La condición humana.
El hombre es creado como una realidad viviente y como una síntesis de un elemento somático y un elemento espiritual. El hombre tiene una condición psico-somática. La persona humana es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad, con un lenguaje simbólico, cuando afirma que Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente. Por tanto, el hombre en su totalidad es querido por Dios. El hombre es una realidad primera y última de cuerpo y alma, no es el alma que se coloca en el cuerpo. En la unidad de cuerpo y alma el hombre es por su misma naturaleza un resumen del universo material, el cual alcanza por medio de la persona su más alta cima.

El cuerpo no es simplemente un órgano e instrumento del espíritu. Éste expresa la persona. Si vemos al cuerpo, vemos al hombre, porque lo somático no es un simple envoltorio de un núcleo personal.

El hombre es sujeto a partir de su propio cuerpo y no sólo por su autoconciencia, pues es precisamente su estructura corporal lo que le permite ser autor de la actividad verdaderamente humana. Le permite trabajar, que es algo intrínseco a la realización de su ser. El cuerpo es esencial para la realización y manifestación del hombre.

18.2. Creación del Varón y de la mujer.

" Macho y hembra los creó" (gen 1,27). A diferencia del   Gen 2 ( vide infra), el escritor  Sacerdotal se refiere a la creación de la mujer de modo sumamente breve y lacónico. Los dos términos empleados zakar/ macho y uneqebab/ hembra sugieren directamente que la distinción de sexos pertenece a la creación inmediata de la humanidad. El ser humano sólo se realiza plenamente en la diferencia de varón y mujer. No puede hablarse de una esencia del hombre al margen  de su existencia en dos sexos.

El pensamiento bíblico es radicalmente opuesto a toda concepción andrógina del ser humano. Queda por tanto excluida  cualquier concepción mítica de la sexualidad, pero al mismo tiempo ésta no queda desacralizada, como tampoco el hombre, puesto que precisamente  al ser el ´adam macho y hembra se refleja en él la imagen de Dios. La sexualidad y en consecuencia  la corporeidad humana es así valorada en la más alta medida.

El texto nos dice también que la humanidad existe en comunidad: comunidad de hombre y mujer, y de unos seres humanos con otros. El destino de la persona humana es vivir con los demás. Se trata de una condición que deriva de  la Creación misma.

Bendíjolos Dios y díjoles: "Sed fecundos y multiplicaos (Gen 1,28). Para la Biblia todo lo que concierne a la vida es santo. Un respeto espontáneo y patente impregna los textos bíblicos que tratan de la sexualidad humana. El aspecto y la actividad e la pareja que ocupan ahora la atención del hagiógrafo son la fecundidad, a la que el hombre y  mujer son llamados conjuntamente. Esta fecundidad es un don de Dios y fruto de su bendición . Se origina en el Creador y es Objeto de una vocación.

La sexualidad en el ser humano adquiere una valoración muy distinta a la que presenta los animales, aunque la capacidad de procrear derive en muchos casos de una bendición divina. La unión conyugal forma parte  del designio divino sobre el mundo, y también en la procreación  el hombre y la mujer expresan su naturaleza de imagen de Dios. Vivida en estas condiciones, la sexualidad humana es una manifestación de la dignidad con la que el hombre ha sido  dotado por su Creador.

A través de estos textos vemos claramente cuál es la fuente inmediata de la sacralidad del matrimonio, del amor y de la fecundidad. No es un arquetipo mítico, como imaginaban los pueblos paganos del entorno. Es la palabra creadora de Yahvéh, que expresa su voluntad permanente. La misma palabra divina ha impreso en la sexualidad humana su norma natural y el ideal hacia  el que debe tender, Si el matrimonio no tiene un arquetipo divino, posee, sin embargo, un prototipo humano, creado por Dios en el origen, y que permanece como el modelo que debe ser reproducido.

18.3. El hombre, imagen de Dios.

Hay varios textos en la Sagrada Escritura en la que aparece el hombre como imagen de Dios. Estos se pueden resumir en la exégesis sobre los textos de la creación. Van unidas la decisión creadora de Dios y la bendición. Dios crea, bendice y sitúa al hombre en el mundo y con eso corona la creación.

Gen 1: lo que nos transmite sobre la creación del hombre es que Dios lo crea porque quiere y lo crea al final, a modo de coronación de su obra creadora. De este texto se desprenderán tres importantes puntos: a) El hombre es creado a imagen y semejanza de Dios. b) Hay un mandato para el dominio. c) Fecundidad. El hombre procrea imágenes de Dios. En estos tres puntos encontramos un especial paralelismo con los tres desórdenes que se dan en el hombre: a) soberbia de la vida; b) concupiscencia de la vista; c) concupiscencia de la carne. Gen 3: En este segundo relato de la creación del hombre hemos de destacar 4 aspectos: a) El hombre es creado tanto del barro de la tierra como de algo divino. b) El Paraíso es el ornato del hábitat del hombre. Esta el árbol de la vida como símbolo de la inmortalidad terrena. c) La mujer es creada para acompañar al hombre en su soledad originaria. d) Se expresa la naturaleza del pecado. Por tanto queda deteriorada la d1) Imagen de Dios; d2) el dominio; y d3) la fecundidad.

Textos sapienciales: insisten en la cuestión de la dignidad. Sir. 17,3: el hombre se parece a Dios porque domina sobre el mundo; Ab. 2,23: Dios hizo al hombre incorruptible porque es de su misma naturaleza; Ab. 9,1 y 10,1: Oraciones de Salmón, Dios hizo al hombre para dominar.

En el Nuevo Testamento: se pone de manifiesto que Cristo es imagen de Dios Invisible[171] y esplendor de su sustancia[172]. Cristo es imagen del Padre[173]. Estamos llamados ser uno con Cristo[174] y seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es.

La imagen de Dios en el hombre -que desarrolla la patrística- se puede ver en dos puntos: A) en el Alma. La escuela Alejandrina ha visto en el Alma lo que es propiamente humano y a ello se refiere la creación a Imagen de Dios. El cuerpo no sería imagen de Dios, pues eso equivaldría a considerar a Dios corpóreo[175]. B) en el Cuerpo. En otra línea están los que ven la creación a Imagen de Dios también en relación a la plasmación del cuerpo humano y no solo en el alma: el modelo a partir del cual Dios ha creado al hombre es el Hijo que iba a encarnarse[176]. Respecto a la Imageny Semejanza hay padres que las distinguen entre si: la imagen se recibe con la creación y la semejanza se va adquiriendo con la virtud. Otros padres, aunque no distingan, aceptan un crecimiento en la semejanza o en la imagen.

La concepción teológica de imagen de Dios es diferente de éstos modos de ver al hombre como imagen de Dios. El hombre imagen de Dios quiere decir, que el ser humano se parece a Dios, y solo el hombre es capaz de conocer a Dios y amarle. El hombre en cuanto imagen de Dios se da en el conocimiento y en el amor humano, dos facultades que Dios tiene. Bajo la luz de alcanzar a Dios, de perfeccionar por ayuda de la gracia santificante, el hombre se acerca más a Dios, se parece más a Dios. El hombre va recogiendo un camino de santificación con Dios.

18.4. Características de la persona.

Entre los aspectos que caracterizan la personalidad humana y ayudan a definirla, se encuentra la racionalidad, la tendencia innata que lleva al hombre a transformar el mundo que lo rodea, la afectividad, la sexualidad, la relación que guarda con todo el universo, su naturaleza religiosa, su lenguaje, y el carácter social. Vamos a examinar en este apartado las tres últimas características que se consideran más relevantes de la persona humana.

a) El hombre, ser religioso. El ser humano tiende por naturaleza al reconocimiento y adoración de Dios. Hay en su mente y en sus conocimientos una cierta conciencia de sus orígenes y de su fin último. El sentido más alto de la dignidad humana radica precisamente en la tendencia del hombre a la comunión con Dios. No se trata de un mero impulso, sino que responde a una llamada divina. Una consecuencia directa de este hecho es que existe un deseo de Dios inscrito hondamente en el corazón humano, un deseo que Dios no deja de estimular. El hombre ha expresado y expresa su ser religioso por medio de creencias y determinados comportamientos que hacen referencia al mundo invisible y al más allá, y que indican su dependencia de un ser supremo. Esos comportamientos incluyen la oración, la práctica de sacrificios, la erección de lugares sagrados, la determinación de tiempos con especial significado religioso, etc. Estas formas de conducta se originan en el ser natural del hombre y no guardan, una relación directa con la economía de salvación instaurada por la Revelación sobrenatural y la gracia de Jesucristo. Pero no son completamente ajenos a la gracia divina, y pueden ser aveces preparación providencial de la religión revelada, y contener fragmentos de verdad cristiana. El hombre puede adoptar a veces ante la religión actitudes de olvido, indiferencia e incluso de repudio expreso. Estas ideas y la conducta de desafío que deriva de ellas obedecen a una mente confundida y a una voluntad perversa , y no pertenecen a la norma sino a la patología del espíritu humano.

b) El hombre, ser social. Sólo con los demás y entre los demás deviene el hombre un ser verdaderamente humano. La sociedad es un factor ineliminable en la homonización y personalización del individuo . El carácter social tiene que ver con el más íntimo y elemental desarrollo de su ser. Porque no hay un yo si no existe un tú con el que entrar en relación. El hombre es un ser esencialmente relacional, abierto al diálogo y a la comunicación con otros seres humanos por un imperativo de naturaleza ontológica. Los hombres nacen dotados de una herencia genética y de una herencia cultural, de modo que en la constitución de su persona confluyen dos factores, uno biológico y otro histórico. La herencia cultural o social influye en nuestra personalidad más todavía que la genética. De ahí la excepcional importancia de la educación y del ambiente en el hacerse del individuo. Nadie comienza su historia personal desde cero. Su propia historia arranca de la historia de los demás que le han precedido en el tiempo. Cuando un hombre es adulto también necesita de la comunidad , porque debe insertarse en un sociedad especializada y sentirse parte de ella para suplir la carencias y desarrollar sus cualidades. La inserción en la comunidad supone además la integración en una tradición. El hombre recibe de la sociedad y contribuye también a ella según sus posibilidades.

c) El hombre, ser capaz del lenguaje. La capacidad del lenguaje es algo definitorio en el hombre en máximo grado. El uso del lenguaje es la actividad racional por excelencia, no solo en el sentido de que el lenguaje humano deriva de la razón, sino también en el sentido de que los símbolos y signos lingüísticos son como un terreno a partir del cual la misma razón se constituye. La razón se halla en la raíz del lenguaje, y éste a su vez da forma a la razón.

El lenguaje ha sido definido como un método exclusivamente humano de comunicar ideas, emociones y deseos por medio de un sistema de símbolos producidos de manera deliberada. El lenguaje humano no es el resultado de un instinto ni tiene una base exclusivamente biológica o morfológica. El hombre habla siempre en una lengua determinada, que es producto cultural y social, y que se trasmite de una manera viva en el seno de una comunidad. Lo que caracteriza además al lenguaje humano es la posibilidad de emitir y recibir un número ilimitado de mensajes. El lenguaje exterioriza la intimidad de un modo voluntario, deliberado y controlado. La conexión entre pensamiento y lenguaje, no es accidental o contingente, sino que la relación es intrínseca. La estructura lógica incorporada al lenguaje, es el pensar mismo. El lenguaje es pensamiento expresado sensiblemente, pero es también el pensamiento mismo. Su función no es meramente comunicativa o instrumental. El lenguaje es el vehículo del pensamiento.

18.5. El Alma Humana; la unidad anímico-corporal del ser humano.

Si afirmamos que Dios es un ser espiritual y que el hombre es imagen de Dios, se desprende de estas dos premisas que el alma humana es espiritual.
También se desprende del hecho de que el alma humana realiza operaciones estrictamente espirituales (intelección, reflexión, elección, etc.) que no dependen intrínseca ni esencialmente del cuerpo, la inmortalidad del alma.

En la perspectiva bíblica hay dos textos fundamentales que sobresalen en el Antiguo testamento: Gen 2, 7 “Formó Yahveh Dios al hombre del polvo de la tierra y le inspiró en el rostro aliento de vida, y fue así el hombre ser animado”; y Gen 1, 26-27 “Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios le creó, y los creó macho y hembra”. De estos textos se deducen tres ideas fundamentales: 1) que el hombre ha recibido de Dios, directamente, algo que está aquí expresado de una manera muy concreta y que hace de él un ser completamente distinto de los animales. 2) que el hombre domina el resto de la creación como un ser de otro orden. 3) que el hombre está hecho a imagen Dios. Solo progresivamente la noción de resurrección se va abriendo camino ,como se ve por ejemplo en todo el cap. 37 de Ezequiel y sobre todo en 2 Mac. 13, 38-46. En el Nuevo testamento no hay un tratado de Jesucristo acerca del alma, no se puede buscar nada que se asemeje a una teoría sobre la naturaleza del alma. La creencia en la resurrección constituye, sin duda, el centro de la revelación neotestamenteria. Existen textos que afirman muy claramente la distinción entre el principio espirtual y el principio corporal del hombre, así Mt 10, 28 “No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, que el alma no pueden matarla; temed más bien a aquel que puede perder el alma y el cuerpo en la Gehenna”. San Pablo depende en gran medida de las concepciones tradicionales del AT; así en 1 Cor 15, 45 y 1 Tes 5, 23.

En los comienzos de la Iglesia se encuentran, pues, por una parte, en presencia de una certeza de fe: la resurrección, que implica la existencia del alma, y, por otra de un conjunto de doctrinas heterogéneas sobre el origen y naturaleza del alma. Por tanto podemos afirmar que la elaboración cristiana del alma se basa primeramente en los relatos del Génesis; en las palabras de Jesucristo; en la recepción cristiana de Platón y en la recepción de la doctrina hilemórfica de Aristóteles. Platón no cesa nunca de afirmar la inmortalidad del alma, esencialmente diferente del cuerpo. Inmortalidad que significa no sólo que la existencia del alma persiste después de la muerte del individuo, sino también que esta existencia es anterior a la del individuo en que ella habita. A partir de Platón se desarrollará toda una tradición filosófica que sostiene que el alma no alcanza la plenitud de su destino más que evadiéndose, por la contemplación y la reflexión, de la materia en la que está encerrada. Por su parte Aristóteles la define así: “Aquello por lo que nosotros, vivimos, sentimos, y ante todo pensamos”. Es aquello por lo que la vida que estaba en potencia en el cuerpo se convierte en acto: la forma del cuerpo. No hay vida eterna para el alma aristotélica. Santo Tomás es el que adapta la doctrina aristotélica la cual parecía tener pocas posibilidades de servir de base a una teología cristiana del alma.

La persona humana creada a imagen de Dios , es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico  expresa esta realidad  con un lenguaje simbólico  cuando afirma que  " Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló  en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente" (Gen 2,7). Por tanto, el hombre en su totalidad es querido por Dios".

El hombre es una unidad  primera y última  del alma y cuerpo. Por encima de la diferencia esencial del cuerpo y alma, es preciso afirmar la totalidad ontológica del ser humano, que ha sido descrito con razón como cuerpo  animado o alma encarnada.

El alma racional y la carne hacen un solo hombre. El cristiano rompe con la idea griega de que el hombre es su alma, un alma que debe liberarse de la carne en que ha caído.

La comprensión cristiana del hombre  se distancia también de la antropología  cartesiana, que concibe el alma y el cuerpo como dos sustancias o realidades completas, vinculadas mediante una unión puramente accidental. El cristiano  se aleja por tanto de cualquier concepción antropológica  que aísle o privilegie  el espíritu a expensas de la corporalidad, y también de planteamientos dualísticos que hablan del espíritu como lo libre y personal en el hombre, y del cuerpo como lo natural  sometidos a las leyes necesarias.

La corporeidad en la Sagrada Escritura es tan propia y constitutiva del  ser humano como su espiritualidad. El hombre es en la Biblia un espíritu vivo , o es carne, es decir, consiste en la totalidad psicosomática  que cada uno de nosotros comprueba en su propia experiencia. Espíritu y carne no son dos cosas adecuadamente distintas , como el soma  y la psiche de Platón.

El cuerpo   no es simplemente un órgano o instrumento del espíritu. El cuerpo expresa la persona. Si vemos el cuerpo, vemos al hombre, porque lo somático no es un simple envoltorio de un núcleo personal.

El hombre es sujeto a partir del propio cuerpo  y no solo por su autoconciencia, pues es precisamente su estructura corporal lo que le permite ser autor de una actividad  verdaderamente humana. Le permite en concreto, trabajar,  que es algo intrínseco a la realización de sus ser. El cuerpo es esencial para la manifestación  y realización del hombre.

La doctrina cristiana sobre el cuerpo del hombre se opone a las diferentes formas de dualismos que ve en la materia el origen del mal. La Biblia dice que el hombre ha sido creado por Dios tanto en su cuerpo como en su alma, y que estos eran buenos. Está claramente presente en los relatos de la creación del Génesis. Hay una cierta influencia de las ideas platónicas que ha llevado a minimizar la importancia positiva del cuerpo, como si fuese accidental al alma vivir en un cuerpo. La inspiración aristotélica de Santo Tomás le ha ayudado por el contrario a hacer plena justicia a la antropología bíblica. No niega que sea el alma por sí misma una forma sustancial, pero precisa que es la forma de un cuerpo al que Dios la destina. En el nuevo Testamento nos muestra la positividad del cuerpo el hecho mismo de que el Verbo se encarnase; la realidad del matrimonio y de la procreación[177] y por supuesto la resurrección final con Cristo[178].

B) RESUMEN

La revelación destaca que el hombre es un ser singular, situado frente a la totalidad del cosmos. Dios creador del mundo puramente material y puramente espiritual, ha creado al hombre que está en medio, resumiendo en sí esos dos mundos. Es de fe que el hombre fue creado por Dios. El magisterio enseña que desde el principio del tiempo Dios creó al hombre compuesto de alma y cuerpo[179]. El ser humano aparece en la Biblia como coronación y centro de la obra divina. La creación del hombre es iniciativa del Creador. El origen divino del hombre determina los aspectos de su presente y de su presencia ante Dios, juega un papel decisivo en lo concerniente a lo que el hombre ha de llegar a ser , determina el futuro humano, está íntimamente relacionado con la salvación del hombre. El hombre a su vez no ha sido creado solitario.

En el libro del génesis encontramos dos relatos sobre la creación del hombre, estas narraciones están en Gen 1,26-28 ( relato sacerdotal ) y en Gen 2,4b-25 ( relato Yahvista ). Éstas. Aunque diferentes por el tiempo de su composición, etc. se complementan y constituyen un todo unitario, que trasmite la enseñanza revelada sobre el origen del hombre. Del relato sacerdotal se desprenden las siguientes enseñanzas antropológicas: a) El hombre es el ápice de todo lo creado en el mundo visible, y el género humano (…)es corona de la creación. Varón y mujer son seres humanos en el mismo grado, ambos fueron creados a imagen de Dios, b) Esta imagen y semejanza con Dios, esencial al ser humano, es trasmitida a sus descendientes y c) El creador confía el dominio de la tierra al género humano, a todas las personas. En el relato Yahvista se pueden sacar dos grandes enseñanzas: 1) en cuanto a la sexualidad y al matrimonio y 2) en cuanto a la condición humana.

En cuanto a la sexualidad y al matrimonio se aluden: a)La condición de soledad originaria. El hombre está solo y esto se presenta como un problema antropológico fundamental. La soledad originaria tiene dos momentos: 1) cuando el hombre cae en la cuenta de su identidad, al ver que no existe ningún otro ser como él en el mundo y 2) cuando siente la necesidad de la compañía humana. Los dos aspectos son fundamentales de la persona: la identidad del hombre y las relaciones humanas, b) La escena de la creación de la mujer. Tiene una clara imagen nupcial. Expresa la unidad del género humano, la común dignidad del hombre y de la mujer y c) Se habla de la fuerza del vínculo conyugal. El hombre y la mujer forman una sola carne. En cuanto a la condición humana se alude que el hombre es creado como una realidad viviente y como una síntesis de un elemento somático y un elemento espiritual. El hombre tiene una condición psico-somática. La persona humana es un ser a la vez corporal y espiritual. El hombre en su totalidad es querido por Dios. El hombre es una realidad primera y última de cuerpo y alma, no es el alma que se coloca en el cuerpo. El cuerpo no es simplemente un órgano e instrumento del espíritu. Éste expresa la persona. Si vemos al cuerpo, vemos al hombre, porque lo somático no es un simple envoltorio de un núcleo personal. El hombre es sujeto a partir de su propio cuerpo y no sólo por su autoconciencia, pues es precisamente su estructura corporal lo que le permite ser autor de la actividad verdaderamente humana.

En Gen 2,21-22 se narra la creación de la mujer. Con ella la creación de la humanidad está completa y el plan divino habrá cubierto su objetivo final. El modo en que se realiza la creación de Eva, se describe con lenguaje simbólico, que expresa bien a las claras como el hombre y la mujer comparten y realizan la misma naturaleza y se pertenecen mutuamente.

Dios provoca en el hombre un profundo sueño. En la tradición bíblica, el sueño es espacio de revelación , es también el expediente con el que se subraya la gratuidad de la acción divina y su carácter misterioso. Por eso dicha acción, no puede tener, ni espectadores, ni colaboradores humanos. El hombre no participa activamente en la creación de la mujer, no puede darse a sí mismo lo que le falta, debe recibirlo como ha recibido su propia existencia, como puro regalo divino.

La concepción teológica de imagen de Dios. El hombre imagen de Dios, quiere decir: que el ser humano se parece a Dios, y solo el hombre es capaz de conocer a Dios y amarle. El hombre en cuanto imagen de Dios se da en el conocimiento y en el amor humano, dos facultades que Dios tiene. Bajo la luz de alcanzar a Dios, de perfeccionar por ayuda de la gracia santificante, el hombre se acerca más a Dios, se parece más a Dios. El hombre va recogiendo un camino de santificación con Dios.

Entre los aspectos que caracterizan la personalidad humana y ayudan a definirla, se encuentra la racionalidad, la tendencia innata que lleva al hombre a transformar el mundo que lo rodea, la afectividad, la sexualidad, la relación que guarda con todo el universo, su naturaleza religiosa, su lenguaje, y el carácter social.

El alma humana. Su origen en relación al cuerpo. Si afirmamos que Dios es un ser espiritual y que el hombre es imagen de Dios, se desprende de estas dos premisas que el alma humana es espiritual. También se desprende del hecho de que el alma humana realiza operaciones estrictamente espirituales (intelección, reflexión, elección, etc.) que no dependen intrínseca ni esencialmente del cuerpo, la inmortalidad del alma. En los comienzos de la Iglesia se encuentran, pues, por una parte, en presencia de una certeza de fe: la resurrección, que implica la existencia del alma, y, por otra de un conjunto de doctrinas heterogéneas sobre el origen y naturaleza del alma. Por tanto podemos afirmar que la elaboración cristiana del alma se basa primeramente en los relatos del Génesis; en las palabras de Jesucristo; en la recepción cristiana de Platón y en la recepción de la doctrina hilemórfica de Aristóteles. La doctrina cristiana sobre el cuerpo del hombre se opone a las diferentes formas de dualismos que ve en la materia el origen del mal. La Biblia dice que el hombre ha sido creado por Dios tanto en su cuerpo como en su alma. Está claramente presente en los relatos de la creación del Génesis. La inspiración aristotélica de Santo Tomás le ha ayudado por el contrario a hacer plena justicia a la antropología bíblica. No niega que sea el alma por sí misma una forma sustancial, pero precisa que es la forma de un cuerpo al que Dios la destina. En el nuevo Testamento nos muestra la positividad del cuerpo el hecho mismo de que el Verbo se encarnase; la realidad del matrimonio y de la procreación y por supuesto la resurrección final con Cristo.

C) BIBLIOGRAFÍA

- Juan Luis Lorda. “ Antropología del Concilio Vaticano II a Juan Pablo II “. Palabra. Madrid 1996.
- José Morales. “ El misterio de la Creación “. Eunsa. Pamplona 1994.
- Michael Schmaus. “Teología dogmática: Dios Creador”. Tomo II. Rialp. Madrid 1959.

- L. Bouyer. Diccionario de Teología. Herder. Barcelona 1973.

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